El Aula Hospitalaria de Valdecilla, más allá de una labor curricular
Un hospital no es el lugar donde ninguno desearíamos pasar una temporada. A pesar del buen trato y de los esfuerzos del personal sanitario por hacer la estancia lo más agradable posible, por razones obvias, la imagen que transmite es de un espacio frío, lúgubre y con ciertos tintes dramáticos. Desgraciadamente hay niños que, por razones de salud, se ven en la obligación de permanecer ingresados durante un periodo más o menos largo de tiempo. Esta situación les puede acarrear problemas emocionales y trastornos en su etapa escolar.
Cantabria dispone de un Centro de Atención Educativa Hospitalaria y Domiciliaria (CAEHD) ubicado en el Hospital Marqués de Valdecilla para niños y niñas de Infantil, Primaria y Secundaria, que por problemas de salud tienen que estar un periodo de tiempo hospitalizados.
Existe un equipo dependiente de la Consejería de Educación integrado por profesores que trabajan a tiempo parcial en sus respectivos institutos y la otra mitad en los domicilios. Por su parte, hay otro grupo que lo hace a tiempo total en el hospital, en comisión de servicios.
Éste último es el caso de Maisa Bilbao, profesora y directora del Aula Hospitalaria de Santander y de Carlos Cruz, profesor de Pedagogía Terapéutica (PT) y de inglés. Ambos forman parte de un equipo nuevo que este año desempeña esta labor. Atienden tanto a niños que se encuentran hospitalizados como a aquellos que excepcionalmente, les dan el alta y tienen que seguir un proceso de convalecencia larga en sus domicilios, si residen cerca de Santander, “para no hacerles cambiar de equipo”, señalan.
Dentro de estos casos particulares de Santander, actualmente cuentan con un alumno de Primaria y uno de Secundaria. “Les atendemos diariamente y como también estamos en el aula tampoco podemos encargarnos de muchos”, explican.
El equipo está integrado por dos profesores de secundaria, uno de la rama de letras y otro de la de ciencias, dos maestros de primaria y una auxiliar. En el hospital disponen de dos aulas, una en la zona de pediatría y otra en la de hematología. Los dos educadores recalcan que la asistencia al aula no es obligatoria, es totalmente voluntaria. “Nosotros por las mañanas sacamos una lista que nos mandan en la que nos aparecen todos los niños que están en el hospital y en qué zonas están ubicados”, explica Bilbao.
Los profesores hacen labor educativa por todo el hospital. Como ejemplo, en la planta menos tres están los boxes, lugar en el que se encuentran los que han entrado por urgencia y van a estar hospitalizados poco tiempo. “Les llevamos cosas para que se entretengan; pintar si son más pequeños y algún acertijo o lectura para los más mayores. En este caso no hay trabajo curricular”, apunta Bilbao. En caso de que haya algún niño en la UCI, siempre que se le pueda visitar, también se acercan a leerle un cuento y a hacerle compañía.
Por su parte, cuando la estancia es más larga, considerada así alrededor de quince días, los profesores se ponen en contacto con el Centro Educativo del niño, siempre que los padres lo hayan solicitado. “Nos coordinamos con su tutor y nos dan el trabajo que tienen que hacer y nosotros les entregamos las actividades que nos encargan que hagan, y si hay que hacerle algún examen también”, señala Bilbao.
El objetivo de este servicio es dar una respuesta a una necesidad educativa que tienen unos niños que están hospitalizados o con una convalecencia larga en casa. Según exponen ambos docentes, intentan crear en el aula un ambiente agradable donde los niños puedan estar un rato haciendo sus tareas, si es que las tienen, y sino es así, ellos desarrollan diferentes actividades.
“Tratamos que sea todo un poco más dinámico; trabajan un rato tranquilos y relajados y después siempre hacemos un recreo”, subraya Bilbao. Al final de la mañana suele haber una actividad relacionada con la lectura o el ordenador hasta las 13.00 horas, momento en el que van a comer. Por la tarde, de 15.00 a 17.00 horas con la auxiliar hacen otro tipo de actividades más lúdicas como manualidades y juegos.
Carlos Cruz subraya que trabajan tres ámbitos. Los dos primeros son el lingüístico, donde se plantean talleres creativos en los que se les cuenta un relato y posteriormente tienen que hacer un resumen, y el matemático, no curricular propiamente dicho, sino actividades de orientación espacial y de lógica matemática adaptadas a su nivel.
El tercer plano es el emocional. “Es importante que el tiempo que el niño está aquí sirva para normalizar su vida, y que contribuya a paliar los miedos y angustias que pueda tener en un hospital”, recalca Bilbao. Ambos destacan que también les sirve de socialización puesto que, aunque las habitaciones son individuales, el punto de encuentro para todos es el aula.
“Tiene algo muy bonito como que puede haber un niño de dos años y uno de 15 juntos, y por ello intentamos que al hacer cualquier actividad sea un poco integradora para todas las edades”, afirma Bilbao. Asimismo, la profesora señala que los más mayores siempre tienden a ayudar a los pequeños. “Es muy bonito; a ellos les motiva porque se sienten responsables y de alguna manera también olvidan el día a día que tienen en el hospital”, explica.
Los dos profesionales de la educación coinciden en que trabajar en un colegio o instituto y en el Aula Hospitalaria son satisfacciones diferentes. “Esto te permite ver la enseñanza desde una cara muy diferente; es mucho más cercana, más personal y más pegada a la familia”, argumenta Bilbao.
Destaca que cuando han tenido casos más graves en los que para el niño y la familia son momentos difíciles, les es reconfortante ver como han contribuido a que tengan una situación “lo más normal posible”. “En esas circunstancias, tanto los niños como los familiares se agarran mucho al tema escolar porque es la normalidad, y sientes que no solo tienes una labor curricular”, apunta Bilbao.
“Yo soy PT y trabajo con niños que tienen cualquier tipo de trastorno y la parte emocional forma parte de ello, pero aquí todavía mas y por eso es mas gratificante tanto como persona como profesionalmente”, destaca Cruz.
A la hora de exponer las dificultades a las que se enfrentan dudan. Relatan que a nivel profesional lo más difícil es que cuando llegan al aula por la mañana no saben lo que se van a encontrar, a diferencia de en cualquier otro centro donde los profesores saben de antemano la programación diaria.
Cada día hay un número distinto de niños y están ubicados en diferentes zonas del hospital. Además, tal y como cuentan ambos profesionales, se puede dar el caso de que sean de edades similares, por lo que “es más fácil hacer actividades conjuntas”, o por el contrario, que haya diferencias en ese sentido, de forma que algunos querrán hacer tareas y otros preferirán jugar.
“Más que dificultad es una peculiaridad que tiene este centro: atender a la diversidad pero a cada momento”, señala Bilbao. Destaca que según avanza la mañana la situación va cambiando. “Normalmente vienen después de desayunar pero también se pueden incorporar a las 11.00 o a las 12.00 horas; viene la enfermera, les mira la tensión, les tiene que poner medicamentos...”, explica. “Te tienes que adaptar a todo”, apunta Cruz.
Como consecuencia de ello, los docentes hacen hincapié en que no pueden llevar ningún tipo de programación como hacen en colegios e institutos.“Tienes que romper un poco con el modelo de programación de los centros en los que tendemos a llevarlo todo muy programado, muy pensado. Cada día tenemos que organizarnos las tareas”, argumenta Bilbao.
Por otra parte, añade que tuvo el caso de un alumno que falleció al que le estuvo dando clase durante mucho tiempo. “Fue un palo, un momento muy duro que normalmente en otro centro no sueles tener, pero tienes esa pequeña compensación de haber colaborado y haber estado cerca de la familia”, cuenta Bilbao.
Finalmente, destacan que el personal sanitario “es encantador” y que les “facilitan todo lo que pueden”. Por todo ello, “las gratificaciones y los aspectos positivos son mayores que las dificultades”, concluye Cruz.