¿Qué hacer para evitar la llegada ultra al poder?
En multitud de ocasiones los debates en la izquierda quedan viciados porque no queda claro que el objetivo es compartido y todos buscamos lo mismo y acabamos perdiéndonos en luchas intestinas por tener diferentes diagnósticos para conseguir ese destino colectivo. Lo primero que hay que dejar claro es que todos los planteamientos de debate, propuestas y medidas están destinados a buscar cuál es la mejor manera para lograr que no tengamos una década ominosa. Lo que viene es una derecha y una extrema derecha rabiosa buscando desmontar todos los avances sociales de los últimos tiempos con una política vengativa que busque desarrollar, no un cambio de gobierno, sino instaurar una dinastía reaccionaria que vuelva imposible que un gobierno progresista pueda gobernar en algún momento al estilo húngaro. Asumo que toda la izquierda busca lo mismo aunque pensemos que hay diferentes maneras de lograrlo.
El pleno convencimiento de que nos espera un desmantelamiento de los servicios públicos, el estado del bienestar y los preceptos democráticos básicos nos tiene que hacer comprender que evitarlo es una cuestión de supervivencia. Una vez planteados estos preceptos básicos podemos disentir en la mejor manera de evitarlo y considerar todas las posturas que lo ven de manera divergente pensando que todos podemos estar equivocados. Yo puedo estar equivocado. Seguramente lo esté, pero esta columna la escribo yo.
Lo importante no creo que sea salvaguardar esta legislatura. No hay mucha diferencia entre que haya elecciones en la primavera de 2026 o agotar la legislatura hasta julio de 2027. Un año o año y medio de gobierno progresista con una minoría de izquierdas parlamentaria no es demasiado sustancial si pensamos con una visión de medio o largo plazo.
Una campaña de desgaste como la que se está viviendo con casos de corrupción gravísimos cada día, campañas de desprestigio inventadas, jueces echados al monte con investigaciones prospectivas y socios parlamentarios más preocupados en parecer más ultras que Alianza Catalana solo puede agravar la situación de la izquierda para la próxima década. Es por eso que salvaguardar un mínimo de credibilidad para un previsible camino por el desierto es necesario sin perder de vista que exista la posibilidad de ganar las próximas elecciones cuando el descarnamiento ultra huela la sangre y se pase de frenada antes de tiempo.
Siempre he creído que entrar en el gobierno fue un error incluso asumiendo que podía estar equivocado. Pero para quien no lo creyera y pensara que la mejor manera de conseguir avances sociales era estar junto al PSOE en minoría siempre tiene que haber un momento en el que el proyecto valga más que la presencia en el Ejecutivo. El crecimiento de Vox es multifactorial, pero no es casualidad que su curva fuera hacia abajo cuando entró en los gobiernos autonómicos y comenzó a verse lo inútiles que son gobernando y haya vuelto a ir hacia arriba cuando salieron de los gobiernos poniendo por delante lo que ellos consideraban que eran ideas centrales con la inmigración como valor fundamental de sus odios y principios. Estar en los gobiernos en minoría es una losa que no soporta ningún partido que pretende ir de outsider, eso es algo que vio muy bien Giorgia Meloni evitando entrar en el gobierno de concentración y la llevó al poder. La izquierda no es diferente a esa dinámica. La debacle de apoyos y resultados electorales ha venido acompasada a su presencia en los gobiernos con el PSOE, no hay que perder de vista que por muy mal que les esté yendo con las encuestas siguen manteniendo un suelo firme mientras la izquierda poscomunista no tiene fondo. La izquierda sí que se está italianizando. El PCI es nuestro espejo.
En una situación de asedio como la actual es imperativo mostrar a la ciudadanía que existen proyectos diferenciados a los que poder acudir cuando uno de los socios del espacio flaquea, sea cual sea, para que la transferencia de votos se quede en el bloque y no vaya a la abstención, en el mejor de los casos, y cruce de bloque en el peor. Es necesario ofrecer alternativas y evidenciar que hay soluciones al margen del PSOE a quien considera que el PSOE ya no puede ser su refugio. Los que jamás lo votaron dentro de la izquierda no son un objetivo, pero sí aquellos que se encuentran en las fronteras difusas de la desideologización y se mueven en un balanceo entre bloques y siguen creyendo que Vox es inasumible, pero están tentados de cambiar el PSOE por el PP, pero también a esos votantes de izquierdas que jamás votarán al PSOE, pero van a irse a la abstención desganados al ver que sus condiciones materiales no mejoran, pero tampoco hay una defensa férrea de sus planteamientos culturales e ideológicos.
Si eres de izquierdas puedes pensar que hay muchas maneras de evitar la llegada de los ultras al poder o de al menos intentarlo. En mi caso, en la actual coyuntura, creo que solo hay una manera de parar la ola con las manos y es dejarle claro al PSOE, usando su debilidad actual, que es necesario plantear una serie de medidas ambiciosas, tremendamente ambiciosas, que dejen claro a la ciudadanía cuál es el proyecto socialista —pero socialista de verdad— de intervención pública para mejorar la vida de la gente y defender los derechos de todos los colectivos en riesgo. Un proyecto con medidas que el PSOE jamás aceptaría en condiciones normales. Duro, ambicioso y rupturista. Hay que hacerlo siendo conscientes de que la mayoría parlamentaria puede tumbarlo mostrando de manera diáfana qué proyectos tiene cada uno para los españoles, y si no se hace dejarle claro al PSOE que la izquierda no estará dispuesta a seguir sosteniendo un gobierno de reformas suaves y salir del Ejecutivo. Puede que la solución sea mala, pero en situaciones de estrés institucional como el actual no hay ninguna solución perfecta. ¿Qué hacer? La pregunta histórica de siempre. ¿Qué hacer? ¿Qué harías tú con esta realidad?
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