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Miguel Ángel Oeste: “Mi generación está cansada de que la ropa sucia de las familias se lave en casa”

Miguel Angel Oeste 4 ©

Alejandro Luque

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“Este es un libro que llevo escribiendo en mi cabeza toda la vida. Posiblemente me ha costado soltarlo, y sin duda no lo habría hecho sin la ayuda de mis editores”. Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1973) habla en estos términos de su último libro, Vengo de ese miedo, que acaba de ver la luz en Tusquets. Una novela cruda sobre la violencia familiar que parte de la propia experiencia del autor, aunque ha evitado hacer una simple confesión pensando que el filtro de la ficción podría darle una distancia beneficiosa y ayudarle a conseguir un resultado más redondo.

“El libro posee desde luego una base autobiográfica, pero es una ficción porque está todo organizado y manipulado para que funcione a los ojos del lector”, comenta. “Creo, como Vila-Matas, que todas las novelas y cuentos que se escriben son ficción, porque al pasar las experiencias al papel se modifica la naturaleza del mundo. Empleo mis propios recuerdos, pero también muchos elementos de género, de novela negra, terror, del thriller para crear tensión… Y es un libro duro, sí, pero al final resulta también luminoso y abierto”.

"Al principio se escribe con odio, hasta que la escritura se va acompasando. Apuesto por escribir feo sobre lo feo, evitando el eufemismo. No quería estilizar el horror"

Si en su anterior novela, Arena, ya había explorado los oscuros territorios del maltrato y el abuso sobre la infancia, en Vengo de este miedo (Tusquets) llega a imaginar todas las maneras de matar al padre más allá de la metáfora freudiana. “El miedo está en la novela, pero no es un miedo físico, sino mental. No temes que te agredan, sino lo que pueda pasar”, apunta. “Es un libro que me interpela, y a la vez es un artefacto estético en el que priman la construcción y el estilo, y estos se someten a la historia. En el caso de Vengo de ese miedo, un estilo tan descarnado y desnudo me lleva a pensar que el gran tema de esta historia es la escritura y sus efectos, tanto sobre quien escribe como sobre quien lee. Y es una historia que se narra sin adorno retórico, junto a las reflexiones sobre el relato y la memoria, ”que no coagula, chorrea“.

Matar al padre

La narración arranca en 2009, con el fallecimiento de la madre del narrador, y va transformándose conforme avanza la historia. “Al principio se escribe con odio, hasta que la escritura se va acompasando. Apuesto por escribir feo sobre lo feo, evitando el eufemismo. No quería estilizar el horror”, asevera. “Por otro lado, el narrador se contradice. También quería a su padre. Por eso el libro habla también de la bondad y del perdón, pero del propio narrador a sí mismo. Muchos lectores se van al morbo, pero no creo que sea un libro morboso en absoluto, sino bastante medido”.

A pesar de ese deseo, entre furioso y desesperado, de matar al padre, el narrador va a darse cuenta de que se trata de una empresa imposible por antinatural. “Cómo va a hacerlo, si forma parte de él mismo. Queda de manifiesto que es imposible luchar contra los propios genes. Eso forma parte también de una educación en la que te preparaban para resignarte: honrarás a tu padre y a tu madre, y si te maltratan da igual, debes hacerlo de todos modos”.

Para Oeste, Vengo de ese miedo es también la fotografía de un momento que nos invita a comprobar cómo ha evolucionado nuestra mentalidad. “Venimos de una época en la cual la violencia familiar se quedaba encerrada en los límites de casa. El silencio que rodeaba a estos episodios era evidente, estaba todo normalizado. Todos conocemos casos de este tipo y no había nada que hacer. Nadie llamaba a la policía. Ahora nos parecería quizá inconcebible, se ha legislado y hay mucha mayor protección, de las mujeres, de los niños… Por eso, esta historia es también, en cierto modo, el retrato de una época, de un contexto, de una Málaga muy concreta en la que el Este estaba enfrentado al Oeste, a Torremolinos y todo aquel imaginario”.

Ajuste de cuentas

Para el escritor, que confiesa estar muy influenciado por la novela Nada se opone a la noche, de la escritora Delphine de Vigan, “el terror doméstico sigue existiendo, pero los tiempos han cambiado muchísimo. Ya nadie deja a su hijo solo en la calle, por ejemplo, si eres un padre medianamente responsable. Lo que no ha cambiado es esa violencia que se sigue descargando con una terrible frecuencia, primero sobre las esposas, luego sobre los hijos”, agrega.

A Miguel Ángel Oeste no se le escapa que en los últimos años hay toda una generación de escritores que vienen cuestionando desde distintos puntos de vista a la institución familiar, desde Carlos Frontera a Sara Mesa, pasando Laura Fernández o Aixa de la Cruz… “Tal vez estamos haciendo un ajuste de cuentas con el pasado. No sé por qué lo está haciendo esta generación, quizá nos ha tocado a nosotros darnos cuenta de que vivíamos tras una máscara, la de las familias normales y felices, y cuando la quitamos la cosa cambia. Puede que estemos cansados de que la mierda se tape, que la ropa sucia se lave en casa”. 

Cuando se le pregunta qué espera de esta nueva obra, reflexiona brevemente antes de responder: “A mí el libro me remueve, pero intento mantener el equilibrio tomando cierta distancia. Después de tanto trabajo, de tanto agotamiento físico y emocional, espero que vaya medio bien y le diga cosas a los lectores. Y si da que hablar e invita a reflexionar a la gente, mucho mejor”.

“Si estoy vivo, es porque he logrado contarlo”, concluye Oeste. “Lo que no se cuenta, al final, se pudre y acaba oliendo mal, como un alga varada en la arena. Lo peor es que se quede dentro. En contra de lo que suele decirse, la escritura no cura, las heridas siguen ahí. Pero al menos no se infectan”.

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