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La falacia de los “partidos constitucionalistas”

Jesús López-Medel

Los partidos políticos, a través de los argumentarios oficiales, repican como campanas huecas determinadas frases e ideas cada día en función de lo que interesa al partido decir como una sola voz. Con el apoyo solícito, interesado y deshonesto de los medios de comunicación españoles clásicos, esas letanías, ajustadas a cada momento, lo único que buscan es instalar en el cerebro de la gente ese interesado lema concreto a cada instante y hacérselo creer.

Pero a veces no es sólo una idea de un único partido sino de varios conjuntamente en el mismo sentido. ¿Es acaso un milagro? No. Ello responde a que esos que repican de modo cansino pero insistente ese mantra lo que hacen es repetir una idea que conjuga en armonía a quienes reiteran lo mismo. Ello denota un fondo común.

¿Qué une al PP, al PSOE y a C's? Sobre todo, la defensa de los intereses económicos predominantes sobre los políticos porque estos son esclavos felices de aquellos.

En este sentido, hay algo común reiterado desde hace un año y cuyo empleo simultáneo de esos políticos y los periódicos del régimen revela el maridaje más ensamblado de la ausencia de libertad de prensa (luz roja de nuestra democracia decreciente), con la defensa de turbios y amancebados intereses económico-políticos.

Pues bien, hay un mantra repetido por esos tres partidos cuya alianza ha triunfado. ¿Les suena la expresión “partidos constitucionalistas”?

Es la fórmula excluyente mediante la cual insisten en demonizar a otro partido, el tercero en escaños y a escasa diferencia de un segundo cada vez más mortecino. Se trata de negar valor representativo de una fuerza emergente que ha conseguido en apenas dos años de existencia cinco millones de votos. Y eso con todos los medios informativos en hostilidad constante y sin créditos e hipotecas (afortunadamente).

Quienes creemos y militamos en la democracia no restamos valor –aunque no nos guste– a la representatividad de la sociedad española (acaso sea ese el problema) en los escaños de otros partidos, pero nos molesta igual cuando quieren encapsular la legitimidad democrática en ellos solos o negar este valor a aquellos que encarnan el viento político más vigoroso y de cambio. ¿Es que acaso sólo representan al pueblo los que quieren que todo siga igual o se introduzca algún aparente y falso cambio para que todo siga como estaba?

El problema es querer monopolizar el sentimiento o identidad constitucional. En alguna ocasión he reivindicado los importantes valores constitucionales de lo que aspiraba a ser una “sociedad democrática avanzada” según el Preámbulo que Felipe González “permitió” redactar como concesión a Tierno Galván y al PSP al que devoró (entre otras cosas, por sus deudas). En otra ocasión, advertí en este diario.es de que se había producido un cambio constitucional importante por vía de mutación o lo que algún filósofo italiano denunciaba como “golpe de Estado silencioso”.

Pronto se cumplirá otro aniversario de la Constitución (38 años). Cada aniversario que llega es más triste. Las fotografías son irreconocibles por más que amarillentas y que de los varios partidos que entonces estaban en el “consenso”, sólo acuden ya dos a los fastos. Para los años que tiene nuestra Ley fundamental, esta ha envejecido notablemente. Ha sido un proceso de varios años, pero en los últimos ha sido decrépito y vertiginoso. No ha sido cuidada y no ha recibido ni las atenciones o vitaminas necesarias, sino al contrario, ha llevado una mala vida por quienes debían haberla hecho crecer… Pero no ha sido así.

¿“Partidos constitucionalistas”? ¿Qué es eso? ¿Quiénes son el PP, PSOE ni C's para dar galones o para decir quiénes defienden un sistema en principio democrático convertido en régimen corrupto y regresivo de democracia? ¿Son ellos ahora quienes pueden dar o no el sello de “autenticidad”? ¡No!

Un sistema democrático se debe caracterizar –y es una de sus esencias– no porque la mayoría gana e impone su victoria, como si fuese un triunfo militar, sino por el respeto a las minorías. Pero en España no está sucediendo así.

Ocurre con otros sectores sociales de muy diverso tipo y situación, pero la más esencial es la pretensión de exclusión política: el rechazo y cuasi criminalización social de una fuerza que, con todos sus errores, representa a un porcentaje muy importante de quienes creen en otra forma de organizar las relaciones poder-ciudadanos de modo más democrático y social. Y ese carácter cuasi totalitario que mantiene la triple Alianza PP-PSOE-C's lo es por excluyente y por negar legitimidad democrática a quien pone en riesgo su “tenderete”.

La insistencia en pretender echar, expulsar, excluir del modelo constitucional-democrático a quienes (con un apoyo popular amplio) quieren cambiar pautas que se ha demostrado están atrofiadas, solo demuestran que la identificación entre “esta Constitución” y “este sistema” ha llevado a muchos que luchamos por aquella y la democracia a sentir que si se excluye a alguien, ese alguien tendrá el apoyo de los que defendemos que la democracia debe respetar también a los que difieren de lo establecido. Por eso, reitero que, con mis dudas y reflexión crítica sobre Podemos, somos muchos quienes, aun no teniendo las ideas clarísimas, respaldaremos un cambio más allá de lo que se hacen llamar “partidos constitucionalistas” cuya capa destila un pestilente olor a naftalina.

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