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La periodista valenciana que ha vuelto a sus raíces en Guadalajara para recuperar la memoria de ‘El Diablo’

Un momento de la grabación en el trinquete. Setiles (Guadalajara)

Juan Pedro Castillo Alfaro

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Hace 100 años el municipio de Setiles, en Guadalajara, tenía 1.200 habitantes. Ahora 84 en su último censo. Está en el eje más crítico de la llamada España vaciada, y más allá de los debates terminológicos sobre si es vacía, vaciada o despoblada, es el lugar donde nació la madre de Annabella Martínez Cejudo.

Esta periodista valenciana, que vive en Madrid, ha vuelto a sus orígenes para recuperar la memoria de una fiesta popular que corre el riesgo de desaparecer: El Diablo, una de las botargas de Guadalajara. Personajes extraños, estrafalarios, a veces coloridos, a veces muy oscuros, pero siempre vinculados a antiguos rituales.

Pero Annabella no ha vuelto sola ni solamente. No está sola porque le acompañan sus hijos en un desafío fílmico que no solo rompe fronteras entre generaciones del pasado, también lo hace con las del futuro. Y no solamente, porque es la segunda vez que centra un proyecto audiovisual en Setiles.

La directora, periodista con experiencia en televisión, nació en la Comunidad Valenciana, pero Setiles fue el lugar donde nació su madre y al que volvían sus padres de vacaciones. El rincón donde rompía la rutina, donde descansaba del día a día, donde los niños podían crecer lejos del ajetreo de la ciudad. Por ese motivo, Annabella hizo su primer corto, hace ahora casi veinte años en Setiles, una ficción premiada y financiada por la extinta Bancaja. Y ahora tenía que volver.

Un momento de la grabación en la iglesia de Setiles, en Guadalajara

“No tienen nada que ver una historia con otra” explica la directora. Coinciden en ubicación porque es el entorno donde puede grabar y desarrollar sus proyectos personales. “Pero con esto de El Diablo ha sido curioso, yo sabía que existía, pero nunca lo había visto en vivo y en directo hasta el año pasado”, comenta la autora con sorpresa. Mientras recuerda que, aunque Setiles está grabado en su historia personal, nunca había coincidido que estuviera en el pueblo durante la festividad los Santos Inocentes “hasta este año pasado, que al verlo me quedé tan impresionada que le dije al alcalde: hay que hacer algo”.

Ya ha grabado parte de este corto documental y tiene previsto rodar otra parte en diciembre, coincidiendo con la festividad de los Santos Inocentes de este año. Su proyecto tiene el objetivo de mantener viva la memoria de Setiles porque, dice, “yo me enamoré de aquello, he tenido hasta mobile home allí, ahora tengo casa, pero no solo eso, sino que veo que hay un interés en la gente por la calidad de vida que dan los pueblos”. Aunque lamenta que efectivamente cada vez hay menos servicios. “Cuando yo venía en verano, había dos tiendas, una panadería y un bar, y ahora solo está el bar y allí compras algo si puedes, pero un bar es un bar”, dice la directora, mientras añade que sus hijos alucinan cuando les habla de aquel pasado habitado de Setiles.

Restos mineros en Setiles (Guadalajara) que hoy forman parte de una ruta de senderos

Época poblada pero no dorada, el momento de más brillo para Setiles fue aún anterior, y estuvo ligado a la minería. Ya que fue este pequeño municipio de Guadalajara donde Eduardo Aznar de la Sota y Ramón de la Sota montaron la Compañía Minera Sierra Menera, que estuvo operativa casi 90 años, montó líneas férreas propias y conectó directamente la minería del corazón de la península con el puerto de Sagunto. Un camino de metal por el que no sólo se fue el hierro, también sirvió para que se marcharan los vecinos. En los años 60 migró gran parte de la población por la reconversión industrial que dejaría sin empleo a gran parte de la comarca. Una de esas familias eran los padres de Annabella.

Lo recuerda también Juan López, vecino de Setiles, que atiende la llamada de elDiario.es Castilla-La Mancha en un descanso de sus labores como apicultor aficionado. “Ocurrió en Setiles algo un poco diferente al resto de municipios. La gente volvía, pero como volvía a otros lugares de vacaciones, y se nos ocurrió hacer algo para la gente joven, yo había terminado educación y aún no estaba, digamos, ubicado”. Acababa de terminar y aún no tenía un trabajo estable, aunque terminaría por ser maestro del pueblo.

Por su vinculación al pueblo, y en un momento en el que se empezaba a visibilizar la importancia de la juventud en la sociedad, este setileño tuvo la visión de hacer algo parecido a una escuela de verano. “Yo les enseñaba ajedrez, les hacía actividades, torneos y deportes y los jóvenes de entonces, principios de los 70, venían y se lo pasaban bien, y claro… querían venir al pueblo”, comenta con satisfacción.

“Luego esto pasó al ayuntamiento como para los ochenta, pero fue muy importante para toda una generación de jóvenes que querían venir al pueblo, estaban deseando que llegara el verano”, rememora Juan López, quien recuerda la deuda pendiente de Setiles con su pasado minero.

Fue también Juan López, el maestro, quien compró una cámara de fotos en 1972. “Empecé a documentar El Diablo, me gustaba mucho hacer fotos”, cuenta. Pero no se quedó ahí. “Luego conseguí una cámara de super 8 y también lo grababa, todos, algunos años me ayudaba mi hijo”. Se refiere al pasado, porque este minucioso trabajo de documentación ya ha sido heredado por su descendiente. Y son estas algunas de las imágenes que podrán verse en el documental de Annabella. La colaboración entre setileños permitirá que el proyecto de documental no solo sea una foto del tiempo presente, será también la historia en movimientode los últimos 50 años de El Diablo.

Medio siglo en el que han desaparecido algunas manifestaciones culturales y populares en los pueblos de alrededor y no tan alrededor. “También pasó en Setiles, que un año estuvo a punto de no haber Diablo”, argumenta Annabella. No es tradición que sean las chicas —explica la directora—, pero tienen que ser quintos, que estén ese año y que quieran. “Y un año no había nadie y a punto estuvo de no hacerse, entonces una chica, Sara López dijo, a mí me gustaría, pero nunca ha sido una chica”. Y ahí está la clave de las tradiciones populares que perduran, la flexibilidad y la capacidad de separar prejuicios de tradiciones. Ese año no hubo Diablo, hubo diabla. “Y una anécdota más que podemos contar”, resume la directora.

El historiador Diego Sanz, entrevistado en el Museo de Setiles (Guadalajara)

Aunque el origen de El Diablo muy probablemente sea precristiano, se puede datar su implantación como tradición en la España medieval. Lo explica Diego Sanz, historiador y doctor en Sociología que matiza “que se trata de una tradición relacionada con el carnaval”, porque, aunque ahora sean sólo unos pocos días de febrero en las culturas tradicionales el carnaval podía empezar antes de Navidad, y pone como ejemplo otras fiestas de los inocentes o incluso la Fiesta del Obispillo (propia de algunas ciudades castellanas).

Las fiestas populares que tenían como principal función los cambios de roles, “El Diablo de Setiles está relacionado con un ayuntamiento, que antes era gobernado por personas muy mayores, y ese es el chiste, o la transgresión, es que El Diablo son personas jóvenes, algo impensable en aquella época”, argumenta el historiador, y añade Juan López que es por eso que esta es una fiesta de quintos.

Es por ello que “un corto documental podía poner en valor esta fiesta tradicional”, comenta la directora que reconoce que encontró un apoyo decidido y comprometido en la corporación municipal para dar voz a esta botarga, única en el Señorío de Molina e incluida en la Ruta de las Botargas de Guadalajara.

Además, El Diablo de Setiles es amarillo y blanco, una rara representación de Lucifer que también aparece en la Divina Comedia de Dante para mostrar la cara sumisa y la impotencia del demonio frente a la magnificencia divina. También lleva la cara negra para representar su ignorancia. Capa, cuernos, rabo y cascabel completan la mascarada.

Vestimenta y tambor del diablo, en el Museo de Setiles (Guadalajara)

Por su parte, Diego Sanz, que también es bibliotecario en Alustante, municipio cercano, explica una de las cosas más curiosas de El Diablo de Setiles “es que se trata de un diablo domesticado, en la ropa que lleva pone A B –ánimas benditas– y tiene una función ejemplarizante: enseñarnos lo que no hay que hacer”. Aunque ese ayuntamiento fingido tenía una función más: recogía dinero para pagar las misas por las almas fallecidas en el municipio, y solo en el municipio, durante ese año.

Otra de las cosas curiosas es cómo la distancia y el empeño popular han conservado una fiesta que para los jóvenes servía de rito de iniciación. Mostrando a quienes comenzaban su etapa adulta qué comportamientos eran inadecuados, finaliza su explicación Diego Sanz.

El filtro del tiempo, también ha permitido a Annabella regresar acompañada por el mismo operador de cámara, sus hijos “especialmente mi hijo, muy implicado”, destaca.

Le acompaña también un joven del pueblo. “Lleva más de diez años diciéndome que si volvía a grabar quería participar”, detalla la autora del vídeo, mientras explica que le gustaría que este corto se vea por primera vez en el trinquete. Es el lugar donde se estrenó su primera producción llamada, Un lugar donde volver.

El primero de sus pases fue allí porque las pistas de frontón en Castilla-La Mancha sirven igual para ver cine que para hacer verbenas y son siempre un lugar para encontrarse con los vecinos y no hay mejor forma de rendir homenaje al lugar que volver a llenándolo de gente.

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