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“El entorno social debería captar las señales de desesperanza de un suicida potencial”

El psiquiatra Jon García Ormaza

Eduardo Azumendi

Cuando el psiquiatra  Jon García Ormaza decidió analizar la evolución de los suicidios en Barakaldo (Bizkaia) su objetivo principal era que su estudio sirviera para que el suicidio dejara de ser un tema tabú. Además, pretendía instruir a la población para que sea capaz de detectar las señales de alarma que emiten las personas que pueden tener pensamientos suicidas.

El análisis de la evolución de las tasas de incidencia de suicidio en el municipio de Barakaldo en el periodo 2003-2014 refleja los grupos sociales en los que se ha incrementado el número de suicidios por motivo de la pérdida del empleo. “El suicidio es el resultado de una compleja interacción entre múltiples factores, entre los que cabe destacar los factores clínicos, antecedentes psiquiátricos y psicosociales, y pérdida de la red de apoyo social, el empleo o el estrés agudo”, señala Jon García Ormaza, quien ejerce de psiquiatra en el Hospital de Cruces y también es profesor de Psiquiatría en la Universidad del País Vasco.

La crisis económica que afecta a Europa desde el año 2008 tiene consecuencias en dos de estos aspectos: por un lado provoca un aumento del desempleo y, por otro, la población cuenta con menos recursos económicos. “De hecho, a partir de esa fecha, se empieza a propagar en la opinión pública una cierta alarma: empieza a aparecer información que no siempre está contrastada, diciendo que existe una clara relación entre el incremento de los suicidios y la crisis económica”, explica García Ormaza. Con el fin de contrastar científicamente estas ideas, decidió abordar el estudio del registro de suicidios de vecino del municipio de Barakaldo en un periodo de 12 años, desde 2003 hasta 2014 “y ver cuál es la incidencia de las tasas de suicidio antes y después de la crisis económica”. Ese límite o esa barrera se establece en el año 2008, que es cuando la tasa de desempleo en Barakaldo se dispara: en 2004, la tasa de desempleo era del 9% y a partir de 2008 fue aumentando hasta llegar al 20% en 2012. “Vimos que no hay un aumento estadísticamente significativo del suicidio a partir de 2008 en la población general; las tasas de suicidio son relativamente estables, de unos ocho fallecimientos por suicidio al año por cada 100.000 habitantes”, apunta García. Sin embargo, al afinar un poco más el estudio y focalizar en los distintos grupos sociales, “sí que vimos diferencias. Concretamente, observamos un incremento estadísticamente significativo en dos subgrupos: en el de personas con antecedentes psiquiátricos y en el de mujeres jóvenes, en edad de trabajar [menores de 65 años]”.

En los casos del primer grupo, las principales patologías que sufrían estas personas eran las adicciones (consumo perjudicial de alcohol y/u otras sustancias), seguidos de los trastornos de ansiedad y los trastornos depresivos“. En el caso de las mujeres jóvenes es destacable que todos los casos de suicidio se registraron en los distritos socioeconómicamente más desfavorecidos de Barakaldo.

Prevención

Según García Ormaza, los resultados de su estudio deben servir “para invertir los limitados recursos que existen para medidas de prevención del suicidio allí donde son más necesarios. Y por lo que hemos visto, son más necesarios en las zonas más vulnerables, en el caso de mujeres jóvenes, y también en el caso de las personas con enfermedades psiquiátricas aparentemente menos severas como alcoholismo, ansiedad y depresión”. “Pero también es cierto —añade— que un tercio de las personas fallecidas por suicidio en Barakaldo no tenía antecedente psiquiátrico alguno conocido”. Eso está relacionado con el papel que puede jugar el entorno social de esas personas. Así lo explica: “Una persona que concibe la idea del suicidio puede pasar al acto de manera impulsiva ante una situación vital muy estresante. El entorno social debería captar las señales de desesperanza de estas personas y remitirla a un profesional sanitario”.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) muchos suicidios se pueden prevenir. “Las principales medidas de prevención incluyen limitar el acceso a métodos letales, tratar a las personas que padecen trastornos mentales, realizar un seguimiento activo de las personas con intentos de suicidio previo, fomentar el tratamiento responsable del suicidio en los medios de comunicación, e instruir en su detección a los profesionales de atención primaria. Siempre que una persona verbaliza desesperanza, debe remitirse a la mayor brevedad posible a un profesional sanitario”.

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