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Sobre este blog

ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

A de Andalucía… y de acento

Una ilustración de Claudia GRMoneo

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No son pocos los ejemplos en los que la cultura de masas acaba por absorber la cultura popular con el objetivo de instrumentalizarla. Uno de los problemas de esto es que la cultura y las identidades sean de usar y tirar. Esto conlleva que haya una carencia de referentes comunes, un impacto social, político y económico y, lo más importante, una representación distorsionada y caricaturizada de los pueblos.

Tras la gran polémica que salió del disco del Malquerer de Rosalía y su supuesta reivindicación de lo andaluz y el calé a través del trá trá y el illo, parece que, en su nuevo disco, Motomami, nuestro acento no tiene hueco. Esto no es más que, de nuevo, los andaluces, nuestra habla, nuestras costumbres, etc. destinadas a una explotación cultural para el beneficio económico de terceros y, en última instancia, para el desecho. La pena es que esto ya no nos sorprende, parece que cuesta entender que nuestra cultura e identidad no son una moda, sino reivindicaciones sociales y políticas que vienen de un agente independiente, es decir, de la propia gente, porque definen lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos.

Esta reivindicación nace de un intento necesario de recuperar nuestra cultura, tan vapuleada como desgraciada y, a la misma vez, por el deseo de crear representaciones presentes y futuras en las que se abogue por una Andalucía libre, autónoma y plural. Y cuando digo libre, incluye quitarnos el yugo del centralismo, de calificativos sobre identidades de primera y de segunda, unas con más derechos que otras, porque a ver quién me dice a mí que mis raíces, las de mi 'mare', las de mi 'pare', de mis abuelos y mis abuelas no son buenas. Parece que mi gente, con mis raíces, por nacer aquí, está destinada a emigrar, pero aquellos que instrumentalizan mis símbolos, mis tradiciones y mi modo de vida tienen derecho a sacar beneficio de ello.

Nuestros trajes reivindican España y nuestro acento lo inculto. Ese es el mensaje, si lo hacen otros es válido, si lo hacemos nosotros no

Ese mismo centralismo es el que provoca que seamos “de usar y tirar”, como hacen Rosalía o C Tangana; al fin y al cabo, nos ven como prescindibles, meros instrumentos. Nuestro acento es una desviación vulgar e inculta del castellano en boca de andaluces, pero cuando lo utilizan otros/as parece que se sacuden esos descalificativos, hasta que vuelven a dejar de usarlo, porque, obviamente, no es suyo. Si lo usan debemos estar agradecidos porque “mantienen viva” nuestra identidad. Si esto explotó con el disco del Malquerer, ahora hemos podido comprobar que no ha sido más que un robo en balde: un robo de identidad, de cultura, de habla y de sentimientos.

Sin embargo, y por desgracia, el robo de nuestros símbolos no es algo nuevo, pues se han intentado vincular a la “marca España” de forma continuada. Un ejemplo es la reciente publicación en Instagram de Rocío Monasterio, representante de Vox en Madrid, en la que podemos verla junto a su hija vestida para ir a la Feria de Abril de Sevilla. Podemos leer en ella que: “Las madres transmitimos valores, tradiciones, el amor a España y a lo español”. Parece que nadie le ha dicho que es el traje tradicional de Andalucía y que está en la Feria de Sevilla. Nuestros trajes reivindican España y nuestro acento lo inculto. Ese es el mensaje, si lo hacen otros es válido, si lo hacemos nosotros no. 

Y no se trata de Rosalía o de C Tangana; se trata de romper con una tradición cultural que ha menospreciado nuestra tierra desde hace siglos

Desde aquí les digo que somos un pueblo que está orgulloso de su identidad y de su gente. Os invito a escuchar a Andalucía, a los andaluces y a las andaluzas. Déjenme decirles que nuestra tierra es lugar de encuentro entre Reyes y Califas, se unen el mar y la montaña, el disfrute de la vida, el trabajo en el campo y en la academia, venimos de pintores/as, músicos/as y escritores/as. Somos tierra de encuentros y reencuentros. Si eso no otorga riqueza y sabiduría yo no sé qué entienden ustedes por ello.

Y no se trata de Rosalía o de C Tangana; se trata de romper con una tradición cultural que ha menospreciado nuestra tierra desde hace siglos. Si algo nos han demostrado grupos como Califato ¾, Antilopez, María Peláe, Derby Motoreta´s Burrito Kachimba o María José Llergo es que la cultura popular y la cultura de masas sí pueden unirse desde el respeto, el amor propio y hacia nuestra tierra, coger lo de siempre y presentarlo en el ahora. Por esto, por muy lejos que estemos de nuestra tierra y ante el esfuerzo de muchos de desarraigarla, yo les cuento que, como dice Califato ¾, siempre llevo el izquierdo delante y el derecho atrás. La revolución y las reivindicaciones tienen marca de la casa, por el simple hecho de que somos nosotros, nuestro pan, nuestra identidad y, por supuesto, nuestra gente.

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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

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