Elena Quiroga: la autora vanguardista de postguerra rescatada de olvido a los 30 años de su muerte
“Elena Quiroga siempre trató de escribir la soledad”, reflexiona la editora Lucía Navarro. Hace treinta años que murió sin ruido la escritora santanderina que habitó una intimidad deseada fuera de los focos y de la primera línea. No frecuentaba los círculos literarios, ni hacía vida social. Ella misma reconocía no haber insistido “en mantenerse en el recuerdo de los lectores”. Siempre quiso que su voz se percibiese solo a través de su literatura que contribuyó de manera decisiva a renovar la novela española.
Quiroga (Santander, 1921-La Coruña, 1995) fue Premio Nadal en 1951 con 'Viento del norte' y fue la primera mujer novelista que ingresó en la Real Academia de la Lengua Española. «Entra en esta casa, no por ser mujer, ni porque es hermosa, linajuda y distinguida, sino solo por el valor de su obra literaria; y en ella se manifiesta el don de sabiduría como conocimiento del alma humana, sagaz observación de lo significativo, rechazo de la desmesura y dominio del arte de novelar», dijo Rafael Lapesa.
Pese a ello, su nombre y su obra se mantienen en una discreción impropia de la fortaleza e influencia de su obra con una narrativa -vanguardista e innovadora- que fue más allá del discurso de la época. Las novelas de Elena Quiroga tienen ahora una segunda vida gracias a la reivindicación que hace de ellas un singular sello valenciano, Bamba Editorial, especializado en rescatar autoras olvidadas y relegadas como Zelda Fitzgerald, Hilda Doolittle o Ana María Moix, que ya forman parte de su catálogo.
Al frente de esta misión desde el año 2019, Raquel Bada recupera ahora la figura de Quiroga, una de las escritoras más importantes, originales e influyentes de la literatura española de postguerra, de la generación de los años 50 y 60, junto a otros nombres propios femeninos, como Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, o masculinos, como Rafael Sánchez Ferlosio o Ignacio Aldecoa.
Comenzaron con una reedición de Tristura, el libro que inició el proyecto, al que siguió Viento del Norte. Ahora acaba de salir Escribo tu nombre, en una edición conmemorativa por el aniversario de su fallecimiento. “Creemos que es una oportunidad bonita para volver a leerla”, apunta la editora sobre la novela escrita en 1965.
Acto en diciembre
Para celebrar estas tres décadas desde su muerte se ha organizado un acto el 15 de diciembre en el Ateneo de Santander -al que asistirá Carlos Sánchez de Boado, heredero de su legado- que reivindicará la biografía vital y literaria de una escritora cántabra poco conocida especialmente entre las nuevas generaciones. Las dos editoras, Raquel Bada y Lucía Navarro Pla, hablarán sobre ella junto a la filósofa y musicóloga Rosa Conde.
La novelista nació en Santander el 26 de octubre de 1921 y su infancia transcurrió entre Galicia -su padre, José Quiroga, conde de San Martín de Quiroga, era de Orense- y Cantabria, donde estaba la familia de su madre, Isabel de Abarca y Fornés, que murió cuando ella tenía dos años. “Mi matria es Santander, y mi patria, Coruña', decía frecuentemente.
Precisamente en el pazo gallego que habitó en su niñez escribió con 28 años su primera novela, ‘La soledad sonora’. La hija de un conde desde una ciudad de provincias cautivó y sorprendió con una narrativa con cierto poso autobiográfico y una forma íntima y especial de escribir. El mismo año que se casó y se trasladó a vivir a Madrid, en 1950, ganó el premio Nadal con la segunda novela: Viento del norte. Se enteró de la noticia a través de un telegrama que le pusieron sus cuñados. Como ya era de noche reaccionó con la misma rutina de otro día cualquiera: a la hora acostumbrada se retiró a su dormitorio como si nada acabase de suceder.
En posteriores libros en los que evolucionó hacia una narración vanguardista y experimental pionera en la literatura española. En ‘La sangre’ (1952) utilizó la perspectiva cinematográfica de un observador inmóvil, un árbol, para contar la historia. La novela ‘Algo pasa en la calle’ (1954) está narrada desde varias perspectivas, entre ellas recurre a un ejercicio de desdoblamiento de conciencia. Así, en ‘La enferma’ experimenta entrecruzando narraciones cronológicamente simultáneas y en ‘La careta’ combina diferentes planos temporales de una misma acción.
Es una de las escritoras más profundas y penetrantes de la literatura española de posguerra. Destaca por su tratamiento novelístico del tiempo y por dar preferencia a la introspección de sus personajes con una narración superada por el terreno psicológico. “El hombre de piel para adentro”, decía.
Nuevas técnicas narrativas
Quiroga fue reconocida de forma unánime por la crítica literaria nacional e internacional, por representar en la década de 1950 una insólita apertura a las técnicas innovadoras europeas y norteamericanas que no se generalizaría en la novelística española hasta una década después. Como escritora apostó por una novela intimista y psicológica de ambiente social y urbano. También experimentó nuevas técnicas de estilo con una narrativa sensible que hace un análisis psicológico de sus personajes, casi siempre solitarios y problemáticos, y con un marcado protagonismo femenino.
Dicen de ella que era una mujer muy culta que escribía por placer. Hay pocas palabras de Elena Quiroga más allá de las que escribió en sus libros. Son escasas las ocasiones en las que concedía entrevistas, pero en una ocasión se refirió a su generación narrativa es estos términos: “creo que todos nos caracterizábamos por la sensación de incomunicación, insolidaridad y soledad. Más exactamente: falta de libertad”.
Desde su discreción, Elena Quiroga, en la Dictadura, desafió la censura y criticó los métodos educativos anacrónicos y vinculados a la religión, y habló de las mujeres, con un feminismo latente que aunque nunca reivindicó sí que estuvo presente en sus novelas.
El crítico literario José Luis Alborg dijo que su nombre se fue extendiendo sin ruido. Que fue una escritora “que no ha producido revuelo en proporción a su calidad”.
Fue una persona que disfrutó y protegió su intimidad. Alguien le dijo en una ocasión que nadie la iba a conocer sin publicidad. “Si me leen lo harán por lo que escribo, no por lo que pueda decir en la prensa”, respondió.
Solo había una cosa que le importaba: no le gustaba confesar su edad y siempre se quitaba años en público. Hasta tal punto que tenía un hermano gemelo que con el paso del tiempo acabó siendo mayor que ella.
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