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Benjamin Lacombe: “A los niños les fascina la muerte: no hablar de ella les da más miedo”

Benjamin Lacombe.

Alejandro Luque

Sevilla —

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Una larga cola saliendo de una librería puede significar muchas cosas: una de ellas es que Benjamin Lacombe está firmando en su interior. La escena se ha repetido en fechas recientes con motivo del regreso a España de este ilustrador superventas, parisino de 1982, que vuelve a hacer las delicias de sus seguidores con una nueva edición de las Historias de fantasmas de Japón de Lafcadio Hearn que acaba de ver la luz en Edelvives.  Una obra que viene a sumarse a otros trabajos sobre obras de Poe, Lewis Carroll o Víctor Hugo, entre otros.   

Después de su trabajo sobre Madame Butterfly, vuelve a poner la mirada en el lejano Oriente. ¿Qué busca allí? ¿Y qué encuentra? Madame Butterfly

Bueno, toda mi generación ha crecido rodeada de la cultura manga, de dibujos animados japoneses, de la presencia constante de artistas como [Hayao] Miyazaki u otros, y eso es algo que siempre me ha llamado mucho la atención. Me fascina la cultura nipona, la mentalidad de ese pueblo que se muestra también en estas historias de fantasmas. Es una forma de ver la vida totalmente diferente, donde no hay antropocentrismo, el ser humano no es el centro de todo, sino que todo tiene su función, su energía, ying o yang. Y los yōkai son esos seres que cobran vida y nos hacen preguntarnos sobre esas cosas a simple vista insignificantes, como un insecto, pero que tienen su importancia y deben ser tratadas con el máximo respeto.

Una vez más, de un lado tiene la belleza, del otro el miedo, la muerte, lo desconocido. ¿Está todo más próximo de lo que a menudo creemos?

Sí lo creo, están muy unidas. La belleza es algo extraño, que tiene distintas capas. En Brueghel lo podemos ver, o en Van Gogh, Goya o Toulouse-Lautrec. Y en Velázquez, también. Y en algunas obras de Leonardo, que representan por un lado lo grotesco, el paso de la edad, pero siempre con una cierta belleza. En el caso de los yōkai, está súper presente, porque se trata de personajes que se apoderan de la naturaleza, de objetos, con energías muy antiguas. Hay un término en japonés, el kimokawaii, que por un lado es algo mono, adorable, bonito, y por otro lado totalmente asqueroso, repugnante.

Niños sobreprotegidos

Hoy, los padres tratan de proteger a sus hijos de cualquier visión que tenga que ver con la muerte o el horror. ¿Usted cree que pueden asomarse a esos fenómenos igual que un adulto?

Un niño no es un ser independiente que no entiende nada. Es un futuro adulto, que puede entender absolutamente todo. Depende de cómo se lo expliques, cómo se lo presentes. En los últimos años, creo que hemos vivido cierta tendencia a sobreproteger a los niños, a no mostrarles el mundo tal y como es. Lo hiper idealizamos todo, contándoles historias de conejitos y princesas. Y creo que así precisamente no les protegemos, porque la infancia es un proceso de aprendizaje, donde se toma conciencia de las cosas. Y el libro es una herramienta para ello, nos permite entender la muerte y superar los miedos, entenderlo, y eso es el aprendizaje. Además, les fascina, a partir de los seis años es uno de los temas más importantes para ellos, toman conciencia de que van a desaparecer, sobre todo que sus padres van a desaparecer. Eso les atemoriza, pero no hablar de eso, ignorar el tema, no hace más que reforzar el miedo.

Usted viene de Francia, el país de los cómics. ¿Por qué no ha hecho más, a qué se debe que se haya decantado por la ilustración?

He hecho algunos, mi primer libro fue un cómic, El espíritu del tiempo. Y qué curioso, además habla de la historia de una pequeña fantasma japonesa. Años después hice otro, Leonardo y Salaï, y me gustaría seguir en ello. Me encantan los cómics, pero es dificilísimo, lleva mucho tiempo. Cada uno tiene que encontrar los proyectos que le encajan.

¿Qué hace que Benjamín Lacombe se decante por un libro u otro para ilustrarlo? ¿Qué le interesa de una novela?

La calidad del texto es fundamental. Por un lado, tiene que tener cierto atractivo la historia, los personajes, y cierta altura literaria. Los autores del XIX o comienzos del XX me resultan muy atractivos, pero no solo ellos. La verdad es que hay una gran variedad.

¿Le tiran más los clásicos, en cualquier caso? ¿Algo de las letras contemporáneas que le llame especialmente?

Bueno, no sólo he ilustrado clásicos. Igual la mitad son clásicos, pero me gusta hacer un poco de todo. Cuento con muchas historias originales también. Pero el momento actual no me atrae nada, la época actual no me anima a dibujar. Me interesa evadirme en un universo, en una época en concreto, lo que no quita que pueda aportar cosas muy personales, pero recurriendo siempre a la ficción.

Nuevas tecnologías

Usted sigue dibujando a mano. ¿No se ha sentido seducido aún por las nuevas tecnologías aplicadas al arte?

Todo lo hago a mano. Utilizo guache y óleo sobre papel. Los pequeños dibujos que hay en el libro de los fantasmas son acuarelas, a veces utilizo simplemente lápiz o tinta china. Me gusta trabajar la materia. Las herramientas informáticas no me interesan nada para dibujar. Sí que hago la mise en page, la maquetación en un dispositivo, un ordenador, pero es lo único para lo que los utilizo.   

Para terminar, he visto que es usted muy activo en Instagram. ¿Qué le aporta el uso de esa red social?

Instagram me permite comunicarme con el público. Me permite mostrar la evolución de mi trabajo, hablar de proyectos futuros, escuchar las opiniones de mi público. Pero tampoco podemos estar dominados por Instagram. No necesariamente hay que seguir todas las fotos dictadas por el público instagramer, me gusta esta foto, me gusta esta otra… pero bueno, crea mucha actividad. Es verdad que se lleva mucho tiempo. Tengo Instagram, Facebook y Twitter: Twitter no lo uso mucho, reboto cosas de Instagram, pero también me veo obligado a dar respuesta a lo que me preguntan, y eso lleva mucho tiempo. Y esto es significativo, dedico muchas energías a mis redes sociales, y en cambio llevo años sin actualizar mi página web.         

 

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