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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Políticas inactivas de empleo

Exterior de una oficina del Servicio Cántabro de Empleo en Santander. | JOAQUÍN G. SASTRE

Patricia Manrique

Este mes hemos sabido que Cantabria cuenta ya con 34.111 desempleados, pues “ha liderado” —extraña expresión reiterada en medios, como si se pudiera liderar el fracaso— la subida del paro en septiembre con un 6,7%. Al presidente Revilla los datos le han parecido “lo esperado” al acabar los contratos del turismo en verano “porque no nos engañemos, tenemos una economía muy dependiente de las contrataciones de julio y agosto”. Y tan pancho se queda. ¡Ah! También culpa a la incertidumbre internacional y a la carencia de gobierno en el Estado, pero de lo suyo, nada. Estacionalidad como modelo asumido, turistificación de la economía que nos lleva a la pobreza y la precariedad de modo galopante, y todo ello sin visos de solución, ya que es “lo esperado”.

Revilla echa balones fuera. Por ejemplo, esas políticas activas de empleo que fueron motivo de no-pacto en julio son competencia, como titulares de su ejecución, de las comunidades autónomas —el PSOE de Zuloaga en la Consejería de Empleo y Políticas Sociales y Revilla de responsable al fondo— aunque pautadas en rasgos generales por el Servicio Público de Empleo estatal (SEPE) —este sí, del Estado—. Ubicadas en lo que antes se denominaba INEM y que hoy ponen cara las oficinas conjuntas del SEPE y el Emcan, su utilidad se ha cuestionado a menudo y con razón.

Cualquiera que se encuentre en paro y ya no tenga prestación que tramitar, luego no pueda cobrar ninguna, conoce bien tales oficinas: son el sitio que, en tal situación, sirven para… nada. Algunos pajaritos en paro me han contado que el funcionariado, con niveles de apatía variables, te mira como si estuvieras loco si muestras insistencia en que te ayuden a buscar trabajo. “¿A mí que me dices?”, parecen estar pensando. También es el lugar donde adjudican cursos a los que, si realmente son útiles, el acceso es como una edición de Los juegos del hambre. Vale, citar declaraciones como toda prueba responde a esa habitual —y poco profesional— práctica del periodismo actual de recurrir solo a fuentes, sin contrastar los datos, en especial de la clase política, permitiendo que cobren notoriedad declaraciones que son auténticas barrabasadas. Pero vamos a avalarlo con datos.

En 2017, el Blog Salmón mostraba con cifras, en un interesante artículo, que el SEPE “no sirve para nada” y tampoco, por cierto, las agencias de trabajo temporal. En 2017, y la cosa no ha cambiado sustancialmente, el SEPE colocaba a un 2% de las personas en paro y las ETT al 3,4%, una de las tasas más bajas tasas de la Unión Europea, lejos de países con una empleabilidad en sus oficinas de empleo superior al 80%, por ejemplo Países Bajos o Alemania. En España el grueso del trabajo se consigue a través del llamado “mercado laboral oculto”, a saber, vacantes que no salen publicadas en ningún sitio porque las empresas recurren a referencias, contactos, amigos… Cantabria, por cierto, encabeza el ranking de las comunidades autónomas con este modo de acceso al trabajo. Todos somos primos, como se suele decir, pero, además, si no tienes primo que te ayude, lo tienes crudo, igual que si tus primos son tirando a pobretones.   

Volviendo al SEPE, en su página web vemos que gastan una ideología muy 'Do it yourself' —esto es, una combinación de coaching y humo— con nombres como 'Reincorpora-T' —el colmo de la genialidad— o 'Empléate', que vienen a querer decir que los servicios de empleo poco pueden hacer por ti. Que una entidad con un presupuesto en 2017 de 23.993 millones de euros cuya principal partida de gasto fueron las prestaciones al desempleo —17.338 millones— y que en promover el empleo invirtieron 1.493 millones de euros, un 6,22%, llevaba al Blog Salmón a proponer denominarlo “Servicio Público de Desempleo”, por evitar falsas expectativas.

Y mientras el Estado en sus diferentes escalas mantiene su incompetencia en la lucha contra el paro, la angustia de la gente sin trabajo o con trabajos que no les sacan de pobres no deja de crecer. Y, para sumar al despropósito, nos toca hacer frente a la cuarta revolución industrial. El año pasado fue Lupa y este han sido Carrefour e Inditex quienes han saltado a la palestra por el cabreo de sus trabajadoras y trabajadores ante la implantación de las cajas de autocobro, ejemplo de la robotización que amenaza millones de puestos de trabajo —el 66% según la Organización Internacional de Trabajadores—. Que será muy lucrativo para ellos y cómodo para los usuarios sin conciencia, pero el roto que van a hacer en el empleo lleva a desear iniciar una nueva cruzada luddita. Como mínimo, no usarlas.

¿Y si nos centramos en soluciones y pensamos en modos de emplearse que nos saquen de la sumisión a estos flujos sistémicos? La economía social o cuarto sector, por ejemplo: las cooperativas son una parte importante de las empresas europeas ya presentes en casi todos los sectores —agricultura, artesanía, consumo, servicios comerciales varios, salud, servicios sociales, banca, seguros…—.

Estas empresas de gestión democrática y participativa, en las que se prima lo colectivo sobre lo individual y que suelen estar vinculadas a los territorios y sus reglas, generan en España unos 2.192.400 empleos directos e indirectos, puesto que hay alrededor de 43.000 entidades que facturan 150.000 millones de euros, lo que equivale a entre el 10 y el 12% del PIB según el informe La Economía  social  y solidaria: balance provisional y perspectivas para España. En Europa, según este estudio, entre el 10 y 12% de las empresas son entidades de Economía Social y en 2010 ya empleaban a alrededor de 14,5 millones de personas, el 6,5% del total de la población trabajadora de la UE.

Sin embargo, volvamos al SEPE, que sigue destinando una miseria a este sector, pues, por ejemplo, tan solo 11 de los casi 6.000 millones de presupuesto en 2019 se dirigieron al programa 'Desarrollo del trabajo autónomo, la economía social y de la responsabilidad social en las empresas'. Y a Revilla, en concreto, no se le ha oído pronunciar siquiera el término —googleen—. En Cantabria, la Consejería de Empleo ha anunciado que promovería el asesoramiento y apoyo a iniciativas de economía social como el cooperativismo, pero de la mano del Centro Internacional Santander Emprendimiento, entidad que, financiada por el Banco Santander, poco o nada tiene que ver con la Economía social y mucho más con el “emprendimiento”, esa nueva etiqueta para encubrir la precariedad.

Y pese a estar así las cosas, en periodo preelectoral, poco nos cabe esperar que se trate acerca de todo esto, y mucho, en cambio, de “relatos”, banderas y Cataluña. Qué motivador.  

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