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Málaga, nueva costa del jazz sureño

Un concierto de la Asociación del Jazz de Málaga / N.C.

Néstor Cenizo

¿Qué pasa con el jazz en Málaga?. “Lo que pasa” es una generación de músicos “extraordinaria” que volvió hace unos años a la ciudad, responden los que saben. Volvió con la energía para poner en marcha un proyecto: primero, juntarse para tocar sin más; luego, constituir una asociación; y por último, una escuela. De jazz. En el sur de España. Sin ayudas públicas y que funciona. A eso se suma el Portón del Jazz, un festival que empezó sin pretensiones y que este verano incorpora figuras como Marcus Miller. Y hay también algún entusiasta que programa conciertos de esos músicos que se vienen al sur. Málaga no es Nueva Orleans, es evidente, pero algo ocurre.

Ese hombre ya en sus setenta, que espera sentado en un escueto recibidor desde donde se escuchan las notas de un ensayo, es Mike Gibbs. Gibbs es un trombonista y arreglista eminente, exprofesor de la prestigiosa Berklee College of Music de Boston, y si está en esta sala (y al poco rato, en el ensayo) es porque algo pasa con el jazz en Málaga. Dani Domínguez, profesor en la Escuela de Jazz de Málaga, lo conoció en una cena con Jeff Ballard posterior al seminario de Alhaurín de la Torre, donde Gibbs contó anécdotas de cuando tocaba con Charles Mingus. “Viene a los ensayos de la big band y está dándonos clase de arreglo y composición”, cuenta fascinado José Manuel Tete Leal.

Tete Leal dirige la Escuela (Centro de Artes y Música Moderna de Málaga), que empezó a funcionar el año pasado. El origen del proyecto es la Asociación del Jazz y un empeño personal: Enrique Oliver (saxofón), Ernesto Aurignac (saxofón), José Carra (piano) y Leal (flauta), todos malagueños en torno a la treintena, volvieron a encontrarse en la ciudad en 2011, después de varios años de aprendizaje en Barcelona y giras por España y el mundo. “Una alineación planetaria”, dice Leal para explicar el porqué de la vuelta. Convocaron y un domingo se juntaron en Alhaurín 80 músicos sólo por el placer de tocar. Así surgió la asociación: “La idea de era compartir, decirles a otros músicos [chasca los dedos]: ”Señores, esto hay que moverlo, queremos hacer esto en Málaga“”.

Primero gestionaron la escuela de música de Alhaurín de la Torre y el año pasado lograron lo que buscaban: un lugar propio. Sin financiación bancaria ni apoyos públicos, porque no quieren depender de subvenciones.  Desconfían de las administraciones. En su lugar, Leal tiró de sus ahorros y de sus amigos: los profesores son músicos en activo, llegados desde Cádiz, Granada o Barcelona a golpe de teléfono. “Te tienes que comer la cabeza, invitar a comer a uno y otro, una locura… Pero es posible”. Julián Sánchez, Dani Domínguez, Carra, Oliver, Aurignac, Javier Galiana (piano, habitual con Manu Chao), él mismo... Un elenco docente que no existe en muchos kilómetros a la redonda.

Hazlo tú mismo: “Si quieres que la educación musical cambie, cámbiala tú”

La asociación, sin ánimo de lucro, reivindica el “hazlo tú mismo”. “Si quieres que algo cambie, que la educación musical cambie, cámbiala tú. Lo que pasa es que cuesta ponerse de acuerdo con la gente, hay que quedarse a veces por debajo de otras opiniones que son mejores, el ego se ve afectado… Exige un esfuerzo”, razona Leal, un torrente de energía volcada a la causa. Sólo para (es un decir) los miércoles.

La escuela ya supera los 400 alumnos. Algunos se desplazan desde Cádiz o Almería cada semana. Hay padres e hijos, profesores y novatos, y también quien recuperó la trompeta o el clarinete arrinconados en el fondo de un armario. No es una enseñanza reglada. “La música hay que disfrutarla. Aquí el alumno interactúa con un profesional en activo. Vienen profesores del conservatorio a formarse como músicos”, comenta Salvador Guirado, el director.

Guitarra, trompeta, saxofón, chelo, contrabajo… Jazz, pero no sólo jazz. Suenan durante la charla los pasos de claqué. Y hay también dos big band, una wind ensemble de la asociación y varios combos donde los alumnos se mezclan con los profesores. “El músico se examina todos los días, cada vez que sube a un escenario”, explica Guirado.

Muchos siguen reuniéndose los domingos, como desde hace cuatro años: 10, 20, 40 fanáticos del jazz sólo para tocar. Y ahora dan conciertos para “evangelizar”, bromea Leal. Como si fuera una misión: “Vamos gratis, pero con todo el cariño del mundo y la gente lo nota”.

Seminarios internacionales en Alhaurín de la Torre… y Marcus Miller

La otra gran pata del jazz en Málaga son los conciertos. Se han consolidado iniciativas como El Portón del Jazz, un festival en Alhaurín de la Torre que cumple 22 ediciones, pero falta, como en casi cualquier otro sitio, un circuito consolidado.

“Hace años sólo había un club, que cerró por el ruido. Y estaba el Portón y un seminario en febrero. El director se había volcado con el jazz. Eso fue el germen. Se empeñaba, además, en que la escuela de música no fuese algo convencional”, relata Sergio García, uno de los pocos programadores en la provincia.

“Los músicos eran contados. Los había y buenos, pero faltaba el empuje que hay ahora. Hoy mucha gente quiere y puede estudiar jazz”, revela el aludido, Pablo García Vega, director de la escuela de música de Alhaurín de la Torre y de un festival que puso en marcha para tocar con sus amigos. De 60 personas han pasado a un aforo de 900. Por esta edición, que comienza el 10 de julio, desfilarán Marcus Miller, Robert Glasper, Richard Bona y Carmen Souza.

García Vega organiza también los seminarios internacionales para profesionales. Por allí pasaron el año pasado Jeff Ballard (baterista con Chick Corea o Brad Mehldau) o Aaron Goldberg (piano con Wynton Marsalis o Joshua Redman). Las jornadas acaban con jams sessions. El evento, único en Andalucía, ha recogido el testigo de los añorados seminarios de Cádiz  dirigidos por Juan Galiardo, y ya ha cumplido 11 ediciones. “Estamos compitiendo con Barcelona. Si fuera deporte se hablaría más”, comenta.

El problema del público y la cultura gratuita

La tesis general, sin embargo, es que sigue faltando público. Sergio García lleva cuatro años programando jazz en clubes y restaurantes, a duras penas. García montó un club, el Feel Jazz: “Me parecía un desperdicio tener estos músicos y que no hubiese un espacio donde tocar”. Cerró, como cerró también La Moraga. Hoy en la ciudad se mantiene un club con programación de jazz: The Clarence Jazz Club. García echa en falta apoyo institucional a esos pequeños espacios. Sí lo hay en Vélez-Málaga, donde cada semana llena el auditorio del Centro de Arte Contemporáneo de “señoras con sus nietos, guiris, gente del pueblo y culturetas. Es un ambiente espectacular”.

¿Y por qué falta público, en general? “Hay una mala educación musical: se ha fomentado la cultura gratuita y la gente cubre sus expectativas culturales con la Noche en Blanco. Mucha gente llega y dice: ”Ah, ¿hay que pagar?“. Pues sí; no se pagan buenos músicos con las bebidas”. Estos son sus cálculos: 500 conciertos programados en cuatro años, a 50 personas por concierto, 25.000 espectadores. Calcula que 1.000 personas distintas...

García, intermediario entre el músico y el dueño de los locales, se esfuerza en despegar del jazz la etiqueta de “música para músicos”: “Te gusta el jazz y no lo sabes, digo siempre. El año pasado programé un concierto de free jazz rarísimo. Vino una señora y me dijo: ”A mí esto de hoy no… Prefiero lo de la semana pasada“. Y yo le dije que a mí tampoco me había gustado: ”¿A usted le gusta todo lo que canta Julio Iglesias?“”

Cree que está ocurriendo algo espectacular, pero falta, aún, una respuesta acorde. “Con criterios económicos no estaría ni el programador ni el músico. A mí me dicen: ”Tu problema es que te gusta la música“. Lo hago porque me gusta y porque están ellos, los músicos. No volveremos a tener una generación como ésta”, dice.  Pablo García Vega tiene una visión parecida: “Si promovemos esto es por amor a lo que hacemos. Porque una churrería es mejor negocio”. Como Tete Leal: “Si quisiéramos hacerlo por pasta no hubiésemos hecho absolutamente nada”. Pero lo están haciendo. Algo ocurre con el jazz en Málaga.

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