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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Las ONG buscan en la calle lo que las instituciones les niegan

Natalia González de Uriarte

Colaborar con una ONG es fácil si uno así lo desea. De hecho, ni siquera es necesario acudir a ellas para mostrar predisposición porque son ellas quienes buscan y encuentran en cada esquina un asomo de filantropía. Las brigadas del 'face to face'- término acuñado del inglés que hace alusión a la comunicación directa, el cara a cara- han invadido las calles céntricas de la ciudades para comunicar su labor y sensibilizar al ciudadano de a pie con esas causas para así, de paso, lograr aportaciones económicas en la medida de las posibilidades del potencial benefactor.

Las ONG han incrementado las presencia de sus captadores a la vista de los buenos resultados que les reporta esta técnica, según aseguran sus portavoces y para paliar el descenso de aportaciones públicas sobrevenido tras la crisis. “A finales de 2013, había 51,2 millones de personas desplazadas forzosamente en el mundo a consecuencia de la persecución, los conflictos, la violencia o las violaciones de derechos humanos. Esta realidad es cada vez más conocida por la sociedad que se vuelca con los refugiados y desplazados, y la respuesta en la calle está siendo muy positiva. Es por ello por lo que hemos aumentado nuestra presencia, para poder así enviar más fondos a todas estas personas que han tenido que huir de sus casas y dejarlo todo atrás”, explica Amaia Celorrio, responsable de Relaciones Públicas del Comité español de ACNUR.

Visibilizar el trabajo

Desde Amnistía Internacional reconocen también que la fórmula, que en su caso incorporaron en el 2011, es fructífera. “Arrancamos con un equipo en Madrid, al que luego se sumaron dos equipos en Barcelona y uno en Vitoria. El diálogo directo es una forma más de conseguir crecer en nuevos socios y socias que nos apoyen, al tiempo que acercamos la organización a la calle, y visibilizamos el trabajo que hacemos por la libertad de expresión, el derecho a la salud, por los derechos de mujeres y niñas etc.”, aclara el activista de la organización no gubernamental Ángel Gonzalo.

Pero no todo son buenas percepciones. Al mismo tiempo que lograr adeptos a su causa pierden credibilidad por el camino entre aquellos ciudadanos que dicen sentirse acosados por los agentes de calle. El desmesurado entusiasmo de algunos y su excesiva insistencia molestan al personal que huye despavorido en dirección contraria cada vez que se cruza con el activista pedigüeño ataviado con el peto distintivo de ONG. “Médicos Sin Fronteras cuida mucho la imagen que da en calle. Tenemos equipos directamente contratados por la organizacion que visitan semanalmente nuestras oficinas para formarles de cómo y dónde hacemos nuestro trabajo. Ademas somos muy respetuosos con toda persona que intentamos parar para explicarle nuestro trabajo, siempre con respeto y educación”, asegura Iván Val, de Médicos Sin Fronteras.

“Los activistas no podrían ir a las zonas en conflicto si yo no estuviera aquí”

Pese a la valoraciones positivas de las ONG consultadas, que aseguran no registar apenas incidencias, las hay. “No es fácil, hay gente que puede ser muy desagradable. Pero creo que ese rechazo está provocado por el desconocimiento. Nos reprochan que solo queremos sacarles dinero y que vamos a comisión. En nuestro caso no es cierto. Nos dedicamos a informar y luego la gente es libre de colaborar o no. Pero todos esos momentos desagradables, que en una mañana pueden repetirse hasta 15 veces, se olvidan cuando das con una persona, ya no que vaya a colaborar sino que muestra interés, te comenta que valora el trabajo de tu organización, te atienda y te escuche”, relata Ana De Lamo, trabajadora del Comité español de Acnur.

Las críticas se extienden también hacia las condiciones laborales de estos trabajadores de calle, ya que en algunos casos se trata de trabajos precarios y mal remunerados. Estas situaciones chocan frontalmente con la filosofía y misión de las organizaciones que luchan por la justicia social y luego no la aplican entre sus empleados. “Nosotros somos afortunados porque tenemos buenas condiciones laborales. Tenemos contrato y sueldo base. Por el trabajo de cuatro horas y media cobro el doble de lo que percibía por empleos en tiendas. Yo quisiera continuar con él. La experiencia demás es muy positiva. Adquieres habilidades sociales y desarrollas tu talento. Además considero que nuestra labor es muy necesaria. Somos un equipo. Los activistas no podrían ir a ayudar a UNRWA u otras zonas en conflicto sino yo no estuviera aquí. Nadie se levanta por la mañana y piensa en colaborar con una ONG, hay que salir a buscarlos a la calle”, declara De Lamo.

Para facilitar las colaboraciones el abanico de modalidades se ha ampliado frente a la rígida aportación mensual vigente hasta hace unos años. “Amnistía Internacional se financia fundamentalmente por las cuotas de socios y socias. La prioridad sigue siendo crecer en socios y socias porque la suma de sus aportaciones permiten garantizar una estabilidad económica para seguir trabajando durante muchos años. No obstante, existen otras formas de colaborar económicamente con la organización, como las donaciones puntuales, los eventos, las herencias y legados, o la compra de mercaderías. Las posibilidades son infinitas, siempre de acuerdo con la legalidad y en respeto del marco ético de Amnistía Internacional para la captación de fondos”, aclaran. En el Comité español de Acnur también siguen esta práctica. “Hemos flexibilizado las formas de colaborar. Por ejemplo, en el caso de las personas que nos cuentan que su situación económica ha empeorado, les ofrecemos reducir su cuota o dejarla en suspenso temporalmente, para que cuando su situación mejore, puedan seguir colaborando. Nuestros socios agradecen muchísimo estas opciones porque a pesar de todo pueden seguir vinculados a nuestra organización”.

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