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En España está en juego más que un gobierno o una legislatura

Plano general del hemiciclo del Congreso.
2 de julio de 2025 21:30 h

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La legislatura se encuentra en una encrucijada, con la oposición política, judicial y mediática empujando hacia el adelanto y el bloque de investidura calibrando cuánta gasolina queda en el depósito.

La tensión constante y sensación de provisionalidad del gobierno de coalición ha sido instalada desde sus inicios por el relato de las derechas resentidas. Pero ha pasado a convertirse en hipótesis plausible cuando se ha superpuesto la crisis derivada del caso Koldo-Abalos-Cerdán-Acciona a la estrategia golpista de las togas que ya ha procesado al Fiscal General y que tiene en el punto de mira del auto del juez Hurtado a “Moncloa”, léase Pedro Sánchez.

La cumbre de la OTAN, con el plante de España a las pretensiones de Trump, da paso a otra fase de la legislatura en la que la izquierda transformadora tiene que afrontar una tarea tan imperiosa como imprescindible: subir la moral de la tropa. Frente al fatalismo, el derrotismo y la resignación hay que dar un paso al frente. Esa actitud tiene que transmitirse a una base social desconcertada y, en gran medida, asustada por la ofensiva reaccionaria.

Desde el principio, el Partido Popular ha fiado todo a la estrategia desestabilizadora de las togas y al bloqueo parlamentario a medidas sociales uniendo sus votos a los de Vox y Junts. En ningún caso el PP ha puesto encima de la mesa qué quiere para este país y, cuando ha enseñado un poco la patita, ha sido para decir que el SMI es demasiado alto. Ahora fía también su futuro a que la corrupción alcance al gobierno y a la deslegitimación de pilares del sistema democrático. Empezó deslegitimando al gobierno de coalición pero a estas alturas de la legislatura ya cuestiona la fiabilidad de los resultados electorales y, con su boicoteo de la actividad parlamentaria en la sesiones de control al gobierno, también está poniendo en solfa el propio parlamentarismo. Es trumpismo de manual.

El Partido Socialista confía en que la corrupción destapada no llegue a mayores, en que un suplicatorio a Pedro Sánchez le revalide y en mantener una posición internacional diferenciada del seguidismo europeo a Trump en aspectos tan sensibles como el rearme y el genocidio palestino.

Por su parte, Podemos ha cruzado ya la línea y se sitúa claramente en fuerza de oposición al gobierno de coalición al que dio su apoyo y que es herencia del anterior del que formó parte. Le da igual que haya una operación del estado profundo contra el gobierno o que la alternativa al mismo sea un cambio de régimen de la mano de PP y Vox (es una ingenuidad considerar que después de este gobierno de coalición lo que viene es una recomposición del viejo bipartidismo). En este caso, Podemos basa su estrategia en apuntalar la idea de que es un gobierno corrupto y un gobierno de la guerra. Y apuesta todo a que haya adelanto electoral. Ya veremos qué pasa, pero podrían estar equivocados, como ya empiezan a advertir sus propios fieles, en todas y cada una estas hipótesis: ni gobierno corrupto, ni gobierno de la guerra, ni adelanto inminente.

Nos tenemos que hacer cargo del miedo y la incertidumbre de la gente que, en el campo conservador la lleva a la anti política y el fascismo, pero en el campo progresista la está llevando a la resignación y desmovilización

Con estos mimbres, el espacio político transformador que tiene como referencia al Grupo Parlamentario Plurinacional Sumar tiene una responsabilidad crucial para ser determinante en qué salida tiene la legislatura en esta encrucijada. Además, el espacio político se juega su propio futuro. En las decisiones tomadas se dirime el devenir del gobierno de coalición y el devenir de la coalición que hoy componen Izquierda Unida, Comunes, Más Madrid y Movimiento Sumar, entre otras fuerzas. No hay margen para el error ni tiempo para la parálisis.

Es por esto que hay que actuar en tres direcciones. En relación al gobierno de coalición hay que dejar atrás el tran tran al que acostumbra el PSOE impulsando medidas de democratización del Estado y medidas sociales que den sentido a la legislatura más allá de ser una resistencia a las derechas reaccionarias. Esto significa que la estrategia del PSOE es insuficiente para hacer valer la legislatura, de nosotras depende presionar para que no nos lleve por delante. Y esto hay que hacerlo con pedagogía suficiente que evite la frustración de las bases progresistas cuando haya medidas que no se toman por la oposición de PP, Vox y Junts.

En relación al espacio político es una evidencia que ya no valen patadas para adelante a los cambios que han de acometerse para que las bases progresistas de este país plurinacional tengan una referencia clara de frente amplio plurinacional y de izquierdas con vocación de futuro y vocación de gobierno. Los errores de cimentación tienen que corregirse ya, y a partir ahí ponernos a trabajar para ofrecer una alternativa movilizadora a quienes hoy sufren la desafección política.

Y en relación a la sociedad hemos de coger el toro por los cuernos. Las próximas elecciones no se van a decidir solo por las cifras de empleo, desigualdad o crecimiento económico. Si así fuera podemos ir tranquilas porque ganaríamos por goleada las elecciones generales. Lo que va a determinar el resultado de la izquierda transformadora es si es capaz de conectar emocionalmente con la gente y, desde ahí, despertar la esperanza. Es decir, nos tenemos que hacer cargo del miedo y la incertidumbre de la gente que, en el campo conservador la lleva a la anti política y el fascismo, pero en el campo progresista la está llevando a la resignación y desmovilización. La gente no va a levantarse del sofá por quien pueda gestionar en el futuro el gobierno, pero sí puede hacerlo por qué sociedad quiere en el futuro. Hay que confrontar con las derechas en valores y proyectos (“man que pierdan” en el congreso). Frente a su distopía hay que ir con más utopía. Hace falta pan pero también rosas. Mejorar la vida de la gente y construir esperanza.

La conciencia creciente de que el proceso descivilizatorio que se está llevando por delante el derecho internacional en Gaza también se juega en nuestro país puede ayudar a que la gente se incorpore al proceso político. Trump tiene en el punto de mira a España desde el primer día. No fue casual su mención despectiva a nuestro país en su primer lunes como presidente. Mucho más claro ha sido a cuenta de la negativa del gobierno de coalición a desmontar el estado del bienestar para comprar armas a los EEUU. Esta posición ha sido posible porque Pedro Sánchez habría tenido que convocar elecciones si se hubiera plegado a las pretensiones de los EEUU. El Partido Popular y Vox han dejado claro que están dispuestos a cerrar escuelas públicas, bajar el SMI y las pensiones para someterse a las exigencias de rearme. Hay una conexión directa en qué modelo de sociedad queremos, si es con estado del bienestar o sin él, y la posición de España con respecto a los intereses de la pareja Trump-Netanyahu. El Partido Popular va a tener difícil soplar y sorber a la vez. Y el patrioterismo de Vox queda en evidencia actuando como cipayos de Donald Trump.

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