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Jürgen Mayer: “Metropol Parasol ha tenido un 'efecto Guggenheim' para Sevilla”

Jürgen Mayer, sentado en las escaleras de su obra Metropol Parasol en Sevilla

Alejandro Ávila

Se conoce Sevilla como si él mismo hubiera diseñado el trazado de sus calles. Y en cierto modo, así es. Al menos de un pedacito de ella que ha dado mucho que hablar en los últimos años. Se trata de Jürgen Mayer, el arquitecto alemán que hace ya una década se embarcó en la odisea de darle un nuevo rostro a la plaza de la Encarnación. Lo hizo con un diseño radical, el Metropol Parasol, unas 'setas gigantes' que cobijan unos restos arqueológicos, un mercado de abastos, un gastrobar, un mirador y un puñado de bares, restaurantes y heladerías.

A pesar de estar en el centro de la polémica, él siempre defendió en sus entrevistas que su obra tendría un importante impacto en la vida de la ciudad. Y así ha sido. “Ha funcionado. La idea era que Metropol Parasol supusiera un revulsivo económico para la zona. En el proyecto se decía que debía ser un elemento atractivo para la ciudad, que le diera vida y activara los comercios de la zona norte del casco, que en 2004 estaba relativamente vacía”, explica el arquitecto afincado en Berlín, mientras, sentado a la sombra de su obra, se toma una cerveza y enumera las zonas que se han transformado desde entonces: la Encarnación, la Alameda, la Alfalfa…

“Sevilla ha cambiado mucho en los últimos años. En la Alameda hay sitios tan vivos como en Berlín. Es algo que ha llegado a tener un eco internacional a través de medios como el New York Times, que han denominado esta zona el Soho de Sevilla”, afirma en referencia a las tiendas de diseño que han florecido en la zona de la Alfalfa.

Desde que se inauguró su obra, Mayer ha recibido premios internacionales, ha expuesto en el Moma de Nueva York y ha ejecutado proyectos como la Ciudad de la Justicia en la ciudad belga de Hasselt, un casa de acogida en Hamburgo o un aeropuerto en Georgia. No deja de lado su faceta artística: su exposición 'Retrato Robot' se exhibe en la galería Lugadero de Sevilla hasta el 31 de octubre. “Hacemos todo tipo de obras arquitectónicas, desde pequeñas intervenciones en galerías hasta grandes intervenciones urbanísticas. A veces tienen que ver con el diseño y otras con la arquitectura. Para mí todo es lo mismo, soy muy interdisciplinario”, subraya el arquitecto.

Mayer asegura que hay “edificios que sirven para crear una identidad, porque están dotados de un sentido cultural, como la Torre de la Televisión de Berlín, las catedrales o la Torre Eiffel. No solo simbolizan hasta dónde puede llegar la arquitectura en términos culturales y tecnológicos, sino que su presencia puede tener efectos positivos sobre la economía del lugar”. Para el alemán, un buen político es capaz de apostar por obras arriesgadas de la mano de arquitectos que “cambian la faz de las ciudades. Gente que investiga, arriesga y se salta las convenciones para hacer evolucionar la arquitectura. Erigen edificios que pueden actuar como catalizadores para activar el comercio y la vida de una zona determinada”.

'Efecto Guggenheim'

En este sentido, cree que el anterior equipo de gobierno del Ayuntamiento de Sevilla hizo una apuesta muy innovadora y arriesgada y que los sevillanos “deberían estar orgullosos de haber respaldado un proyecto con una proyección internacional enorme”.

¿Ha vivido la ciudad un efecto Guggeneheim con su obra? “Metropol Parasol ha tenido un efecto Guggenheim para Sevilla, aunque en Bilbao se trataba de una zona a las afueras que no era muy atractiva, mientras que en Sevilla hablamos de una obra arquitectónica en el centro de la ciudad. No se trata de una obra turística, sino de un edificio hecho para la gente de Sevilla, que puede pasear por aquí, tomarse un café, ver las vistas de la ciudad desde arriba. Tiene un efecto directo sobre la vida de los ciudadanos, mientras que en Bilbao no es así”, aclara Mayer.

La arquitectura moderna como motor económico

El arquitecto cree que las ciudades andaluzas necesitan una planificación urbanística quirúrgica que reactive la economía. “Es importante que se tomen medidas acupunturales, por decirlo de alguna manera, para que la arquitectura moderna se convierta en un motor económico. Eso sí, es muy importante decidir dónde tienen sentido esas intervenciones, ya que en Cádiz se planeó el museo del flamenco pero no se llevó a cabo y en Córdoba se hizo un museo al otro lado del río que no ha terminado de cuajar”.

Pero, ¿se volverán a hacer grandes obras en nuestro país? “Estoy seguro de que a España le volverá a ir bien en unos años y que se volverán a hacer proyectos muy interesantes. Los arquitectos alemanes miramos con envidia a España al ver la arquitectura tan maravillosa que se ha hecho aquí en las últimas décadas”, asegura Mayer.

En cuanto a la ciudad del futuro, cree se parecerá mucho a Berlín, “un lugar donde la gente será capaz de disfrutar de su cultura y de hacerla evolucionar en convivencia con otras culturas diferentes”. La movilidad será “otro aspecto clave. Las ciudades europeas han vivido una auténtica revolución con la bicicleta en los últimos diez años, como en Copenhague donde hay hasta autopistas para bicicletas”, destaca. Eso sí, espera que la ciudad del futuro no tenga edificios de esos ‘arquitectos estrella’ que “hacen el mismo edificio en España, en China y en Noruega… no tiene sentido”.

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