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La música antigua sale de la capilla para buscar a su público en los barrios

La Danserye en el Festival de Música Antigua de Sevilla

Alejandro Luque

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La música antigua ha sido tradicionalmente asociada a una estética muy concreta: intérpretes de negro, a menudo con un vestuario de época, brindando su música en escenarios acordes con su imaginario, con especial predilección por las capillas con vidrieras. El Festival de Música Antigua de Sevilla (FeMÀS) ha querido este año romper ese estereotipo y llevarla al pie de la calle, a los barrios en los que este tipo de conciertos son más que extraordinarios. Dicho de otro modo, ir al encuentro de un público que rara vez se desplaza al casco histórico de la ciudad para oír música europea compuesta antes de 1750, con instrumentos cuyos nombres desconocen a menudo.

Macarena, San Pablo, Cerro-Amate y Triana han sido los distritos beneficiados por esta programación especial, que se ha dado en llamar FeMÀS en las calles, y en la que han venido participando formaciones como el Ensemble La Danserye,  Ministriles Hispalensis y Ministriles Oniria.

Según el violagambista Fahmi Alqhai, director del festival, la iniciativa parte directamente del alcalde, Antonio Muñoz, con su empeño de llevar la cultura a la calle, entroncando “con la vocación que siempre ha tenido el FeMÀS de ser un festival abierto, que conecta la música antigua con otras disciplinas. Esta vez hemos ido un poco más allá, llevándola a lugares donde no es frecuente. Nunca hemos renunciado a intentar atraer a un tipo de público que no es el melómano clásico, y esperamos ser más efectivos que nunca brindando la música en la calle, no en iglesias, ni siquiera en centros cívicos”.

Todo por ganar

La máxima de llevar la montaña a Mahoma se justifica, en palabras de Alqhai, por el hecho innegable de que “hay una resistencia hacia la música antigua. No digo que en los barrios los espectadores sean menos aptos para entenderla ni mucho menos, pero a veces por una cuestión de entorno y preparación, el ambiente no invita al máximo disfrute de la misma. En el centro es más habitual ver carteles de conciertos, pero en otros lugares de la ciudad esta música parece estar más al margen”.

Por otro lado, siempre hay quien se pregunta: ¿Tanto esfuerzo para que una propuesta así tenga quizá el 0,5 por ciento de efectividad? “Es algo necesario”, asevera Alqhai. “No pierdes nada y puedes ganar mucho. Y es importante demostrar que no se trata de un arte elitista, sino tan solo de una música pretérita, de otro tiempo, y como todas, las hay más populares, más cortesanas, de mayor o menor calidad…”.    

El propio alcalde, en la inauguración del festival, afirmó que “la cultura no es solo espectáculo y ocio, sino que es una herramienta muy potente de transformación y cohesión social”, dijo. “Un Festival tan prestigioso como el FeMÀS no se debe quedar únicamente en espacios del centro de Sevilla. Hay que llevarlo a los barrios, darlo a conocer a los ciudadanos, hacerles partícipes; y de alguna manera, integrar territorios de la ciudad que se quedan fuera del circuito musical de grandes eventos y festivales, como el que estamos presentando en el día de hoy”.

Perder el miedo

Por otro lado, Alqhai no cree que el público de los barrios necesite de ninguna preparación especial. “Cuando eso sucede, es que hay alguna falla. Pero no de la gente, sino desde el escenario. Al público que tiene ganas de acudir a un escenario, le va a llegar siempre que la música sea buena y esté bien interpretada”, asegura. “El FeMÀS está a la altura de los grandes festivales europeos, lleva años siendo un referente en el sur de Europa, y lo único que le pedimos al público es que le pierda el miedo a la música antigua y se atreva a disfrutar”.

Para una espectadora de Triana, “esta iniciativa es muy chula, sobre todo porque está todo teatralizado y los músicos interactúan con el público, algo que no es habitual ver en un concierto de los solemnes. Que la gente baile y se ría también es algo positivo, sin olvidar la calidad de la música, que han hecho en piezas cortas, muy de la calle”.

“Nosotros sí somos de los que vamos a conciertos”, subraya una vecina de Rochelambert, “pero no es lo mismo, normalmente no podemos llevar a los niños, no se puede bailar, se siente todo de otra manera. Es una oportunidad única de que la gente vea la cultura con naturalidad, espero que lo hagan todos los años”.

Juan Manuel Flores, delegado del Distrito de Cerro Amate y de Planes Integrales de Transformación Social, califica esta iniciativa de exitosa. “Son eventos que hay que extender, difundir al conjunto de la ciudad, para que no se queden en el centro histórico”, comenta. “La reacción de los vecinos al principio es de sorpresa, tanto por la música como por el hecho de ocupar la vía pública. Pero todos lo valoran mucho, felicitan al festival y piden que se hagan cosas así más a menudo”.

Por lo que respecta a los músicos, este cambio de escenario parece de lo más estimulante. Así lo explica al menos Daniel Anarte, director musical de Oniria: “En nuestro caso, al menos, y puesto que siempre queremos salirnos de los cánones, buscamos una imagen que se parezca más a un videoclip del siglo XX o XXI que a la clásica pose de los grupos del género”.

Palmas por tangos

Y lo mismo sucede con la puesta en escena: “Por ejemplo, animamos a la gente a que toque las palmas, lo que no es ni mucho menos habitual en música antigua, y terminamos en un ritmo por tangos, algo que también puede resultar extravagante. Pero preferimos expresarnos así y abrir el abanico, de modo que no parezca una música únicamente dirigida a los entendidos”.

“Cualquier música llega a cualquiera”, concluye Anarte. “Por otro lado, hay que tener en cuenta que todos los que hacemos música antigua vivimos de otros menesteres, de la docencia, de grupos que hacen otros repertorios… Y sabemos que debemos hacer lo posible por llegar. El público especializado no tiene problemas, pero incluso el habituado a la música clásica puede tener reparos hacia la antigua. Hay que romper eso”.

En este sentido, una de las grandes victorias en el haber de Oniria fue un concierto en Sigüenza, invitados por el Cabildo de la Catedral, en el que el respetable acabó de pie ovacionando. Un crítico escribió.: “Parecía que estaba en un concierto de rock”. Y Anarte asiente: “Hay que adaptarse al contexto actual. Tenemos una producción musical inmensa, hay mucho que decir y muchas formas diferentes de hacerlo”.     

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