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Sobre este blog

Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

Sobre la municipalización de BiciMad: a ver si a la tercera va la vencida

La gestión de las bicis públicas de Madrid pasa a ser de la EMT y, por tanto, verdaderamente pública

Pedro Bravo

Reconozco que la noticia de que el Ayuntamiento de Madrid se queda por fin con el servicio de BiciMad me ha pillado con el pie cambiado o, más bien, deambulando entre tótems en busca de una bici que funcione. Se sabía que era la intención y que se estaba negociando pero, después de una semana de la movilidad poco valiente, no lo esperaba tan pronto. Sin embargo, saltó la sorpresa: la Empresa Municipal de Transportes (EMT) se hace con el contrato que hasta ahora tenía Bonopark S.L.

A cambio de 10,5 millones de euros, básicamente lo que quedaba por pagar en los diez años restantes de contrato, la EMT se queda con “los activos no amortizados del sistema: hardware y software, bicicletas, maquinaria y equipos técnicos, construcciones, mobiliario y existencias”. Por la tarde, en las estaciones de BiciMad y en los bares, se hablaba del tema como se habla de un partido de Champions. Normal, estamos todos hasta el gorro del asunto y era necesario alguna noticia al respecto.

No es una noticia, es un notición. No es nada habitual la municipalización de un servicio público de alquiler de bicicletas y menos en una gran capital. Hasta hace poco, el negocio se lo repartían gigantes como Clear Channel y JC Decaux y, aunque ahora hay otros operadores de distintos tamaños en la partida, la norma sigue siendo la de empresas privadas al servicio de ayuntamientos —si alguien quiere buscar, este mapa mundial del bike sharing puede ser una buena fuente—.

También es una noticia con aumentativo porque demuestra que sí se puede y que puede ser la manera de solucionar otro contrato que tiene a Madrid maloliente, el de la limpieza.

Es el único notición posible. Lo es si queremos tener bicis públicas de alquiler mañana o dentro de un mes o dentro de dos años. Es un hecho que Bonopark, la empresa contratada, era incapaz de hacer que el sistema funcionase con las condiciones exigidas.

Además, y esto es una impresión personal, parece como si últimamente se estuviese dejando llevar y haciéndolo aún peor, quizás para acelerar la solución y quitarse cuanto antes el marrón. Seguir así con esa empresa, por tanto, no era una opción.

Tampoco parecía muy posible pasarle esta infraestructura a cualquier otra operadora, acostumbrada a su sistema. Rescindir el contrato y dejar que se llevasen las bicis, los tótems y demás, peor. Aunque a alguno le pueda sonar a justicia, significaría empezar de menos que cero: sacar el concurso, tomar la decisión y esperar a la puesta en marcha de un nuevo sistema. Lo que sería un paso o dos atrás en la normalización de la bici de esta ciudad con tan pocas bicis y tantas ganas de ellas.

¿Funcionará? Ni idea. Servidor sí cree, no como otros, que la EMT es muy capaz de llevarlo adelante. Ya gestiona bastante bien los autobuses y no es lo de la bici pública un lío más grande. Al contrario, le puede dar agilidad en la toma de decisiones (para futuras ampliaciones e incluso nuevas estaciones sueltas) y calidad de verdadero servicio público.

Lo que extraña, después de leer la nota de prensa y el informe de la propia EMT —un informe, por cierto, que a veces parece más un discurso que un análisis y exposición de datos—, es que Bonopark siga como proveedor tecnológico, algo que, hasta ahora, ha demostrado hacer regular tirando a fatal. Esto deberían explicarlo mejor. Y también extraña que no se mencione explícitamente el reforzamiento de la seguridad de los enganches entre las actuaciones urgentes a realizar durante el periodo de transición de seis meses (se habla de unas guías pero no se ve una solución de seguridad clara para este tema).

Una nueva gestión puede ayudar a mejorar las cosas, pero hace falta mucha mejora para que podamos recuperar la confianza en un servicio que ha sido bastante cutre.

Conclusión. No la hay. Éste es un primer paso de un nuevo camino para nuestras bicis públicas. El objetivo de todos es tener un BiciMad decente, confiable, que haga su función de servicio público, que fomente el uso de la bici y ayude a tener una ciudad mejor.

Ojalá pueda ser así con la EMT, sería más barato, más conveniente y más lógico pero, tanto si es así como si por alguna carambola acaba siendo externalizado otra vez, se abren nuevas posibilidades: hacer ampliaciones por encima de las 4.000 estipuladas en el contrato (cosa que se ha medio adelantado en las comunicaciones oficiales); llevar las bicis a barrios fuera de la almendra para de verdad competir contra el coche; ver la posibilidad de incluir bicis convencionales, no sólo eléctricas; usar los tótems y las bicis como plataformas de comunicación de las virtudes de la movilidad sostenible; incluir un contrato publicitario como ocurre en otras grandes ciudades para costear los gastos de operación; que, aparte de que la EMT mejore los sistemas de seguridad de los enganches, los madrileños aprendamos por fin a respetar nuestras cosas; ver cómo se relacionan estas bicis con motor eléctrico con los ciclistas rasos en las nuevas vías ciclistas segregadas previstas… Mucha tela que cortar como para acertar hoy lo que va a pasar.

Sólo nos queda el ojalá. A veces parece como si Madrid tuviera una maldición con el tema del servicio público de alquiler: no funcionó ni a la primera prevista por Gallardón (el concurso de 2010 se quedó parado con la excusa de la crisis), ni a la segunda de Botella. A ver si con esta tercera, vencemos todos.

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Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

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