Hola.
Cuidado si estás en la costa del Levante porque hay previstas tormentas muy complicadas.
Venga, agarra un café y vamos al lío.
En elDiario.es llevamos años hablando de racismo en el fútbol (las pruebas, en Google), tanto cuando ha afectado a estrellas del Liverpool como cuando los insultos han sucedido en un partido de niños en Barcelona. Cuando cubres machaconamente un asunto sin que tenga mucha repercusión esperas que en algún momento suceda algo que lo cambie todo. A ver si es esto: los insultos racistas a Vinicius han provocado la reacción de medio mundo y hasta del presidente de Brasil, Lula da Silva: “No se puede permitir que el fascismo y el racismo se instalen en los campos de fútbol”.
En España, la Fiscalía ha abierto una investigación por posible delito de odio en ese último partido del Real Madrid en Valencia. A estas alturas parece claro que no todo el estadio cantó al unísono “mono, mono” (sino “tonto, tonto”) pero que sí hubo espectadores en la grada y grupos organizados antes del partido que corearon esos insultos racistas. Esos serán los perseguidos. En España ya hay un caso pendiente de juicio: se piden dos años de cárcel para un aficionado por insultos a Iñaki Williams, jugador del Athletic de Bilbao, pero poco más. A la tolerancia histórica que se ha tenido con el racismo en el fútbol da vergüenza mirarla.
Todo el mundo en España opina sobre el asunto (aquí mi aportación, no muy original), pero quédate con que la mayoría pasa aproximadamente tres segundos diciendo “racismo mal” y luego media hora criticando a La Liga o a la Federación, a las actitudes de Vinicius o a los periodistas de Madrid, a los clubes o a los árbitros, depende de lo que convenga para la táctica de una de las trincheras que tienen los juegos de poder del fútbol, que son muchas.
Más allá de todo ese ruido, lo importante es solucionar lo que contamos aquí: unas leyes y unos protocolos internos muy poco claros ponen muy complicada la lucha práctica contra el racismo en los estadios.
El asunto Vinicius se ha colado en los grandes titulares de un día de campaña que no tenía sobresaltos hasta que anoche el PP denunció que dos personas habían irrumpido violentamente en su sede de Móstoles, con navajas y rociando gas pimienta. Había 40 personas dentro, algunas han sido atendidas por los efectos del gas, pero no hay que lamentar nada más. Veremos qué dice la Policía.
Hasta ese momento, era una jornada más de debates, mítines y encuestas. El CIS da ganador al PSOE en la suma prevista para las elecciones municipales, por ejemplo. La izquierda intenta movilizar a su electorado como puede. Hoy hay Consejo de Ministros, que por sexta semana consecutiva aprobará medidas sociales previamente anunciadas por Pedro Sánchez en un mitin de campaña. Y en esta ocasión, será más de una: la de la inversión en salud mental que anunció el domingo y la de la ampliación de la Ley de Paridad al Poder Judicial que anunció ayer.
Unidas Podemos también hace su esfuerzo final para decantar mayorías en Madrid y la Comunitat Valenciana. La actividad también ha entrado de lleno en TikTok, donde las ganas de Ayuso o los vídeos de Ada Colau han sido protagonistas en la caza del voto más joven en una plataforma donde la viralización es tan rápida que los jóvenes participan de campañas políticas casi sin saberlo. Aquí un buen reportaje sobre el asunto. Por cierto, esta tarde organizamos un debate con jóvenes que votarán por primera vez el 28M para hablar de qué les preocupa y qué esperan de la política.
Este domingo hay elecciones municipales en toda España. Bueno, en toda España no. Hay 42 municipios donde nadie quiere ser concejal, los alcaldes quieren dejar de ser alcaldes y una limpiadora lleva 12 años sacrificándose en el poder. Hoy en el podcast, te llevo a los lugares donde la política funciona al revés.
Hasta aquí llegamos por hoy.
Un abrazo,
Juanlu.
Sobre este blog
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