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Cómo trabajan y qué piensan las prostitutas feministas de Madrid

Varias integrantes de AFEMTRAS realizaron una performance para presentar la plataforma el pasado 14 de octubre

Marta Borraz

En sus voces se esconde la reivindicación de unas 200 mujeres. Antonella y Cori esperan sentadas en los taburetes de plástico que han comprado mientras ladean la cabeza de vez en cuando para fijar sus ojos en los coches que atraviesan la carretera. “Mira”, dice Antonella señalando con el dedo a Marcela, que se acerca a paso lento, “mantenemos la zona limpia”. Mientras ella habla, Marcela abre una bolsa negra atada a un árbol y tira la basura. Al rato se unen María y Ninfa, que al igual que sus compañeras forman parte de la Agrupación Feminista de Trabajadoras del Sexo (Afemtras).

Todas vuelven al trabajo, salvo Antonella y Ninfa, que comienzan a recordar los orígenes de la plataforma. El grupo, que reúne a varias de las prostitutas que ejercen en el polígono Marconi de Madrid, se presentó públicamente a principios de octubre, pero la idea ya llevaba rondando sus cabezas desde hacía tiempo. Fue la entrada en vigor de la Ley de Seguridad Ciudadana, la llamada 'Ley Mordaza', el pasado 1 de julio la que finalmente motivó su puesta en marcha. “En un solo día nos pusieron treinta multas”, denuncia Ninfa, una de las impulsoras del colectivo.

Varias de ellas recorren de vez en cuando el polígono para darse a conocer. “Compañera, somos de Afemtras y estamos intentando mantener limpia la zona”. Ninfa se dirige a dos prostitutas que intentan captar clientes en “el Gato”, otra zona del polígono en la que “hay más suciedad”, explica. Una de las prioridades de la plataforma es fomentar la higiene, para lo que ellas mismas atan bolsas de basura a los árboles porque “aquí hay muy pocos cubos”, denuncia Antonella, que lleva ejerciendo la prostitución desde hace 15 años. “A mí me encanta mi trabajo, me siento libre, prefiero esto a las imposiciones de cualquier empresario”, relata.

Su voz en el Ayuntamiento de Madrid

Afemtras pretende que sus demandas alcancen las instituciones. De hecho, se han reunido ya con Marta Higueras, vicealcaldesa del Ayuntamiento de Madrid, y Guillermo Zapata, concejal del distrito de Villaverde. “Esto no había sido posible con otras administraciones, es la primera vez que escuchan nuestras voces”, celebra Antonella. Pero de lo que más orgullosas están es de haberse unido: “Las prostitutas nos hemos organizado y hemos empezado a tomar conciencia de grupo porque unidas podemos luchar contra el abandono institucional, por separado no”, resume Ninfa.

Insisten en que entienden las quejas de los vecinos, con los que se marcan como prioridad establecer un diálogo y, por eso, han elaborado una serie de compromisos. Entre ellos se encuentran la limpieza, no ofrecer servicios en lugares cercanos a viviendas, colegios o parques y utilizar una vestimenta “acorde con el entorno”. Pero la plataforma no solo quiere limpiar las calles de Marconi de suciedad, también de estigmas.

“Los clientes nos maltratan”, “las prostitutas ensucian la calle” o “una prostituta no puede ser buena madre” son algunos de ellos. “Somos conscientes de que ejercemos un trabajo...”, Ninfa comienza la frase, “que no está bien visto” y Antonella la termina. Aún así, luchan por que la prostitución “sea normalizada y reconocida como un trabajo”, para lo que ven indispensable la concesión de un marco de derechos laborales. Give me rights (“dame derechos” en inglés) es la frase que decora las camisetas que han diseñado para la plataforma. 

“Nos consideramos mujeres valientes”

Su postura choca de frente con parte del movimiento feminista, el llamado abolicionismo, que identifica la prostitución con la violencia y la mercantilización del cuerpo de las mujeres. Tras una y otra posición se libra una guerra de cifras: algunas organizaciones aseguran que una de cada siete mujeres la ejerce contra su voluntad, otras contabilizan el 90%.

Afemtras no niega la existencia de la trata de mujeres con fines de explotación sexual, una violación de derechos humanos “a la que nos enfrentamos con gran sensibilidad”. Pero se oponen a vincular de forma indiscutible la prostitución a la explotación porque “nosotras trabajamos de manera voluntaria”. 

Antonella y Ninfa se sobresaltan cuando se les pregunta si es contradictorio ser feminista y prostituta. Se miran y se atropellan una a otra al intentar contestar. “Una de nuestras luchas es que no se discrimine a ninguna mujer, pero tampoco por el hecho de ser prostituta”, afirma Ninfa. Asegura que se declara feminista desde que es trabajadora del sexo porque “aquí tengo la capacidad de decidir, de escoger con quién me voy o qué servicios no hago y eso me empodera”.

Por eso, dice Antonella, “nos consideramos unas mujeres valientes”. Reconocen que hay prostitutas que no viven su misma situación y reiteran que su intención no es banalizar la trata, “al contrario, queremos separarla del trabajo voluntario”. Pero también rechazan cualquier argumento que se apropie de su voz porque quieren ser escuchadas directamente, sin intermediarios: “Me quieren hacer sentir que tienen que decidir por mí, pero para eso ya está el patriarcado y el machismo ¿no?”, concluye Ninfa.

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