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Solidaridad con los migrantes en la punta sur de Europa: “Los de Vox pueden decir lo que quieran”

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Javier Ramajo

Tarifa —
  • Tarifeños Solidarios ejerce como centro de distribución de ropa, zapatos y otros enseres a las ONG y entidades que se hacen cargo de las personas que llegan en pateras a la costa de Cádiz

“¿Escuchas el helicóptero? Están buscando una patera?”. Desde la cuesta que termina en el local de Tarifeños Solidarios se puede ver el Estrecho de Gibraltar que separa el continente africano de “la gran mentira” del sueño europeo. En la puerta, la madre de Leti, que ha venido de Francia a pasar unos meses con su hija, cose una de las prendas de las miles que inundan el lugar. El aparente desorden desaparece cuando sus anfitrionas empiezan a explicar a qué se dedican. Eldiario.es Andalucía ha querido conocer in situ cómo y por qué echan una mano cuando las playas de la costa de Cádiz ven llegar personas que surgen del horizonte.

Las cajas se amontonan. Las manos que con cuidado clasifican por sexo y edad las prendas son las de Pepa, María Luisa, Leti, Agustín, Mercedes o Fernando, entre otras. Abren al público los lunes y los jueves, pero la red de apoyos y colaboradores que han ido tejiendo no descansa. “Venía a ver si teníais unas alpargatas”, pregunta un joven con una gran mochila que entra con mucha prudencia al lugar. “Él vive en la calle”, explica Pepa, pero de su labor desinteresada se benefician principalmente las personas migrantes que llegan en patera a la costa sin nada más que la desesperación a cuestas que les hizo lanzarse al mar arriesgando sus vidas, aquellas que miles de ellos se dejaron a los pies de Europa.

Tarifeños Solidarios lleva funcionando desde 2012. Surgió para ayudar a gente a la que la crisis había golpeado, como “intercambio de necesidades”. El local que tenían, precisamente por cosas de la crisis, lo expropió un banco, cuenta María Luisa. Desde hace cuatro años se encuentran en el antiguo Instituto Social de la Marina, cedido por el Ayuntamiento de Tarifa, donde recopilan prendas de vestir, principalmente. El tráfico es intenso. Ni reciben subvenciones ni dependen de nadie, presumen, pero de su esfuerzo depende mucha gente a la que repartir material básico. “Los de Vox pueden decir lo que quieran, nosotras no tenemos subvenciones”, se escucha.

Vox, el partido de extrema derecha cuyos votos han permitido que Juan Manuel Moreno (PP) sea el nuevo presidente andaluz, instaba a los populares el pasado 8 de enero a promover “la ilegalización de organizaciones que, cooperando con las mafias de tráfico de personas, favorezcan la inmigración ilegal”. Esa propuesta no se ha incluido finalmente en los acuerdos de Gobierno, pero deja a las claras uno de los postulados de los de Abascal, que será pieza clave para que PP y Cs puedan sacar adelante sus iniciativas, y a los que Vox no piensa renunciar, como advirtió su portavoz, Francisco Serrano, antes de votar a favor de la investidura del nuevo presidente.

“Nos acusaban de traficar con seres humanos”

“Quieren meter miedo a la gente. Si no se recuerda bien la historia, se corre el riesgo de que se repita”, apunta Pepa. “Aquí hay referentes franquistas y eso diferencia la extrema derecha de aquí de la que hay en Francia, por ejemplo”, dice María Luisa. A Mercedes, la más veterana, le llena de “tristeza que volvamos al fascismo”. “Yo no tuve democracia cuando era joven”, señala. “Se quiere imponer el discurso del miedo y de que se quiten las ayudas, ¿qué ayudas? Es un discurso de las mentiras que, por desgracia, va calando”, comenta María Luisa.

A través de las redes sociales, reconocen que han sufrido algún episodio de “acoso” a su labor el pasado verano. “Nos acusaban de traficar con seres humanos. Decían que nos mandaran al paredón. Eso me recuerda al franquismo”. Cuando se produjeron los incidentes con cal viva en la valla de Ceuta, como denunció la Guardia Civil, “algunos nos decían que dónde estaban las que se daban golpes en el pecho por ayudar a los inmigrantes. Nosotras estamos en contra de todo tipo de violencia, eso está claro, pero no vamos a dejar de ayudar a quien lo necesite”. “El miedo no es al inmigrante sino al pobre. Al Cristiano (Ronaldo) lo quiere todo el mundo”, sentencia Pepa, que se traba un poco al referirse a la aporofobia.

Fuera empieza a llover con fuerza. Una mujer marroquí, que había estado probándose algo de ropa y ha escuchado casualmente la conversación de cómo funciona Tarifeños Solidarios, vuelve a subir y pregunta cómo puede hacer para colaborar con ellas de algún modo. La ayuda, también, sale de sus propios bolsillos cuando atisban alguna urgencia, señala María Luisa. Se han desvivido este verano. Toda ayuda es poca porque, insisten, “no son inmigrantes, son personas”. “Fernando vive prácticamente en la calle y ahí lo tienes colaborando”. Nunca mejor dicho: le sorprendemos mirando a quién le podría servir una falda que acaba de llegar en una de las decenas de cajas que se acumulan en las estancias. “Agustín vino a pedir ropa y se quedó para trabajar aquí”, recuerda Pepa, que bromea con lo que les espera con el “cambio de armario” cuando suban las temperaturas.

El Aquarius de cada día

El día que llegó el Aquarius, el pasado 17 de junio, se enteraron que abrían el polideportivo de Tarifa, que durante días acogería a cientos de migrantes. El Ayuntamiento, que “ha estado a la altura de las circunstancias”, tiró de Tarifeños Solidarios para llevar mantas y toallas, sobre todo. Los focos se centraron en el desembarco en Valencia, pero “aquí no paraban de llegar”.“El verano ha sido un despropósito. No ha habido organización. Es una vergüenza que en todo esto se haya dependido tantísimo de la voluntariedad de las personas”, sentencia una colaboradora. “Habrán pensado que estamos acostumbrados desde hace 30 años a recibir inmigrantes”, ironiza otra, recordando que hay organizaciones como Cruz Roja que se encargan de la primera acogida y luego otras, como CEAR, que tramitan su situación si son solicitantes de asilo, a quien también aportan ropa. Madre Coraje también se nutre de su trabajo desinteresado.

El recuerdo que tienen de los primeros días de verano y de la extensión progresiva de su red de apoyo ante la escasez de primeras necesidades mezcla cansancio, desborde y denuncia: colchones para Cruz Roja, biberones a la Guardia Civil para que los llevaran a los niños del “poli” y hasta kits de bebés para que la Salvamar Arcturus, de Salvamento Marítimo, los incluyera a bordo del rescate de la siguiente patera. “Todo eso ha pasado porque así lo hemos vivido en primera persona”, comenta Pepa. “No sé cómo hemos resistido a este verano”, apostilla María Luisa.

“Han dejado a los inmigrantes abandonados a la buena voluntad de las personas. Eso lo hemos vivido nosotros. Llegaban a la vez a Barbate, a Algeciras, a Tarifa”, recuerdan. “Hemos visto a menores que venían con fiebre tras cuatro días en el mar. Hemos visto cómo personas del Puerto de Algeciras, el puerto más grande de España, venían aquí a nuestra sede a cargar cosas”, dice Pepa al apuntar que la han llamado “de todas partes de España para mandarnos material”. La oferta y la demanda es indistinta, pero son un referente para toda la provincia.

Salitre seco, miseria humana y “el gato en la jaula”

La demanda de prendas y de otros enseres es diaria. Han sido, y siguen siendo, a tenor de que no paran de organizar ropa mientras conversan, el punto de recepción y distribución de todos los lugares a los que las autoridades gubernamentales y policiales han ido desplazando a los migrantes. Nombres no tan conocidos como el Aquarius salen de sus bocas con total naturalidad (Los Cortijillos en Los Barrios, el Crinavis de San Roque, el complejo Campano de Chiclana...). “Fueron surgiendo muchas cosas”, recuerda María Luisa, quien lamenta el episodio vivido en Algeciras, donde “nos echaron del polideportivo” y a Leti, que hacía de traductora, la dejaron tirada en un hospital. Salitre seco, miseria humana, drama, en sus recuerdos.

Señala María Luisa que en Los Barrios, al día siguiente de que visitara la localidad el ministro Grande-Marlaska, “todos los vecinos se pusieron a cocinar para llevar comida a los inmigrantes, ya que los 'kits oficiales' de frutos secos y barritas energéticas no eran suficientes”. Pepa añade que, en aquellos días, “llevamos un camión de agua con el dinero que nos mandaron desde Bilbao”. Y recuerdan, entre risas, cómo introdujeron leche para bebés “destranjis” en uno de los pabellones que albergaban migrantes. “El gato está en la jaula, el gato está en la jaula”, sonó en el grupo de Whatsapp que comparten ya más de un centenar de Tarifeños Solidarios. “Es una vergüenza que tengamos que ayudar por debajo porque no hay ayuda ni material suficiente. Son personas”.

Cada migrante tiene su historia, pero hay muchos que vienen por los conflictos étnicos de sus países. Magrebíes, del Rif, de Mali, muchos argelinos últimamente, comentan aquellas que han podido tratar con personas migrantes. “Muchos no cuentan toda la verdad de lo que aquí les sucede porque temen no responder a lo que su familia espera de ellos. Hay que ponerse en su lugar. Cuando tú cruzas, es porque lo necesitas, porque no tienes otra opción”, comentan Leti y Mercedes. “Aquí vamos a seguir en la lucha”, concluye Pepa. Toda una declaración de intenciones, pese a todo.

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