El error de votar contra Juncker: ¿hay que ser izquierdista antes que europeísta?
Pedro Sánchez ganó la secretaría general del PSOE con un discurso orientado a que el Partido Socialista vuelva a ser una “opción mayoritaria y de gobierno”, marcando distancias en relación a Izquierda Unida y, sobretodo, a Podemos. En su primer discurso tras la elección afirmó que “sólo el PSOE puede gobernar una España con un proyecto que no caiga en el populismo ni en la demagogia”. Pero su primera decisión como secretario general ha sido votar en el Parlamento Europeo lo mismo que los partidos a la izquierda del PSOE (IU, Podemos, ERC, Compromís y Bildu) alejándose del voto mayoritario de la socialdemocracia europea.
Ante esta aparente contradicción, cabe preguntarse: ¿Por qué esta concesión 'a la galería' de un dirigente político que quiere encarnar un PSOE “con vocación de gobierno”? ¿Por coherencia con lo defendido durante la campaña? ¿Por considerar que es lo que quieren las bases del partido?
En este último caso, ¿por qué se aceptó, sin más debate ni discusión, durante la campaña para la elección del secretario general que 'lo coherente' era votar en contra de Juncker? ¿Por qué nadie estuvo dispuesto a explicar a los militantes que el PSOE votaría a Juncker a cambio de que los populares votaran a Schulz como Presidente del Parlamento y apoyen a un socialdemócrata como vice-presidente económico de la Comisión?
La política consiste en representar a tus electores pero también en hacer pedagogía. Sin un debate informado sólo se pueden tomar decisiones parciales, como ha hecho el PSOE en esta ocasión. El PSOE no está sólo en Europa. Pertenece a una gran familia política, la familia de los socialistas, social-demócratas y laboristas. Es cierto que no ha habido unidad en esta votación y no sólo el PSOE no ha respetado el acuerdo entre Juncker y Schulz, pero en este momento de gran dificultad, el PSOE necesita más que nadie estar al lado de la mayoría en el Parlamento Europeo, junto al centro-izquierda alemán e italiano.
Gráfico 1. Voto del grupo parlamentario de los Socialistas y Demócratas (S&D)
Renzi será el gran referente del centro-izquierda durante los próximos años y ha conseguido situar a uno de los suyos, Gianni Pittella, como jefe del grupo de los socialistas y demócratas en el Parlamento Europeo. El PSOE debería hacer todo lo posible para tejer una alianza con el centro-izquierda italiano, puesto que el futuro de España se juega en Europa.
La política de hoy o es europea o no puede ser política en mayúsculas, porque no puede ser transformadora. A nivel nacional ya no es posible hacer las políticas de estímulo e inversión que la economía española necesita, como las anunciadas por Juncker. Hoy no nos sirve un discurso izquierdista a nivel nacional si no somos capaces de articular una alternativa europeísta real. Parafraseando a Felipe González, 35 años después del XXVIII Congreso, hoy “hay que ser socialista (europeo) antes que izquierdista (español)”.
¿Esto significa que el PSOE no debe criticar las políticas llevadas a cabo hasta ahora por la Comisión Europea y por la Unión en su conjunto? En absoluto. Debe criticarlas en el Parlamento Europeo, pero también en el Congreso de los Diputados, donde habría que utilizar mejor los mecanismos de control que ofrecen los tratados europeos. El Tratado de Lisboa, en vigor desde 2009, abrió la puerta a un mayor control de los parlamentos nacionales sobre las políticas europeas, y el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza de la Unión Económica y Monetaria -la mayor transferencia en política económica y fiscal que ha hecho España, en vigor desde enero de 2013- también prevé este control parlamentario nacional.
Sin embargo, uno de los países que menos controla y discute la política económica europea y su aplicación nacional a través del Semestre Europeo -el mecanismo de control presupuestario y fiscal por parte de la Comisión- es España. Según un informe reciente del Observatorio de los Parlamentos tras el Tratado de Lisboa (OPAL) los países más afectados por la crisis son, a su vez, los que cuentan con Parlamentos más débiles y que han controlado menos las decisiones económicas tomadas a nivel europeo -en el Consejo Europeo, el Eurogrupo o la Comisión. En cambio, los países con triple A han sido los que más han controlado las decisiones económicas europeas desde sus parlamentos nacionales. Y los que más han influido en ellas.
Una vez más, como apuntábamos en un artículo anterior, se pone en evidencia que en Europa hay países que se toman en serio la política europea -también su control democrático a través de sus parlamentos- y otros que no. Desgraciadamente España se encuentra entre los segundos. En consecuencia, la nueva legislatura ha empezado dominada por Alemania: sus candidatos se han hecho con la presidencia de la Comisión y del Parlamento, así como con la presidencia del grupo popular europeo. Los italianos han conseguido la presidencia del grupo socialista. Los franceses y los españoles ni están ni se les espera.
Por consiguiente, la nueva dirección del PSOE debe ser consciente que está obligada a una doble tarea: reforzar el control parlamentario de la aplicación de la política económica europea desde Madrid e influir -a través del grupo socialista en el Parlamento Europeo- en las decisiones de la nueva Comisión -incluyendo el nombramiento del nuevo comisario español, que deberá ser aceptado por el Parlamento. Mucho me temo que tras la decisión de esta semana de votar contra Juncker, las posibilidades de bloquear la candidatura de Arias Cañete con el apoyo del grupo socialista europeo se han reducido notablemente. Eso lo saben perfectamente los eurodiputados socialistas, y sería tarea del nuevo secretario general explicarlo en las agrupaciones del partido.