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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Martin Luther King tenía razón

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias

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“Llega el momento en el que el silencio es una traición”. Así hablaba Martin Luther King al pueblo estadounidense cuando defendía los derechos civiles, especialmente de la población negra, en tiempos de amenazas y retrocesos. La década de los sesenta en los Estados Unidos fue un tiempo complejo de persecuciones y agitaciones, pero también de nuevos vientos que traían respuestas, nuevas ideas e intentos de rupturas con las dinámicas del pasado que operaban bajo el “siempre ha sido así”. Protestas contra la Guerra de Vietnam, por los derechos civiles y de las personas negras o el apogeo y consolidación del rock and roll marcaban un antes y un después que ponía en manifiesto que no eran tiempos para equidistancias.

Si te callabas ante las violaciones de derechos que sufría una parte de la población, estabas con el opresor. Eso es lo que trasladaba Martin Luther King a sus compatriotas. Cuando sobrevuelan amenazas y retrocesos hay que tomar parte. En los momentos históricos y complicados, en los momentos de agitación en los que también crece la polarización, mojarse es una necesidad.

La covid ha hecho que el mundo, tal y como lo conocemos, se resquebraje. Nos ha traído una crisis sanitaria, económica y social que está haciendo que el sistema se tambalee en todos los sentidos. En nuestro país ha coincidido con una latente crisis política e institucional que ha provocado un incremento de la polarización a niveles muy elevados.

El primer gobierno de coalición tras la restauración de la democracia trabaja para trazar una salida a la crisis distinta a la de 2008, la monarquía se desmorona entre comisiones ilegales, testaferros, corruptelas y exreyes que huyen, la Unión Europea corrige las políticas del pasado dándonos la razón en que había otra forma de hacer las cosas y que la pasada crisis no fue una crisis sino una estafa. Entre tanto, una derecha echada al monte y alineada con la monarquía y el poder judicial para erosionar a los gobiernos progresistas, trata de imponernos un modelo fracasado y trata de derribar gobiernos para recuperar la parte de poder que no tienen. Los hombres de la troika que amenaza nuestros derechos ya no visten de negro, ahora visten de azul, de naranja y de verde.

Fue a Ayuso a quien se le escapó que el Madrid del PP, Ciudadanos y Vox, el poder judicial y la monarquía actuaban como un bloque para tratar de torpedear la acción del Gobierno de coalición progresista. Mientras Ayuso secuestra la Comunidad de Madrid para utilizarla como ariete contra el Gobierno, los de Casado, Arrimadas y Abascal escupen insultos en el Congreso de los Diputados y utilizan las redes y televisiones para amenazar, azuzar e incendiar el ambiente en un todo vale contra el Gobierno.

La izquierda utiliza su espacio en los gobiernos para impulsar políticas pensando en el común y la derecha utiliza todas sus armas para recuperar el Gobierno a toda costa, a las bravas si es preciso. En esta guerra de trincheras en la que el ambiente se tensa, nos toca tomar parte. O recortar y privatizar o fortalecer lo público. O apuntalar un sistema carcomido que se desmorona o avanzar hacia una democracia más justa, más fuerte y más moderna. O una salida de la crisis al servicio de las élites privilegiadas o una salida de la crisis con más derechos para el común. No hay lugar para las equidistancias. El “sí pero no” y el “contigo pero con ellos” no son posibles.

En estos tiempos en los que toca mojarse aún hay algunos que juegan a las equidistancias y tratan de tender puentes con el adversario político que trata de derribarles. No son tiempos de ideologías, son tiempos de unidad y consensos, nos dicen. ¿Unidad de quiénes? ¿Consensos para qué? La respuesta a estas preguntas está en la ideología. Quienes utilizan los acuerdos y consensos para minimizarla, lo hacen con la intención de bloquear cambios. Si queremos avanzar no podemos alcanzar acuerdos con quienes nos quieren hacer retroceder. En una situación como esta el consenso actúa como una trampa, como un freno que aprieta para impedir que los tiempos avancen.

Viene un año 2021 duro con un invierno y una primavera que no van a ser nada sencillos. Los presupuestos, tanto los del Estado como los de Aragón, son la primera herramienta que tienen los gobiernos para marcar el rumbo, no sólo del próximo año, sino de la próxima década, y dibujar el camino de una recuperación al servicio de la gente, poniendo fin a la era de la austeridad y abriendo un nuevo tiempo de fortalecimiento de lo público. Después habrá que impulsar medidas y aprobar nuevas leyes para garantizar derechos en un contexto de crisis al tiempo que la derecha permanecerá instalada en el jaleo, el alboroto y el motín con el único ánimo de tensar y bloquear.

En este mientras tanto es fundamental que los partidos que gobiernan elijan bien a sus aliados para sacar adelante las cuentas y las leyes. El Gobierno de España, conformado por dos fuerzas, Unidas Podemos y PSOE, que no tienen mayoría parlamentaria, ya ha decidido que buscará respaldo y acuerdos con las fuerzas políticas que hicieron posible la investidura. En Aragón, donde el Gobierno cuenta con mayoría parlamentaria, no debería haber mayores problemas, por mucho que algún grupo de la oposición insista en busca de visibilidad. Hasta la fecha, Ciudadanos ya ha demostrado ser capaz de firmar un papel en blanco para poder salir en la foto. La clave está en que los gobernantes respeten las mayorías que les allanaron el camino al ejecutivo y que aseguran políticas progresistas, y que no se despisten para jugar a posicionarse en puntos intermedios.

En estos tiempos agitados y en estos momentos complejos los gobiernos tendrán que mojarse. Mojarse para elegir aliados. Mojarse para consolidar las mayorías que garantizan políticas progresistas. Mojarse para fortalecer lo público y para proteger a la gente corriente. Con mirada larga y con ambición. Y es que Martin Luther King tenía razón. Cuando las cosas se ponen feas no hay lugar para titubeos, silencios o equidistancias. 

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