De Madrid a la Sierra del Segura para montar un centro de atención psicosocial: “Una necesidad en el medio rural”
Siempre quiso vivir en el mundo rural, pero la vida, las relaciones, el trabajo y las oportunidades le llevaron a vivir en Madrid hasta que decidió poner freno. María Avendaño, es psicóloga general sanitaria y psicoterapeuta Gestalt con perspectiva feminista. Y a lo largo de su carrera ha estado implicada en distintos proyectos sociales.
Vivía en Madrid pero, confiesa, “desde que era una cría me apetecía vivir en un pueblo”. Recuerda que en realidad no le faltaba actividad en la capital: “Tenía mi trabajo y hacía teatro, pero no estaba muy ubicada en Madrid”. En aquel momento recibio una llamada para para participar en un proyecto de la consultora medioambiental 'Ideas Medioambientales' para la Diputación de Albacete en la Sierra del Segura. “Vi una posibilidad para probar suerte en la sierra y estuve un año viviendo en Ayna”, comenta.
Interesada en buscar un modelo de vida más acorde con ella misma, se dio cuenta de que su vida podía dar un giro: “Había una necesidad de psicólogos no cubierta y la verdad es que tenía ganas de montar algo propio”. Tras su paso por Ayna había detectado que en la comarca “había mucho trabajo”, así que vio la oportunidad, eligió un pueblo y se fue Riópar.
Nada le vinculaba al medio rural anteriormente, aunque explica que había conocido la experiencia positiva de un grupo de jóvenes, muchas chicas, que se habían instalado en Riópar para montar el Festival Lluvia de Ideas. Y además, la médica de familia de Riópar tiene una mesa de salud comunitaria. Era el lugar.
Así fue como en julio de este mismo año, pudo abrir el espacio de atención psicosocial al que llamó Cándalo, nombre de reminiscencias mitológicas y de saberes populares que hace alusión al calor, a algo que se quema, en definitiva, a un hogar. Eso es exactamente lo que quiere que encuentren los vecinos en este lugar.
En la práctica, Cándalo es un espacio de atención psicosocial y pretende ser un espacio que va más allá de la atención que se presta en un gabinete psicológico al uso. “Yo entiendo la salud mental como algo relacionado con la comunidad, con el bienestar comunitario, y eso implica la cultura y lo que sucede en los espacios públicos y redes”. Cree que la salud no depende solo de uno o una misma, “sino que depende de las redes, el contexto, el entorno… y hasta el aire que se respira”, argumenta la psicóloga.
Un enfoque sobre la salud común en el medio rural
Una de las cosas que más le ha llamado la atención, confiesa María, es la necesidad de apoyos y trabajo en salud mental que hace falta en el entorno rural. “El problema que estaba detectando es que la gente en la sierra estaba necesitando apoyos psicológicos por el aislamiento”, y ahí es donde su forma de entender la salud juega un papel fundamental.
La profesional comenta que hay proyectos, sobre todo de jóvenes en el entorno rural, que intentan y de hecho ponen en marcha iniciativas culturales, como el Colectivo Resilencio, en Molinicos. “Hacen lo que pueden”, nos explica, ya que no tienen capacidad de generar espacios de ocio, diálogo y participación ciudadana suficientemente estables como para paliar el efecto de la soledad en el entorno rural.
Si al tabú de hablar de salud mental le sumamos las dificultades para abordar ciertos temas en un pueblo, “tenemos una necesidad evidente y muy importante de abordar el tema del bienestar mental y emocional en nuestro entorno rural”.
Tenemos una necesidad evidente y muy importante de abordar el tema del bienestar mental y emocional en nuestro entorno rural
Analiza la psicóloga que “los inviernos aquí son muy duros, y eso implica que la mayoría de la gente joven se va y los que se quedan o hemos llegado hasta aquí, nos encontramos con que los espacios de socialización se ven reducidos a los bares”. Como consecuencia de esto, dice, hay muchos problemas de alcoholismo entre la gente joven y además, , “con un sesgo de género superpotente”, porque quienes beben alcohol generalmente son los hombres.
También, comenta que “hay un problema de drogadicción añadido de la gente joven que se queda y que no tiene alternativas de ocio”. La población más sensible es en este caso entre 14 y 18 años “porque el ocio se reduce al bar o la calle, pero cuando estamos a menos tres grados y anochece a las cinco, las posibilidades de socializar son muy poquitas”. Aquí la cultura es importante porque es un espacio de socialización y además un pegamento social.
El ocio se reduce al bar o la calle, pero cuando estamos a menos tres grados y anochece a las cinco, las posibilidades de socializar son muy poquitas
Además, hay un problema añadido, comenta María, “hay muchos procesos de violencia de género que el entorno normaliza, en parte por el consumo de alcohol, drogas y falta de socialización, lo que conduce al final es a mucha violencia. Y cuando estás solo o sola y sin alternativas la psicopatología crece exponencialmente”, lamenta.
Por eso Cándalo, una sala ubicada en un edificio de usos múltiples, con dos zonas, una para hacer terapia y una mesa que se pliega para convertir todo el espacio en diáfano para hacer otras actividades. “No es muy grande, pero sí lo suficiente para juntarnos varias personas y poder hacer actividades en grupo”, indica María, en coherencia con el trabajo de desarrollo de redes de apoyo con el que concibe su actividad psicológica. Contó con el apoyo del Ayuntamiento de Riópar para la infraestructura y gracias al Grupo de Acción Local está a la espera de una ayuda económica destinada a consolidar y arraigar el servicio.
“Empecé a riñón”, nos cuenta. Gracias a un préstamo a su padre y a su tío. Después a esa ayuda pudo sumar las del emprendimiento joven en el entorno rural. “Creo que eso está haciendo que la Sierra del Segura se revitalice un poco”. Comenta que le gustaría crecer “un poco, pero no mucho” porque, en su planteamiento de proyecto, le encantaría que Cándalo fuera una cooperativa.
La cultura como herramienta de salud colectiva
Pero María no podía emprender su sueño, dejarlo todo atrás, y montar su proyecto sin afrontar el reto añadido de mejorar, construir y colaborar con el pueblo que le ha acogido. Por eso, además de su actividad puramente social, se dedica a programar por cuenta propia actividades culturales. Cuenta con el apoyo tanto del ayuntamiento, que le aportó espacios, como de la asociación de mujeres de La Casa Noguera, “que son muy activas y me han acogido como mis madrinas en esta aventura”, reconoce María. Son muy acogedoras “y es muy bonico porque son como las mujeres de la aldea, que la mayoría tienen su casa en Riópar pero hacen actividades en la aldea”.
Pero esto es coherente con su forma de entender su proyecto, si la falta de ocio, y de encontrar lugares de diálogo está condicionando el bienestar de los vecinos, el primer paso es crear esos espacios compartidos y en realidad, hacerlo ofreciendo actividades culturales es una garantía de éxito.
Desde hace mucho tiempo ya se ha estudiado cómo el arte, la cultura y participar de ellos “favorece mucho la calidad de vida de personas con psicopatologías, pero incluso sin ellas, de manera preventiva”, argumenta María. “Porque estar en contacto con una misma ayuda la regulación emocional”.
Un ejemplo de la actividad cultural que está impulsando desde Cándalo es “un ciclo de cine sobre salud mental, diversidad y el rural y son historias de personas, cuerpos e identidades que se salen fuera de lo normativo y que viven en el entorno rural”. Además, celebraron el día de la bisexualidad con una película y un debate y para Halloween se proyectó otra película.
Otra de las actividades que han propuesto, con ayuda económica del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, fue Dramáticas. Una performance en la que se leían a autoras de distintas épocas “poniéndolas a dialogar entre sí, en voz alta”. Fueron dos semanas para visibilizar “el estigma que hemos sufrido las mujeres al considerarnos locas, histéricas por la violencia estructurada a lo largo de la historia”.
Para poner en marcha Cándalo, María, contó con la comprensión de un pueblo entero, “que me dio una acogida muy cálida y cercana”, con el grupo de vecinas de La Casa Noguera, con el Ayuntamiento de Riópar, que le ofreció un espacio de coworking para poder trabajar, e incluso personal del centro de salud. “Pero lo más difícil – reconoce María silabeando todas la ies de la palabra- fue encontrar casa: la vivienda está muy mal, es una odisea”.
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