No pasa nada. Es completamente normal. Hasta a usted que se considera a favor de la migración, le ha sucedido que viendo las imágenes de nuestras fronteras le asaltan pensamientos extraños, una mezcla entre compasión (“pobres”) y temor (“¿no son demasiados?”). Pero no se preocupe, no es usted un racista. No es ni siquiera parte de una minoría. De un modo u otro esto en el fondo nos pasa a todo el mundo. Nuestro cerebro de una manera falsamente racional nos envía mensajes de advertencia hacia lo que consciente o inconscientemente consideramos una potencial amenaza.
Esto es así porque nuestro cerebro está preparado para la supervivencia. Cualquier cosa que potencialmente pudiera ponernos en peligro o amenazarnos, ya sea real o imaginada, puede generar una reacción de alerta en nosotros. Es un mecanismo completamente normal del cuerpo humano para estar preparado ante el peligro. En el pasado nos ayudaba mucho. Nos preparaba el cuerpo para salir corriendo si un león venía por nosotros con aviesas intenciones.
Hay 3 peligros muy concretos que, casi desde que somos conscientes, somos capaces de identificar claramente: el más obvio que se ponga en peligro nuestra integridad física: que nos peguen, nos violen o en última instancia hasta nos maten; otro, también muy derivado del primero, ver en peligro nuestro acceso a los recursos que necesitamos para subsistir: comida, agua, techo, salud… (hoy en día el trabajo, que nos da acceso al dinero, que nos da acceso a todo lo demás); y por último, el que podríamos situar quizás más dentro de un rango de necesidades más aspiracionales y menos físicas, sobre el modo de vida al que estamos acostumbrados: mis costumbres, mis espacios, mis creencias.
Nuestros “leones” son cosas como el paro, el terrorismo, la delincuencia… Cuando unas imprudentes (o incluso interesadas) declaraciones políticas cruzan los miedos atávicos que tenemos, con estos temores contemporáneos y los relacionan con la migración, ponen a nuestra mente automáticamente en un modo prejuicioso (o si queremos decirlo de otra manera más suave, en el “modo alerta”).
En esa lógica les será fácil clasificar a partir de ahora los argumentos del discurso anti-migratorio en alguno de estos 3 cajones. “Nos están invadiendo y no hay recursos para todos” (miedo económico), “son todos o terroristas o delincuentes” (miedo físico), “no se adaptan, erosionan nuestros valores” (miedo identitario) “desbordan nuestra sanidad” (miedo económico), “nos estamos llenando de ilegales que vienen a robar” (miedo físico), “nos quitan nuestros trabajos” (miedo económico).
Desde organizaciones como Oxfam Intermón tratamos de entender estos miedos, para explicar mejor que la migración, una vez que superamos el “modo alerta”, es un hecho humano natural y que, en realidad, reporta beneficios a la sociedad. En espacios de calidad, con una conversación más detenida, más pedagógica como pueden ser las escuelas y la educación esto se puede tratar más claramente y existen numerosas experiencias que demuestran que es la manera más directa de combatir la xenofobia y el racismo. A los adultos abrumados por las comunicaciones de “consumo rápido” nos cuesta un poco más no rendirnos a los prejuicios.
Sin embargo, si lo pensamos racionalmente, todos nos movemos o nos hemos movido dentro y fuera de nuestras ciudades, comunidades, fronteras, y todos tenemos o hemos tenido a migrantes cercanos. Pero además los datos objetivos que tenemos nos demuestran que la migración es un hecho positivo, cultural y económicamente para los países. Es cierto que para ello tiene usted que obligarse a usar un poco más su pensamiento racional y no poner el modo automático. También a distinguir cuando le están queriendo “potenciar” alguno de estos miedos, impidiéndole reflexionar sobre el fondo de lo que se cuenta.
Es el mismo proceso que se da para superar el miedo a volar: hay que entender cómo funcionan los aviones, atender a las cifras de seguridad aérea, y conocer un poco de cómo funciona nuestro cerebro ante las fobias. Cuando yo fui con este problema a la psicóloga, me dijo que no me preocupara, que esto se “arreglaba” en 3, 4 sesiones máximo, y aunque es cierto que nunca seré un apasionado del vuelo, he pasado de tener que cruzar Europa en tren a hacer varios vuelos intercontinentales al año. Simplemente dándole un poco más espacio al pensamiento crítico/racional, y menos al automático. Y mi vida ha mejorado mucho. Diga no a sus miedos. Y trate de ir un poco más allá de los mensajes que tratan de potenciarlos.