La imparable caída de la natalidad fuerza el debate sobre la eficacia de las ayudas por hijo
Las ayudas por hijos son un derecho subjetivo que tienen los ciudadanos vascos. Hasta hace unos pocos años, la partida prevista por el Gobierno vasco siempre se agotaba debido a la demanda. Pero en 2015 y 2016 no ha sido así. El Departamento de Políticas Sociales no se gastó todo lo presupuestado en 2015: le sobraron 300.000 euros en una partida de 27,5 millones. Con el mismo nivel de gasto previsto, en 2016 han sobrado dos millones de euros (un 7%) después de atender la totalidad de las 32.700 solicitudes tramitadas en 2016. La imparable caída de la natalidad es la causa de que no se agoten las ayudas. En Euskadi la tasa de natalidad ha vuelto a reducirse llegando a los niveles de 2002. En los años 2015 y 2016 se registraron unas reducciones de 2,8% y 2,1% respectivamente, lo que videncia que la caída en las tasas de natalidad está estrechamente ligada al ciclo económico.
La falta de demanda pone en evidencia la necesidad de reflexionar sobre la eficacia de esta fórmula para incentivar la natalidad y la urgencia de buscar otras soluciones que permitan asegurar que las mujeres que quieren tener hijos no tengan que sacrificar su carrera profesional para tenerlos.
La consejera de Empleo y Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal, ha lanzado este debate en el Parlamento vasco. “Cuando hablamos de apoyo a las familias no debemos limitarnos a ayudas económicas. Es necesaria una visión amplia que dé respuesta a las necesidades de todas las familias. Además de los cambios en las estructuras familiares, se ha producido una revolución silenciosa protagonizada por las mujeres y su acceso a la participación social plena, lo que ha generado efectos colaterales como la caída de la natalidad y el retraso en la edad de emparejamiento y en la fecundidad”.
Hándicap
La máxima responsable de las políticas sociales en Euskadi estima que “existe un importante hándicap: la lentitud con la que los hombres se implican en la participación del trabajo doméstico o en el cuidado de personas dependientes dentro de las parejas. La responsabilidad sigue recayendo en las mujeres y, de forma más intensa, cuando o no están ocupadas o disponen de un empleo a tiempo parcial”. El resultado es que las mujeres que buscan estrategias de conciliación de la vida familiar y laboral se ven obligadas a abandonar el trabajo remunerado o a ajustarlo; a reducir el número de hijos o a no tenerlos; buscar un servicio o apoyo doméstico para las tareas del hogar y de cuidados a familiares dependientes.
“Las preferencias colectivas”, ha explicado Artolazabal, “se articulan por tener dos hijos, lo que requeriría servicios de guardería como medio esencial para reducir los costes de oportunidad de la maternidad; con un cuidado de calidad que no expulse a las madres de ingresos bajos del mercado de empleo; con bajas de maternidad que por ser breves o largas no inhiban la vuelta al empleo; y con ayudas a los ingresos a través de subsidios familiares. Se supone que cada nueva hija o hijo comporta un aumento del 20% del consumo de la familia”.
Para Artolazabal, “el debate de las medidas de apoyo a las familias ha de ir más allá de las ayudas económicas”. “Las ayudas económicas siempre son bienvenidas, pero hay que evaluar su efecto: si es socialmente más conveniente invertir en todas las familias por igual, o sobre las que tienen dificultades económicas; o si es más efectivo facilitar ayudas a la conciliación que a las ayudas por hijos e hijas. El modelo de gasto en prestaciones económicas de apoyo a las familias de rentas bajas vigente en Euskadi presenta, en conjunto, un nivel de protección homologable al de los países de la Unión Europa de nuestro entorno. Nuestro reto consiste también en la articulación de medidas que apoyen a las rentas medias”.
