Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Un hombre ha muerto, han roto un paisaje

Miguel Labordeta captado por la cámara de Joaquín Alcón en 1969
9 de agosto de 2025 05:31 h

0

Se cumplen este mes de agosto diez años de la muerte de Joaquín Alcón, un fotógrafo audaz que desde la década de los cincuenta supo asumir con personalidad las innovaciones artísticas del momento. Hojeando un catálogo de su obra, fui a dar con la serie de fotografías que tomó a Miguel Labordeta en el parque que hoy lleva el nombre de su hermano José Antonio, en Zaragoza.

Retrato de un presagio

En una de estas fotos, un corpachón avanza hacia la cámara. El pie alzado y la mirada oculta tras unas gafas negras se dirigen al espectador del futuro. Casi pude oírse el crujido de la gravilla, la voz de Joaquín dando instrucciones: “¡Despacio! ¿Qué prisa tienes?” La figura de Miguel aparece enjaulada en una pérgola cuyos pilares y viguetas encuadran sus “humanos volúmenes rotundos”, como lo describiera Julio Antonio Gómez, otro poeta, también rotundo y zaragozano, también en su día captado por el objetivo de Joaquín Alcón.

Esa pérgola se ha mantenido hasta nuestros días, en realidad son dos, pero Miguel hace tiempo que se marchó. Moriría el primero de agosto de 1969, apenas unos meses después de tomada la imagen, por lo que la zancada interrumpida tiene algo de premonición. Joaquín nos muestra con maestría a un hombre consumido e infeliz, prematuramente envejecido.

Romper un paisaje

Hoy es uno de agosto y decido subir al Cabezo Buenavista, la parte alta del parque donde se ubica el escenario que sirvió de fondo al retrato. Cincuenta y seis años después, quiero sacar una estampa de la ausencia. No hay nadie, tampoco Miguel, claro: “Se deja ver poco”, decía Emilio Gastón en un poema.

Pensaba sentarme bajo la pérgola, en los bancos que, como yo, no existían por aquel entonces, y desde allí evocar el paseíllo del poeta. Pero ha resultado imposible. El espacio ha sido inesperadamente ocupado por la terraza de un aparatoso restaurante cuyas mesas, cabe añadir, incumplen la ordenanza que exige una anchura de 1,80 metros, lo que estorba el paso peatonal de la memoria.

Ciudad intangible

El afán de negocio ha ido desmaterializando Zaragoza, asolando edificios y cegando rincones que albergaban su pasado para sustituirlos por otros reacios a la retentiva, soslayables y desmemoriados, pero lucrativos. Lo que abundan son recuerdos personales, dispersos e imprecisos, como una tradición oral, pero a resguardo.

Por eso, a veces recurrimos al aval de viejas instantáneas para desembalar parte de ese pasado con algo de imaginación. Y ya, por lo que se ve, ni eso, pues a las fotografías de otros tiempos les va resultando cada vez más confuso encontrar un camino de vuelta al presente. Difícilmente puede uno imaginar a Miguel Labordeta caminando bajo la pérgola sin tropezar con veladores.

Será que, como Miguel, algunos envejecemos mal y no toleramos con tanta ligereza ciertos cambios en una ciudad cada vez más ajena. Zaragoza va camino de convertirse en un escenario de cartón piedra, en un inmenso centro comercial al aire libre. Algunos de sus lugares ya sólo pueden ser recorridos como turista o consumidor, merodeadores en busca de souvenirs. Me temo que nunca más volveremos a definirla con los versos de Emilio Alfaro, “ese cálido hueco de antiguas referencias.

Sobre este blog

El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Etiquetas
stats