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Casado se quita la careta

Pablo Casado, con uno de sus pasados lemas electorales.

Esther Palomera

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Todo por España. Siempre por España. La llevan en los tirantes, en los gemelos, en las banderas, en las pulseras y en los discursos. Los españoles ya son otra cosa. Les interesan menos. Sólo España. Se llenan la boca de ella. Y ahora hasta admiten, sin sonrojo, que usan, sí, la tragedia, pero que lo hacen por ella, por la patria, por España.

Han vuelto los “patriotas de hojalata” para pronosticar las mil y una plagas, no porque un virus haya paralizado las economías de todo el planeta, sino porque la izquierda siempre “lleva a España a más paro, crisis y recesión” (sic).

“La producción industrial ha caído en abril un 34%, el mayor desplome de la serie histórica; la automovilística, un 92%, lo nunca visto. Y la textil, el 77%”. Lo ha escrito Casado en su cuenta de Twitter, sin mencionar la COVID-19, solo para achacar los datos “otra vez a la mala gestión de la izquierda”. Ni una palabra sobre la caída industrial en Alemania, que ha sido del 17,9%. Allí la pandemia ha causado estragos, pero aquí el destrozo lo han provocado solitos Sánchez e Iglesias, que lo que quieren es hundir España, trocearla o regalársela a los independentistas, a los bolivarianos y a los proetarras.

Con todo, hay que agradecer al menos, que el PP haya reconocido que el uso del dolor forma parte de su estrategia. Con los tiempos que corren, se agradece el ejercicio de sinceridad de Pablo Casado ante la Junta Directiva de su partido. “Hay que aprovechar la crisis del coronavirus”, ha dicho ante la plana mayor. Y todos callados. También los barones que hablan a sus espaldas sobre su irrelevante liderazgo. “Tenemos que hacer de esta tragedia el inicio de la mejor España posible, y no una oportunidad para quienes pretenden destruirla”. Y aún se escucharon aplausos, después de que se desprendiera de la careta. Usar la tragedia es una expresión que no deja margen al equívoco.

Ya saben: la izquierda destruye todo y la derecha construye en nombre de una España que solo existe en su imaginario. Lo cierto es que el líder del PP ha reconocido lo que la mayoría de españoles sabía de antemano, y es que su partido es responsable, junto al de Santiago Abascal, del actual ambiente de crispación y utilización partidista de la tragedia humana, social y económica que ha provocado la crisis sanitaria.

Vox es, según la mayoría de los ciudadanos (un 82%), quien más contribuye a generar un ambiente de crispación con lo que hace y lo que dice en el actual marco político. A muy poca distancia le sigue el PP, con un 75%. Los datos son de una encuesta publicada este fin de semana por Metroscopia, que desvela además que el 41% de los votantes de Pablo Casado admite, sin ambages, la responsabilidad del partido al que votaron en el ambiente de crítica exacerbada instalado en la escena pública desde que comenzó la crisis del coronavirus.

Crispan, lo saben, asumen la responsabilidad y, además, su líder se pavonea en público de ello. Todo bien, salvo por el daño que hacen y porque la estrategia de la polarización no siempre cotiza al alza en el parqué electoral. Aún así, el PP seguirá la misma línea porque es la que le marca Vox. Con apelaciones al odio, con verdades absolutas y con invocaciones al miedo exacerbado para buscar el fervor popular.

Lo que está por ver es que le rente en las urnas cuando llegue el momento. La experiencia no tan remota dice que el que polariza, pierde. Ahí está el recuerdo de la senda por la que transitó Mariano Rajoy en la Legislatura 2004-2008, cuando Zapatero era un “guerracivilista”, un “presidente por accidente”, un gobernante que “traicionó a los muertos”, “un vendepatrias” y “el peor gobernante” que había tenido España. Casado debería, al menos, repasar la historia reciente de sus mayores, para no caer en la misma trampa aznariana. Rajoy tardó cuatro años en desprenderse de los spin doctors de la FAES. La diferencia es que él tuvo otros cuatro años por delante para prescindir de los acebes y los zaplanas que en el Congreso replicaban lo que sus locomotoras mediáticas les dictaban sobre teorías de las conspiración y terroristas que no estaban “en desiertos remotos ni en montañas lejanas” hasta que ganó las elecciones. Casado no dispone de tanto tiempo. O gobierna o su partido no le dará jamás una segunda oportunidad.

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