Terezinhas, muñecas solidarias que salvan vidas de la desnutrición en Angola tejiendo desde la Andalucía rural
Todo empieza con un hilo. Una hebra que germina en las aldeas de Aracena (Huelva) y a la que se van sumando otras, hasta formar una urdimbre capaz de acercar realidades distintas y de tejer redes que sostienen la vida. De esos hilos están hechas las Terezinhas, muñecas que están “dando vida a otros niños” en Malanje, una de las provincias más afectadas por la desnutrición infantil en Angola.
Las manos que tejen este proyecto son las de La Urdimbre, una asociación nacida para visibilizar las redes de apoyo que crean las mujeres en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche frente al abandono que sufre el medio rural. Desde ese mismo lugar —el de la sororidad, lo comunitario y lo invisible— surge el proyecto de las Terezinhas, una iniciativa que busca recaudar fondos para financiar el programa de Atención a la Desnutrición Infantil de la ONGD Mundo Orenda.
“Nosotras desde aquí con nuestra urdimbre podemos hacer cosas que, desgraciadamente, otras mujeres no pueden hacer en sus países por el contexto socioeconómico en el que viven, por eso nos propusimos ampliar ese tejido asociativo de un continente a otro, lanzar hilos a otras comunidades”, explican Alba Soriano y Carmen López, fundadoras de la asociación que ha creado estas muñecas de croché y, con ellas, una trama solidaria que ha ido creciendo más allá de la Andalucía rural.
Una casualidad convertida en causa
La idea surgió casi por “casualidad”. Alba y Carmen compraron una muñeca para un regalo y le propusieron a una de las mujeres de la aldea que cosiera para ella un conjunto de croché. “Cuando la vimos terminada, vestida con una ropa preciosa, supimos que había que hacer algo con ella”, recuerda Alba, que entonces se preparaba para participar en el programa de voluntariado que Mundo Orenda organiza durante el verano.
Esta voluntaria tenía la intención de recaudar fondos para algunos de los proyectos de la ONGD sevillana y Rebeca Herrera, la directora de la organización, le habló del programa de desnutridos: “Un proyecto de asistencia humanitaria, de vida o muerte, que requiere muchos recursos”. Fue en ese momento cuando las chicas de La Urdimbre decidieron que, “si vendíamos la muñeca, con el importe íntegro de la venta podríamos apoyar el proyecto contra la desnutrición infantil de Mundo Orenda”.
Y así nació la primera Terezinha, bautizada con el nombre de una de las primeras niñas que formaron parte del programa que la organización sevillana desarrolla en el centro médico de Quessua, en Malanje. Su sonrisa incluso en los momentos más difíciles, su fortaleza y sus ganas de vivir pese a las duras condiciones impulsaron a las chicas de La Urdimbre a crear este proyecto completamente altruista. A partir de ahí, se marcaron el reto de vender 100 muñecas antes de que Alba viajara a terreno y llevara personalmente los beneficios recaudados, convertidos en alimentos y medicinas.
“Para nosotros es una muñeca, pero para ellos es un mes completo de tratamiento contra la desnutrición”, explican las fundadoras de La Urdimbre. Cada pieza tiene un precio simbólico de 25 euros que equivale a un pack compuesto de huevos, harina, azúcar, aceite, jabón y algún medicamento para niños y niñas con desnutrición severa. Las Terezinhas se han convertido así en “un símbolo de la ayuda, de la humanidad, de la empatía” y también en una forma de “unir dos mundos y unir conciencias”, expandiendo ese mismo tejido de apoyo que se despliega entre las mujeres de las aldeas de Aracena.
Un hilo sostenido por muchas manos
A la primera muñeca le siguieron otras cien. Lanzaron el reto en mayo y, cuando Alba partió hacia Angola a primeros de julio, habían entregado 103 muñecas y tenían otras 100 apuntadas en lista de espera. “Tuvimos que parar porque no dábamos abasto: teníamos materia prima, pero faltaban manos para tejer, y eso no se puede comprar, es algo voluntario”, señala Carmen desde Aracena.
A su regreso de Angola, Alba se encontró con que se habían sumado más mujeres de otros pueblos dispuestas a tejer. “Quisimos que fueran de croché o de punto como símbolo de la urdimbre que une a las mujeres en el medio rural y también para poner en valor el esfuerzo de todas ellas, materializado en una muñeca que se convierte en alimento para niños que lo necesitan”, resume Alba, emocionada al “ver en lo que se traduce todo ese trabajo”.
Con el paso de los meses, este tejido colectivo se ha ido ampliando por las provincias de Huelva y Sevilla. Cada viernes, una veintena de ellas —de todas las edades— se reúnen en Aracena para coser, vestir muñecas o empaquetarlas. Un encuentro semanal en el que el hilo circula de mano en mano y hace crecer el proyecto.
El otro extremo de ese hilo lo sujeta la doctora Cleyvy, la responsable al frente del Proyecto de Atención Integral a la Desnutrición en el Centro Médico de Quessua. Desde allí, vive en primera persona el impacto de esta urdimbre que cruza continentes. “Nuestra labor se centra en que se den la mano personas con ganas de ayudar y personas con mucha necesidad de ser ayudadas y, entre medio, estamos nosotras, intentando atar hilos, ideas y acercar realidades muy diferentes, pero con el amor y la humanidad como denominador común”, explica la doctora.
Para Cleyvy, el acompañamiento va más allá del tratamiento médico. “Coger a esas madres de la mano, mirarlas a los ojos y decirles: Estamos juntas, porque ellas también necesitan de nosotras, de esta urdimbre que comenzamos a tejer y que hoy no solo da vida a sus hijos, también les da aliento y fuerza para seguir”. Una semilla sembrada desde lo rural que ha encontrado tierra fértil al otro lado del mundo. “Angola necesita de esta urdimbre”, concluye la doctora desde el centro médico de Quessua.
Un trabajo invisible que alimenta
Desde que arrancó la iniciativa se han vendido más de 700 muñecas. Y el proyecto de La Urdimbre sigue hoy a pleno rendimiento: cada viernes, mujeres y niñas se reúnen para preparar los encargos que continúan llegando desde toda España, e incluso desde más allá de sus fronteras. Desde el corazón de la Andalucía rural, cada Terezinha se prepara con mimo y dedicación, sabiendo que es mucho más que un regalo que alguien recibirá con ilusión en su casa.
Cada muñeca representa, de forma simbólica, a todos esos niños y niñas que, como Terezinha, luchan cada día contra la desnutrición en una de las provincias de Angola más golpeadas por la pobreza, la inseguridad alimentaria y la falta de acceso a servicios básicos. Cada muñeca vendida “es una muestra del poder que tiene la solidaridad para transformar vidas y de las oportunidades que, gracias al apoyo de tantas personas, estos pequeños y pequeñas tendrán para seguir creciendo”, señalan desde Mundo Orenda, agradecidos por la iniciativa que ha impulsado La Urdimbre.
Además, las Terezinhas son la prueba de que los saberes ancestrales de las mujeres del medio rural pueden convertirse en ayuda humanitaria directa para personas en situación de extrema vulnerabilidad. Un proyecto que transforma el trabajo invisible de la mujer —ese que se aprende en casa y se transmite de generación en generación— en una respuesta urgente frente a la desnutrición infantil.
La Urdimbre está convencida de que tanto aquí como allí, en contextos muy distintos, pero atravesados por las mismas desigualdades, son las mujeres quienes sostienen la vida: las que tejen en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche y las que cuidan y resisten en Malanje. Unidas por un hilo que atraviesa kilómetros, culturas y realidades, con un mismo propósito. Las Terezinhas son, en definitiva, mucho más que una muñeca: “son un símbolo de vida, esperanza y futuro”.
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