Cada vez son más las mujeres que dirigen explotaciones agrícolas en Aragón: “Me incorporo para poder conciliar”
Elsa Romeo Gonzalo tiene 38 años y hace tres que decidió hacer el curso de joven agricultora, justo cuando fue madre. Su motivación para dar este paso era la de poder conciliar: “Llevaba años trabajando en comercio, lo tenía todo pensado y organizado para poder trabajar y cuidar de mi hijo, pero las circunstancias cambiaron, me enviaban a trabajar a Illueca, y ese fue el detonante para incorporarme definitivamente al sector agrario”, explica Elsa, vecina de Aniñón (Zaragoza).
Además de joven agricultora, y de ser mujer al frente de una explotación agraria, se ha convertido en el relevo de su padre, que con 63 ha decidido jubilarse. “Si no fuera porque la explotación de mi padre está en activo y es viable, además de que me deja la maquinaria, las tierras y todo lo necesario, no hubiera sido posible lanzarme a trabajar en la agricultura”, confiesa. Desde noviembre de 2024, cuando llegó aprobada su resolución, Elsa es titular de una explotación de 23 hectáreas en regadío en las que cultiva en convencional cerezos, melocotón, almendros, viña y olivo.
Esta agricultora de la comarca Comunidad de Calatayud se suma al 23% de mujeres que ya son jefas de explotaciones agrarias en Aragón, según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en la Encuesta de explotaciones agrícolas. Entre 2016 y 2023, tal y como informa el Gobierno de Aragón, el porcentaje en este tramo ha subido 6 puntos, pasando del 17% registrado en 2016 al 23% apuntado en 2023, momento en el que más de 7.100 mujeres eran no solo titulares sino también jefas de explotación.
Un importante paso: la mujer no solo es titular, además se percibe a sí misma como jefa de la explotación agraria
Los datos actuales reflejan un cambio en la percepción del liderazgo femenino en el sector primario, y es que el porcentaje de jefas se ha equiparado al de mujeres titulares. Aunque en 2016 el 23% de las explotaciones agrícolas tenían una mujer como titular, solo el 17% de ellas se identificaban como jefas de explotación. Esta tendencia está cambiando. En la actualidad el 83% de las mujeres titulares de explotaciones se consideran también sus jefas, frente al 62% de la anterior encuesta, lo que supone un incremento de casi el 20%. El aumento del porcentaje manda un claro mensaje: cada vez más las mujeres se ven sí mismas como jefas de sus explotaciones.
Desde las organizaciones agrarias ven con buenos ojos este avance en las cifras. Estrella Morata, responsable del Área de la Mujer de UAGA, incide en que estas cifras son positivas porque “visibilizan que la mujer puede ser parte del relevo generacional en el campo, y que estamos presentes en la gerencia de las explotaciones agrarias”, una visión que comparten en FADEMUR Aragón, que califica de “esperanzadores” los datos. Sin embargo, estas últimas ponen el acento en otros parámetros del análisis de la encuesta como las características de las explotaciones lideradas por mujeres: más pequeñas y de menor facturación, “con menos acceso a crédito” y la todavía escasa presencia de la mujer en los espacios donde se toman decisiones: “Solo el 2% de los consejos rectores de cooperativas están integrados por mujeres”, recuerdan.
Otro de los datos que evidencia que estamos al comienzo del camino es el porcentaje de mujeres que trabajan a tiempo parcial: más del 50% trabajan menos del 25% de la jornada; un dato que llama especialmente la atención en las franjas de mujeres de mayor edad. En este sentido, las organizaciones agrarias denuncian que las cifras de las encuestas siguen sin llegar a reflejar la realidad del sector porque todavía hay mujeres que “trabajan de manera invisible en las explotaciones familiares, es decir, que no figuran como titulares, con la pérdida de derechos que ello conlleva”, asegura Carolina Llaquet, presidenta de FADEMUR Aragón.
Aragón saca ventaja al resto de España
Este crecimiento del 6% en Aragón duplica la media nacional, que ha sido de algo más del 3% en el mismo periodo para el cómputo de mujeres jefas de explotaciones agrarias en el país. Sin embargo, la figura de la titularidad compartida no termina de arrancar en Aragón, donde solo hay 33 explotaciones en esta situación hasta la fecha. En este sentido, desde ARAGA señalan que es “crucial reconocer y apoyar el trabajo femenino en el sector”, y abogan por “la formación y el desarrollo profesional de las mujeres en el campo, ya que pueden tener un impacto positivo en la economía y la sociedad rural, y contribuir a reducir la despoblación y el abandono de las zonas rurales”, detalla Ana Cabanillas, directora general de ARAGA, sobre los datos publicados por el INE. Por ello, elaborar estadísticas con datos segregados por sexos “es fundamental para poder tomar decisiones con perspectiva de género desde las administraciones”, añade la responsable de UAGA.
Desde el Gobierno de Aragón explican que se han implementado diversas medidas para visibilizar el papel de la mujer en el sector agroalimentario, como la participación en jornadas o la colaboración en el proyecto europeo GRASS-Ceiling, junto a la Universidad de Valladolid y el Instituto Agronómico del Mediterráneo, y la gestión, por parte del Departamento de Agricultura, del espacio web mujeres rurales que en 2024 recibió 8.957 visitas, con un especial interés en el apartado de subvenciones, premios y convocatorias, que acumuló 2.664 consultas.
Cuando la inversión es tan alta y las ayudas son inciertas, el interés de los jóvenes por incorporarse al sector se esfuma
Elsa no arranca sola, lo hace con el beneplácito, la explotación y el apoyo de una familia que toda la vida se ha dedicado al campo: “es algo que he vivido desde niña, y alguna vez me había planteado continuar, ser madre es lo que me ha dado el empujón final, para poder organizar el tiempo y estar presente cuando mi hijo me necesite”, reconoce esta joven agricultora.
En este nuevo camino le acompaña Adrián Ponce, amigo y pareja desde hace más de veinte años, vecino de Aniñón y cuyo padre también dedicado al campo, se ha jubilado. “Había llegado el momento de decidir qué hacíamos, si vendíamos todo o si nos decidíamos a intentarlo, y aquí estamos, con mucha ilusión y ganas de trabajar”, confiesa Elsa Romeo. Las familias de ambos les han ayudado y les apoyan: “pero como lo han vivido en sus propias carnes y saben lo duro que es a veces, te apoyan, pero desde el miedo y la incertidumbre”, señala esta pareja de recién incorporados.
La burocracia “excesiva y lenta”, critican, es uno de los problemas a los que se están enfrentando en los primeros meses en el sector, pero no es el único: “desde enero llevamos gastados los ahorros de toda la vida juntos”, se lamentan. Y es que han hecho una fuerte inversión para la modernización de cultivos: “Hemos pedido la ayuda correspondiente, pero no sabemos cuándo ni si llegará la parte proporcional, y las facturas las tienes que pagar al cien por cien. Adelantar el dinero cuando estás empezando hace que sea más complicado, por eso decimos que empezar de cero es imposible en el campo”, advierte Adrián.
La propiedad de la familia de este joven, una explotación de 57 hectáreas de almendro y olivo en ecológico y en secano, se suma al patrimonio de esta pareja que ha decidido ser el relevo generacional de sus padres. Con la incertidumbre de la climatología: “Nunca había mirado tanto la aplicación de tiempo del móvil como estos cuatro meses”, admite Adrián, y a la espera de recuperar parte de los ahorros invertidos, esta pareja se cura en salud, por lo menos en el arranque de su emprendimiento: “Decidí no coger los 5.000 euros de ayuda para poder trabajar seis meses al año, por prevenir, y al final, como la administración va muy lenta, este verano trabajaré de manera simultánea en otro sector para tener unos ingresos asegurados”, explica Elsa.
A la espera de ver cómo avanza esta campaña de fruta, la pareja se ha enfocado en la parte positiva de su nueva vida: “Nosotros no necesitamos ir a hacer CrossFit, lo hacemos quitando piedras del campo”, bromea Elsa, y dan gracias de poder empezar con el legado de sus familias; dos explotaciones “viables”, fruto del trabajo de toda una vida.
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