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O la recuperación es débil o ha llegado para quedarse

Rosa Paz

No ha pasado una semana y el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, ya ha desmentido a Mariano Rajoy. Sí, a aquella afirmación que hizo el presidente del Gobierno en la rueda de prensa de fin de curso de que “la recuperación es firme y ha llegado para quedarse”. Lo dijo desbordante de optimismo. No es que aquí mucha gente se lo creyera, al fin y al cabo hay aún varios millones de ciudadanos sin trabajo, cientos de miles trabajando en precario y la inmensa mayoría de los que tienen empleo -salvo los ejecutivos de las empresas del Ibex- han visto caer sus salarios.

Pero es que este jueves Draghi explicó a la prensa -y de paso al mundo- que la recuperación económica de la zona euro es débil, frágil y desigual. Y por si alguno prefiere seguir creyendo que doblado el cabo de Hornos -Rajoy lo dijo ya en febrero- la navegación económica va viento en popa, 'superMario' precisó que hay además riesgos geopolíticos que la hacen peligrar. Así que una de dos, o la recuperación es aún débil o ha llegado para quedarse. Porque las dos cosas se antojan contradictorias.

Si se escucha al presidente del Gobierno -y se deja de mirar alrededor para no ver el empobrecimiento general- parece ser que “no estamos ante un espejismo, que estamos pisando terreno firme” en la recuperación de la economía. Pero si se escucha al presidente del BCE -e incluso se sigue sin abrir los ojos- pues resulta, por ejemplo, que la crisis entre Rusia y Ucrania, las sanciones de la Unión Europea a Rusia y la reacción rusa a las mismas “pueden afectar negativamente a la economía” de la zona euro. Por ejemplo, con la subida de los precios de la energía y con una menor demanda de productos fabricados en la UE. Vamos, lo previsible.

Claro que España no compra gas ruso y que el aumento de su precio o el cierre de la llave del gasoducto podría traérsela al pairo, pero no, no puede permitirse semejante relajación porque el manejo que haga Putin de gas ruso afectará al resto de Europa, a Alemania sin ir más lejos, lo que repercutirá, sin duda, en España. Porque si el motor de la economía europea se gripa, la economía española, doblado o no el cabo de Hornos, se puede quedar con mucho gas argelino pero a la deriva.

Dice además Draghi que las reformas estructurales en los países de la zona euro son insuficientes. No precisó cuáles. A lo mejor cree que los bancos necesitan más rescates mientras se siguen recortando servicios sociales en plan manostijeras y que acabe pasando lo del Hospital Carlos III de Madrid, que hasta hace ocho meses era referente en enfermedades infecciosas y tropicales y, en base a no se sabe qué criterio de racionalización, se transformó en hospital de media estancia. Y ahora, al primer caso de enfermedad infecciosa grave, lo han tenido que desalojar entero para acoger al sacerdote enfermo de ébola, repatriado de Liberia, en sus instalaciones especialmente acondicionadas para estos casos. Esta experiencia debería servir para que los gobernantes pensaran dos veces antes de decidir dónde meten la tijera -y la pata- y también antes de anunciar recuperaciones que Draghi, la volatilidad geopolítica o la simple realidad les van a desmentir.

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