¿Ahora hay que indemnizar a los diputados (del PP)?

Engolosinado por esos embaucadores de los bancos, un individuo invierte en unas preferentes. Si luego sale rana la cosa, le toca fastidiarse y que le quiten la mayor parte de su dinero. Y esto es legal. Ese mismo banco, sin que nadie le convenza, a remolque de su codicia, concede una hipoteca a un individuo que no puede pagarla y sale rana la cosa. ¿Le toca fastidiarse el banco y aceptar una dación en pago o simplemente perder dinero? Pues no, qué curioso, vuelve a fastidiarse el individuo y el banco sigue ganando. Y esto también es legal. El parlamento europeo hace un informe, pero esto, como señala usted, no es legal, carece de valor legislativo y no pasa de respetuosa solicitud, es decir, uno de esos papeles que les solemos dejar a los niños para que dibujen con ceras por la otra cara. Habría por tanto que ser muy miope para no reconocer que la legalidad vigente no es más que una herramienta al servicio de los poderosos.

Que los políticos se llenen la boca con el “respeto a la ley”; por mi parte, me quedan pocas dudas de que la ley no se merece respeto mientras siga al servicio de los mismos.

Veamos de cerca a uno de esos tipos, como si fuera un documental de animales de la segunda cadena.

Se trata de un fulano desvergonzado que cobra con una mano dietas y con la otra coge las llaves de una vivienda que le pone el partido. Lo grave, a mi entender no esto, sino el “concepto”, ya que el fulano, González Pons, afirma con desparpajo que, en lugar de dietas, él cobra “una indemnización por ser diputado”.

Menudo concepto extravagante. Como todo el mundo sabe (y explica el diccionario de la Academia), cobra indemnización aquel al que se debe “resarcir de un daño o perjuicio”.

Barthes decía que el lenguaje nos habla y debe de ser verdad: en cuanto abren la boca, los del PP se retratan y se delatan sin querer.

Este es el concepto que tienen en el PP de la democracia: se trata de un daño o una grave molestia que tienen que soportar, qué remedio, aunque ellos preferirían estar todo el santo día en el club de golf y no tener que ir al hemiciclo, donde dejan entrar incluso a rojos y hasta te obligan a trabajar un poco. La dichosa democracia les fuerza a rebajarse a eso que tanto les desagrada (y puede que perjudique a la salud, si uno es del PP): ser diputado, dar explicaciones, hablar con periodistas, reunirse con tipos que no han ido a un buen colegio, con abortistas, con el entorno de ETA, con radicales, en fin: la chusma en toda la extensión de la palabra.

Antes no era así, desde luego: podían repartirse un país sin necesidad de pasar por algo tan humillante y de tan mal gusto. Sin embargo, entre la gente bien, alguien tiene que hacer el trabajo sucio y hacer como si creyera en la democracia. Y nada más natural que cobrar a cambio, no sólo un sueldo, no sólo una dietas, sino además una indemnización por tener que ser diputado y, en lugar de tomarse los gin-tonics en el club de golf, beber los del Congreso, en compañía de cualquier pelanas, y ahora encima sin subvención. ¿A qué da lástima? ¿Habrá cosa más natural que indemnizarle?

Este es el concepto, por tanto: la democracia, no sólo es inútil, puesto que ellos cuentan con la ley de su parte, sino que es algo demasiado chabacano. En estos tiempos algún caballero español se sacrifica y, arrugando la nariz, se hace diputado y hasta demócrata, con pelagatos como Cayo Lara, pero ¡tendremos que indemnizarle como corresponde por tantos daños y perjuicios!

Se lo merece, qué duda cabe.