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Diego Valderas deja la primera línea de la política: entre la utopía y la realidad

Diego Valderas entrando a la sala de prensa tras el penúltimo Consejo de Gobierno con IU.

Olga Granado

Cuando Diego Valderas (Bollullos par del Condado, Huelva, 1953) celebraba su 62 cumpleaños el pasado 25 de enero, ya estaba roto el pacto y apuraba sus últimas horas con el cargo más elevado que ha logrado en la política y que lo había convertido también en miembro de IU con más peso institucional en nuestro país: vicepresidente de Andalucía. Y esa misma noche de su cumpleaños, el coordinador regional de IU, Antonio Maíllo, le confirmaba que el pacto estaba roto y que la presidenta, Susana Díaz, iba a regalarle la destitución, porque ellos no iban a dimitir. Él sabía que la cosa se había quebrado ya el 30 de diciembre de 2014, cuando tenía que participar en un comité de enlace con el PSOE-A que a última hora se suspendió.

En realidad, Diego Valderas estaba ya en retirada desde que hace más de un año diera el relevo a Antonio Maíllo, convencido de que tocaba dar paso a las nuevas generaciones en la coalición de izquierdas. Por eso quizá ya no se sentía con fuerzas -ni capacidad- para frenar la escalada en contra de ese pacto que se iba conformando en IU, y que ha hecho que la proyección de Alberto Garzón sea presentado como el punto de inflexión. Él no era de los beligerantes. “Gobernar nos está permitiendo hacer cosas”, decía durante la asamblea de diciembre de 2014 donde se aprobó la posibilidad del referéndum que el PSOE-A ha puesto como excusa para romper.

Pese a todo, ha exhibido siempre un temple que en ocasiones ha sido hasta un poco esperpéntico, como cuando en su comparecencia para la prensa tras el penúltimo Consejo de Gobierno con IU se resistía a reconocer que la situación era irreversible. “Hay estabilidad y estamos trabajando. El mejor ejemplo es que hoy aprobamos dos proyectos de ley”, insistía enfundado en un papel de la corrección institucional que ya no se creía ni él. Chocante para un hombre bastante transparente y que no duda en emocionarse hasta las lágrimas, como cuando cedió el testigo a Antonio Maíllo o cuando este jueves comunicaba que deja la primera línea de la política. “Puedo seguir trabajando en el ámbito organizativo, no descarto la posibilidad de crear alguna fundación y, sobre todo, quiero escribir”, ha dicho. 

Es tiempo ahora para su mujer y sus tres hijos, a los que confiesa que no les ha dedicado el suficiente. Difícil cuando se ha sido en política prácticamente todo, a nivel orgánico hasta llegar a ser coordinador regional de su formación, y a nivel institucional como alcalde de su pueblo desde el primer mandato de la nueva democracia en 1979 y hasta 1994, siempre por mayoría absoluta; diputado provincial en Huelva; diputado autonómico en el Parlamento de Andalucía (desde 1986 hasta 2000 y desde 2008 a 2015); y presidente del mismo un par de años (1994-1996) en la complicada legislatura de la pinza, un episodio que nunca entendieron los comunistas más puristas por haber entrado IU en el juego de la derecha. 

Pero también ha sido muchas cosas fuera de la política, currando lo suyo desde que con 16 años se quedó huérfano de madre y padre el mismo día. Hijo único, se vio solo y obligado a trabajar desde entonces en todo tipo de oficios: desde albañil a camarero, pasando por una etapa como repartidor de butano en su pueblo, bodeguero, jornalero, administrativo, peluquero, cocinero y hasta gerente de cooperativa. Fue por necesidad y no por capacidad -en el colegio lo recuerdan como un alumno prometedor- que no pudiera continuar estudiando y por eso “siempre le ha dolido cuando se ha hecho alusión a su falta de formación con el chiste fácil del butanero que llegó a ser presidente del Parlamento de Andalucía”, recuerdan los que han trabajado con él.

Cierto es que no ha parado de leer para formarse y, además, precisamente ese golpe que le dio la vida tan pronto le ha hecho mantener los pies pegados a la realidad por muy altos que fueran los sillones de los cargos que ha ido ocupando. Y entre éstos, fue sobre todo esa primera experiencia como alcalde la que le permitió lidiar con el difícil equilibrio entre la utopía y la realidad, y le imprimió un pragmatismo del que carecían otros miembros de IU. Esto fue clave para convertirlo luego en uno de los artífices del pacto con el PSOE-A con Susana Díaz enfrente.

Entonces era coordinador regional de IU, cargo que ocupaba desde 2000, en unos de los momentos en los que la federación estaba más hundida que nunca en Andalucía. Tanto que cuando en 2004 encabezó la candidatura a la presidencia de la Junta de Andalucía por primera vez, se pegó un buen batacazo y ni siquiera consiguió ganar por Huelva, lo que lo dejó sin escaño de diputado autonómico. “Fue un palo muy duro”, ha reconocido en más de una ocasión. Lo lograría en 2008, con un pobre balance para IU (seis diputados), y también en 2012, cuando la formación se convirtió en llave de gobierno con sus 12 escaños.

La moderación es uno de sus principales rasgos, en gran medida por el paso de los años, pero esto no ha evitado que, como casi todos los políticos, haya tenido salidas de tono. Una de las ocasiones que “querría haber olvidado” y que, como explica todo el que lo conoce, no define su personalidad, fue durante la campaña electoral de 2012, cuando le grabaron preguntándole al coordinador nacional de IU, Cayo Lara, si sabía que “estaba la de las tetas gordas”, en referencia a la delegada de Educación de la Junta de Andalucía en Cádiz, Blanca Alcántara. Un deplorable comentario que le persiguió durante meses entrando en el lamentable ránking de frases machistas de nuestros políticos.

Por otro motivo bien distinto llegó a liderar el ránking de la hilaridad en la política, cuando en el debate de los presupuestos autonómicos de 1994 tuvo que suspender como presidente del Parlamento unos minutos el pleno por un ataque de risa generalizado durante la lectura de los nombres para la votación por parte de la secretaría de la Mesa de la Cámara, y en el que sólo un Manuel Chaves, vapuleado por la sintonía entre el PP-A y los comunistas, mantuvo la compostura. Esas imágenes dieron la vuelta por medio mundo en contraposición con las de los diputados coreanos pegándose el mismo día durante un pleno.

 

 

Los que han trabajado con él cuentan que se sentía muy cómodo en el Gobierno de Andalucía con José Antonio Griñán, pero le costó mucho más ajustarse a la llegada de Susana Díaz, pese a que habían negociado el pacto. Lógico también porque con él compartía generación y haber vivido la política desde la transición. Entre los suyos, tiene muy buena relación con Juan Manuel Sánchez Gordillo, pese a que estén en las antípodas dentro de IU.

Compañeros y rivales -incluidos varios dentro de su formación- le reconocen su honestidad y que es un hombre de palabra. Quizá por eso le ha dolido especialmente la ruptura del pacto, porque es un convencido a la hora de cumplir lo que firma. Ya no duda en culpar de ello a los socialistas y aunque él no diga como Antonio Maíllo que “Susana Díaz no es de fiar”, sí carga contra sus hasta ahora socios, liberado del rango. Le pesa especialmente que se marcha sin haber visto aprobada la Ley de la Memoria Democrática o la Ley de Participación, las dos de su hasta ahora Consejería de Administración Local y Relaciones Institucionales y que estaban a falta de trámite parlamentarios. Su espina son esas leyes, y también el irse sin sentar las bases de la garantía de suministros vitales mínimos para todas las familias, un compromiso con el que llevaba desde el principio persiguiendo a sus socios y que incluso tuvo un amago de crisis cuando lo anunció para un Consejo de Gobierno y finalmente quedó descartado.

En la recta final de su mandato, se había propuesto visitar los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf (Argelia), como un empeño personal, igual que en 2012 estuvo en Palestina y entonces no se le discutió. Nunca se esperaba que cuando Susana Díaz dijo que “ningún miembro del Gobierno de Andalucía” realizaría esta visita como tal, estaba ya muy gestado dejarlo fuera de su equipo. Tal vez ahora se sienta libre para ese viaje por el desierto. De momento, ha prometido a la asamblea de IU de Bollullos par del Condado montar un club de dominó, una pasión que había abandonado y para la que ahora, jubilado de la política, va a tener mucho tiempo.

 

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