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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Los pescadores deportivos piden diezmar la población de cormoranes para que no se coman sus trofeos

Un cormorán grande

Raúl Rejón

Hay pocas truchas para morder los anzuelos en los ríos del norte de España. Y los pescadores deportivos culpan a las aves de que sacan pocos trofeos del agua. Por eso, han pedido diezmar las poblaciones de cormoranes porque, dicen, provocan “un grave impacto en la poblaciones de salmónidos” al alimentarse de estos peces. Solicitan eliminar la mitad de la población.

La trucha está considerada en estado vulnerable por el Atlas y Libro Rojo del Ministerio de Medio Ambiente. Entre las agresiones descritas en este documento están “la pérdida de hábitat por las infraestructuras hidráulicas el aumento de los vertidos de origen industrial, urbano o agrícola” e incluso se señala “la pesca deportiva en muchas regiones”. Nada aparece de la depredación natural.

Sin embargo, las sociedades y asociaciones de pescadores en Galicia y Asturias consideran que los cormoranes comen demasiado: “Entre 66 y 44 toneladas por temporada de siete meses”. También sostienen que el número de cormoranes en Europa “se ha multiplicado por 20 en 25 años, según dijo el Parlamento Europeo”.

Este discurso ha hallado eco político. Foro Asturias ha calificado a los cormoranes, las garzas y las nutrias como “plagas de depredadores” para justificar los controles, es decir, las cacerías. De momento, las autoridades se han colocado de perfil.

“Es una salvajada sin criterio”, contrapone Nicolás López, de la Sociedad Española de Ornitología (SEO-Birdlife). La SEO ha coordinado un nuevo censo de la especie a instancias de la Comisión Europea y junto a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza para calibrar los posibles daños.

Según López, “las poblaciones en el norte no crían, solo pasan el invierno”. Además asegura, basándose en sus trabajos aún sin publicar, que “en Galicia han crecido un poco pero en Asturias, Cantabria y Euskadi han caído ligeramente”. Con todo, el ornitólogo subraya que “los cormoranes comen peces, eso es innegable”, pero luego reitera que los problemas de las truchas vienen “de la contaminación de las aguas, las microcentrales eléctricas, las presas...”

La solicitud concreta de los colectivos de pesca es que se redacte y apruebe un “plan de actuación” que en el caso de Asturias “entre en vigor el 1 de septiembre, prolongándose hasta el 1 de abril de 2018”. Calculan que la caza supondrá un efecto “irrelevante” para los cormoranes en general e instan a que los guardias forestales vayan con dos cazadores “a propuesta de las asociaciones de pescadores” para completar las batidas.

Los últimos datos remitidos por las comunidades autónomas sobre las licencias de pesca –registradas en 2013– decían que en Asturias había vigentes unos 22.800 permisos, en Galicia 83.000 y en Cantabria 9.700. La estadística oficial del Ministerio de Medio Ambiente muestra que ese año, en Asturias se capturaron un millón de truchas comunes, una cantidad tan elevada que siembra dudas sobre el rigor del registro oficial de la región.

Caza a gran escala

Los cormoranes no son una especie cinegética. No pueden cazarse. A pesar de no estar amenazada, goza de la protección de la directiva Aves. La única manera legal de saltarse ese blindaje y llevar a cabo un plan como el que sugieren los pescadores deportivos es acreditando un “grave daño” por parte de las poblaciones de aves. Y que no existe alternativa posible para atajarlo.

Estas aves pescadoras y su choque con la pesca han sido objeto de atención en la Unión Europea desde hace tiempo. La Comisión emitió un dictamen en 2013 donde explicaba que este perjuicio –que incluye a las piscifactorías y los intereses económicos de la pesca recreativa– requiere que “la depredación de los cormoranes sea la causa más probable de la reducción de capturas”. También indica que “la existencia de cierto número [de estas aves] incluso si consumen una gran cantidad de peces al día no puede ser considerada automáticamente como una situación de daño severo”.

Una de las alegaciones que han realizado los grupos de pescadores recreativos es que este es un problema que se ha abordado ya con fórmulas similares en otros países europeos. Ha habido experiencias de caza programada en Francia, Alemania o la República Checa. Otros países usaron métodos más incruentos para ahuyentarlos.

La evaluación de los diferentes planes concluyó que cada caso es específico. En Francia se hizo un programa de caza a gran escala que permitió matar cientos de miles de cormoranes en la primera década del siglo XXI. “A pesar de la caza, no se ha observado ningún efecto en el número de ejemplares invernantes”, explica la evaluación. Lo mismo ocurrió en la región alemana de Baviera donde se mató cada invierno entre 2.800 y 8.700 aves entre 1996 y 2009.

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