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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Aviones nuevos vendidos como chatarra y otros desastres en la reconstrucción de Afganistán

Llegada a Afganistán de tres helicópteros Tigre en 2013 para proteger a las tropas españolas.

Javier Biosca Azcoiti

Estados Unidos se ha gastado más dinero intentando reconstruir Afganistán de lo que se gastó en el Plan Marshall para levantar todo un continente destruido por la Segunda Guerra Mundial (y eso después de aplicar la inflación correspondiente). Y aun así, no lo ha conseguido. 120.000 millones de dólares invertidos desde 2002 en la reconstrucción de un país y un gobierno que a día de hoy controla poco más de la mitad de su territorio.

En palabras del exgeneral Stan McChrystal, jefe de la misión internacional en Afganistán entre 2009 y 2010: “Hoy, cualquier cosa parecida al éxito parece más lejana que nunca. La presencia e influencia de los talibanes está probablemente en su máximo nivel desde que el grupo perdió el poder en 2001”.

Estados Unidos planificó con éxito la expulsión de los talibanes del poder, pero no lo que vendría después. Por eso Afganistán se ha convertido en la guerra más larga de la historia de EEUU y por eso se han desperdiciado tantos millones de dólares.

En Afganistán se ha visto de todo. Desde una flota de lanchas de tres millones de euros para patrullar un río (Afganistán no tiene acceso al mar) y que cuatro años después de la compra seguía estacionada en Virginia (EEUU), a aviones por valor de 486 millones de dólares que, sin apenas utilizarse, los afganos optaron por vender como chatarra a una empresa de construcción por 10 céntimos el kilo.

“En Afganistán encontramos basura, fraude y abuso prácticamente mirásemos donde mirásemos: desde aviones que no pueden volar y una fuerza naval que compró EEUU para un país sin salida al mar, a edificios por los que pagó Estados Unidos y que literalmente se deshicieron con la lluvia”, afirmó este mes John Sopko, inspector especial general para la Reconstrucción en Afganistán (SIGAR) –una agencia del gobierno estadounidense creada en 2008 para supervisar el gasto de Estados Unidos–, en un evento organizado por el think tank Chatham House.

“Los donantes internacionales, liderados por Estados Unidos, metieron demasiado dinero, demasiado rápido y en una economía demasiado pequeña que no pudo absorberlo”, añadió.

Baños sin tuberías

En muchas ocasiones Estados Unidos subcontrataba un trabajo y no lo supervisaba hasta que este estaba terminado. Para su sorpresa, a menudo no pudieron utilizar jamás esas inversiones millonarias por fallos esenciales.

En un caso, la subcontrata estadounidense construyó unos baños y duchas por valor de 130.000 dólares que no tenían sumidero, servicios de alcantarillado ni fontanería. En una país donde apenas la mitad de la población tiene acceso a un baño, no supervisar su construcción e instalación no parece la mejor idea. En otra ocasión, todo un complejo de cinco edificios por valor de 2,4 millones de dólares se tuvo que abandonar tras terminarlo porque nadie se había dado cuenta de que se estaba construyendo en el lugar equivocado, fuera del perímetro de seguridad.

En un reciente informe de SIGAR se explica que 15 de los 20 hospitales de toda una provincia afgana construidos gracias a la ayuda estadounidense no están donde EEUU cree que están. El equipo de investigación utilizó las coordenadas GPS proporcionadas por el Gobierno, pero los encontró con dificultades a más de 10 kilómetros de distancia del lugar indicado. Además, el documento asegura que ocho de los 20 hospitales no tiene un suministro eléctrico estable.

El último ejemplo de derroche denunciado por la oficina es la inversión de 60 millones de dólares en la compra e instalación de sistemas de escáner de mercancías para evitar el tráfico ilegal, uno de los principales problemas del país. Estados Unidos compró e instaló en 2006 ocho de estos aparatos en distintos puntos de la frontera afgana, así como en el aeropuerto de Kabul.

En abril de 2017, SIGAR reveló que solo estaba en funcionamiento uno de ellos, el del aeropuerto. “En el resto de puntos, el equipo se volvió inutilizable tan pronto como los formadores estadounidenses se fueron de allí y se lo entregaron al Gobierno de Afganistán”, sostiene el informe. Algunos de estos aparatos no llegaron a funcionar nunca y todavía están embalados.

Ejército sin soldados

Una de las principales prioridades de Estados Unidos en la reconstrucción del país ha sido la creación de un ejército y una policía fuertes. Sin embargo, como denuncia SIGAR, el Gobierno estadounidense ha trabajado continuamente en contra de sus propios intereses a este respecto.

Estados Unidos ha financiado y armado a milicias locales que cobraban más que el ejército y que, a diferencia de los soldados oficiales, se les permitía trabajar cerca de sus hogares. Como resultado, el ejército afgano ha tenido dificultades para encontrar reclutas suficientes, ya que todos los posibles candidatos preferían servir en milicias, acusadas de abusos y violaciones de derechos humanos.

El general Joseph Dunford, militar de más alto rango de Estados Unidos y antiguo jefe militar de la operación en Afganistán, afirmó en 2014: “Las fuerzas de seguridad afganas empezarán a deteriorarse [con la retirada de las tropas de la coalición]. Creo que el único debate es el ritmo de ese deterioro”.

Pero si Estados Unidos no se coordina consigo mismo para alcanzar sus objetivos, tampoco lo hace con sus socios de coalición ni con el Gobierno afgano. “Mientras los diplomáticos reprendían al régimen de Karzai por su comportamiento inmoral, el Ejército estaba ocupado pagando a señores de la guerra en zonas donde las agencias de desarrollo intentaban mejorar la gobernabilidad”, afirmó Sopko.

Como sostiene el jefe de SIGAR, inundar Afganistán de dinero ha fomentado la corrupción, y no sólo en el gobierno afgano. La agencia estadounidense tiene registrada toda una lista de civiles y militares estadounidenses acusados y condenados.

La mayoría se han llevado mordidas por conceder proyectos de reconstrucción (los mismos proyectos que luego no supervisaban), pero también hay casos de robo de petróleo y otro tipo de tramas que incluso continuaban cuando los responsables ya no estaban en Estados Unidos.

Para el inspector especial, uno de los principales errores en la reconstrucción de Afganistán es que todo el personal estadounidense, militar o civil, rota cada año o incluso antes. “Es una lobotomía anual”, critica. “Hemos librado 16 guerras de un año en Afganistán, cada una con sus propias diapositivas Power Point”.

Estados Unidos ha encargado a Sopko criticar y vigilar su misión en Afganistán. Aun así, reconoce: “Hace no mucho, es muy probable que SIGAR recibiese del Ejército más críticas que alabanzas. Sin embargo, en recientes audiencias en el Congreso, tanto el secretario de Defensa como el jefe del Estado Mayor de la Defensa han destacado que están utilizando el 'análisis del fracaso' proporcionado por SIGAR para el desarrollo de la nueva estrategia de EEUU”. 17 años después, Estados Unidos no ha aprendido la lección en Afganistán, pero tiene las herramientas para hacerlo.

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