Días de Empresa es un espacio en el que eldiarioand quiere contar las historias de las empresas andaluzas. Cómo discurre sus días, cómo nacen y cómo se consolidan, y cómo, desde aquí, desde Andalucía se construye sociedad a través de las iniciativas empresariales.
La Herradura, un espacio de crecimiento y sanación para personas y caballos
En las caballerizas del Gran Hipódromo de Andalucía, a unos 20 minutos de Sevilla, hay una cuadra decorada con dibujos infantiles. Aquí han encontrado su hogar Peter y Campanilla, dos ponis que participan en los programas de intervención asistida e iniciación a la equitación de la cooperativa de servicios La Herradura.
“Ellos tienen su club de fans”, comenta Ana María Baus González, terapeuta y pedagoga, mientras abre la puerta de la cuadra. Peter y Campanilla no se inmutan, y dejan acariciar su pelaje ocre por Ana, a quien conocen desde hace cerca de ocho años ya.
A estos ponis los trajo la Guardia Civil. “Nos contactaron porque se los habían quitado a su dueño, y querían saber si los podíamos tener”, explica Ana. “Llegaron con señales de abuso, en especial este, el macho, que tenía marcas físicas. Todavía, si alguien levanta mucho la mano cerca de él, se asusta”, dice mirando a Peter.
Cuatro ponis y 18 caballos, la mayoría de ellos con un pasado de abusos y malos tratos, han encontrado hogar, sanación y propósito en las manos del colectivo de La Herradura.
La Herradura, fundada en 2007, es una organización especializada en torno al caballo. La cooperativa se centra en las intervenciones asistidas y terapias con equinos personalizadas para todo tipo de necesidades —sean estas físicas o psicológicas—, de forma individual o grupal y para todas las edades.
En su apuesta por un enfoque integrador, incluyen también en su cartera otros servicios como la iniciación a la hípica, campamentos de verano para familias y formación especializada en terapias ecuestres.
Marian Sillero Reyes, coordinadora de servicios terapéuticos y educativos y socia fundadora de La Herradura, recuerda que, al principio, ninguna de ellas era “del mundo del caballo”.
“Éramos todos del gremio dentro de la educación y la sanidad”, explica Marian. Fue la escasez de ofertas de trabajo en 2007, con el comienzo de la crisis, lo que impulsó a las seis fundadoras de La Herradura a lanzarse hacia un entorno desconocido. “En ese momento no había esa oferta de empleo para nosotras. Entonces, decidimos crear nuestro propio puesto de trabajo”.
“Hicimos un curso relacionado con esto [la terapia ecuestre] por medio del Ayuntamiento. Nos llenó en qué consistía, y a partir de ahí decidimos crear nuestra propia cooperativa relacionada con el tema de las terapias, viendo un poco los recursos que teníamos en Dos Hermanas con el Hipódromo”, añade.
Cuatro aulas de formación y una pista cubierta
La Herradura emplea instalaciones en uso del Hipódromo, como las caballerizas y un espacio para el entrenamiento de los saltos. Además, rehabilitaron instalaciones que se encontraban ociosas, siendo este el caso de la nave donde actualmente mantienen cuatro aulas de formación y una pista cubierta.
Aprovechan también los campos que circundan la sede, reducidos desde 2023 con la construcción de la Ciudad Deportiva Rafael Gordillo.
Los caballos y ponis, por su parte, “llegan desde distintos sitios”, explica Ana. No siempre son casos de incautación como Peter y Campanilla, pues “a veces es un particular que te lo vende”. Aun así, “cerca del 80% de los caballos que llegan —estima— llegan con signos y secuelas de abuso y malos tratos”, tanto psicológicas como corporales.
Esto, argumenta la terapeuta, añade dificultad al proceso ya de por sí difícil de entrenar un caballo para fines de intervención asistida. Los caballos, sin un debido entrenamiento, “son seres que se asustan con todo”.
“Para las terapias deben emplear pelotas y juguetes, además de que los niños hacen ruidos que podrían asustar al animal”.
“Cuando llega un caballo hacemos un análisis de sus características físicas y comportamentales. Si las reacciones del caballo son muy bruscas y pueden ser un riesgo, simplemente no podemos emplearlo”.
Entrenar a un caballo para terapia puede demorar unos seis meses, explica Ana.
El patrón de la marcha
Para Marian, todo este esfuerzo se ve recompensado por los resultados del caballo en la intervención asistida.
“El caballo simula lo que es el patrón de la marcha de una persona. Para personas que van en silla de ruedas es muy favorecedor porque te simularía como si tú estuvieras caminando”, explica Marian. Esto se traduce en beneficio al desarrollo de la autonomía de la persona con movilidad reducida, al trabajar “toda la psicomotricidad, tanto fina como gruesa”.
También “para gente, por ejemplo, que tenga muchísima hepaticidad, con rigidez en la musculatura” el caballo proporciona “ese calor necesario para relajar los músculos”.
Comenta además que “el movimiento en sí que produce el caballo” puede ser provechoso para tratar “problemas respiratorios y digestivos”, junto con “todos los beneficios que tiene en sí hacer el ejercicio y un deporte físico”.
Las intervenciones con caballos son al aire libre y permiten interactuar con la naturaleza, lo que crea una diferencia fundamental para personas con limitaciones sensoriales, vidas recluidas o dificultades para socializar.
“El caballo es un animal que tiende a ser cariñoso” y, a diferencia de un ser humano, “nunca te enjuicia”.
Marian recuerda con especial cariño el caso de un adolescente con movilidad reducida , cuya madre “capaz de sacar de su casa”.
“Este niño tenía parálisis cerebral y problemas para relacionarse”, recuerda. “Era un chaval que cuando lo empiezas a montar a caballo necesitaba una rampa. Lo teníamos que montar entre tres personas”. Con el tiempo, “llegó a implicarse tanto como para quedarse hasta como un ayudante del centro”.
Marian recuerda con orgullo “como él se llega a montar [por sí mismo] con una escalera. Se subía y daba un paseo por el campo”.
“Él cuidaba los caballos, los cepillaba y equipaba. Incluso, con su silla de ruedas mecánica, llevaba sus propios caballos de la brida. Como trabajamos con tanta gente diferente, le permitió aprender a relacionarse.”
En opinión de Marian, fue “un niño que había cambiado un mundo chiquito” por otro mucho más amplio.
Reconocimientos a nivel local y autonómico
Cerca de 200 personas cada mes llegan a La Herradura buscando las intervenciones asistidas que allí se ofrecen. Si añadimos, además, los que participan en los programas de ocio, de iniciación a la hípica o los cursos y talleres de formación, el número se eleva a unas 500 personas.
Por su labor social y su enfoque a la innovación, La Herradura ha recibido reconocimientos a nivel local y autonómico: ejemplo de ello son el premio Jóvenes Emprendedores de Bancaja, en 2008; y el Arco Iris a la mejor cooperativa juvenil, otorgado por la Consejería de Economía, Innovación y Ciencia de la Junta de Andalucía, en 2012.
“No queríamos crear un centro que fuese solo por y para personas que tuvieran algún tipo de necesidad específica, sino que, todo lo contrario, que queríamos hacer un centro totalmente integrador. Cualquier persona que quiera venir a montar a caballo —y que no tenga contraindicación médica al respecto— puede venir aquí”, comenta Marian.
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