“En Italia ya no existe la izquierda radical. Es un país muerto en este sentido”
“¡¿De qué quieres que hablemos?!”, sorprende risueño justo al entrar. Hombros caídos y el cuerpo engullido por la silla, la edad no perdona. Esta frase no la espeta un don nadie, pero sí alguien que no pierde la guasa pese a los 81 años.
Nanni Ballestrini puede hablar con propiedad de tantos temas, que ni siquiera el cansancio de un viaje apaga su memoria: literatura, vanguardia, obrerismo, anarquismo... Incluso lucha armada. Sufrió juicios y represión, aprovechó para escribir libros de profunda agitación como Los invisibles (Anagrama, 1988) o Lo queremos todo (Traficantes de sueños, 2006). Ha llovido, pero no sobre sus páginas.
El escritor italiano habla, sin tapujos pero con pesadumbre, sobre la Italia de Berlusconi. Tampoco le excitan las nuevas tecnologías y formas de comunicación; Ballestrini se muestra áspero con el laberinto de Internet, mientras mira —bien de cerca— la hora en su teléfono blanco del siglo pasado. Todo para él son batallitas, y compartirá algunas en la charla que cierra la Fira Literal en Barcelona este domingo a las 19h. La casualidad ha querido que este domingo se cumplan cinco años del 15M.
¿En qué detectas la vanguardia hoy en día?
¿Vanguardia? ¿Hablamos de la vanguardia en la literatura o en la política?
¿Se pueden separar?
Para mí, que he atravesado todas las fases ya a mi edad, sí.
¿Cuándo no los separabas?
Después de empezar a escribir, en los sesenta. Pero debemos comprender la Italia en aquel momento para entenderlo: en nuestros sesenta teníamos un momento muy particular, principalmente por el cambio de lo agrícola a lo industrial en pocos años. Un cambio que lo atravesó todo. La industria sólo llegó a la parte norte, a Milán o Torino, con una gran migración del sur. Y ni siquiera hablábamos el mismo idioma…
¿No?
¡Los dialectos eran bien diferentes! Las mezclas eran brutales, yo no pillaba a los sicilianos... ¿A vosotros os pasa?
Bueno, sí… No nos entendemos, pero no precisamente por las diferencias en el idioma...
[Ríe] Las poblaciones mezcladas en las grandes ciudades provocó un cambio de pensamiento, mi generación encontró allí un mundo tan diverso que la vanguardia se creó sola. Tuvimos una gran batalla con la generación precedente. La vanguardia simplemente significa una nueva forma de ver la realidad, y ahí cabe literatura o política. O las dos juntas. Todos éramos de izquierdas, pero teníamos formas diferentes de entenderla. El gobierno administraba la cultura —entendida en un sentido amplio— y no estábamos de acuerdo. Exactamente como ahora.
A partir del 68 todo cambió, sobretodo a partir de los movimientos en las universidades.
El movimiento debía empezar sí o sí. Rápidamente se politizó todo, y se generó una izquierda radical, como Lotta Continua. La situación era apasionante, y allí empezamos a crear revistas culturales.
Il Verri, Quinze, Alfabeta, Zoooom...Il VerriQuinzeAlfabetaZoooom
Cuestionábamos la stampa [prensa] oficial. Y el gobierno italiano no entendió nada, claro. Y empezó una fuerte represión.
Qué queda de aquel movimiento, aquellas revistas… ¿La creación literaria ha sido engullida por el sistema mediático, como nos parece desde aquí?
El mundo editorial se ha transformado al cien por cien. ¿Por qué? Sólo alimenta a la industrial cultural de masas, los editores sólo publican bestsellers. A nosotros nos importaba poco lo que vendía, nos importaba la relevancia cultural. Giangiacomo Feltrinelli [editor y activista comunista italiano] y yo creíamos en el valor de la cultura. Aquello murió de forma radical. Y esto ha pasado de forma alarmante con la poesía, cómo no... Pero también con la narrativa, que es lo que más llega a la gente.
Preocupante.
La política centra el mercado. A finales de los setenta 35.000 personas pasaron por las prisiones, se exiliaron… [El mismo Ballestrini estuvo exiliado en París] Ese movimiento que aspiraba a cambiar la sociedad, murió. Y no hablamos de la lucha armada, que acabó de suicidar aquel impulso. Toda aquella revuelta destruyó dos generaciones de grandes pensadores. Eso se suma a que de finales de los setenta a hoy, no hemos tenido clase política en Italia.
¿Y los miembros del partido comunista?
Se entregaron completamente al neocapitalismo; todo esto provocó un gobierno como el de Berlusconi, que no habla ni de derecha ni de izquierdas. Habla un poco de todo.
¿Y la actualidad? ¿Beppe Grillo?
Mira, los movimientos sociales y de protesta en Italia luego son incapaces de ejercer la política. Son movimientos populistas: en Italia ya no existe la izquierda radical. Hay grupetes, pero… En las últimas elecciones querían imitar a Tsipras en Grecia; el resultado ha sido cero, nulo. Italia es un país muerto en este sentido. Pero no lo estará siempre. [Ríe] Habrá nuevas generaciones.
¿Y Matteo Renzi?
Rienzi es un tipo muy listo, pero está él porque no hay una oposición seria.
¿Qué te parece la izquierda de aquí?
Ellos [la izquierda italiana] lo miran con cierta envidia, pero yo no veo el por qué…
¿Consideras que algo se pierde de las plazas a las instituciones? Hoy cumplimos cinco años del 15M...
Puede... Pero... ¿Qué plazas? Hablarás de España, porque... En Italia hay mala percepción social de la banca o de la policía, pero no es algo tan grande como para que se oponga a la política general. En España ha habido algo mucho más colectivo; en Italia de momento es inimaginable.
¿Sigues conservando la fe en el autonomismo, tal y como lo pensó tu generación?autonomismo
En Italia, en los setentas, los magníficos libros de Toni Negri no encontraron una aplicación política. Sólo tenían buen sustrato teórico. ¿Por qué acabó el tema de FIAT? Todos los operarios fueron presos de las máquinas, los 150.000 operarios, ¡fuera! [Palmea las manos, brusco] Negri lo ha estudiado genial, pero no hay una transmisión a lo político. Maravillosa teoría.
Hemos hablado de Berlusconi. Tú criticaste ya en los noventa con furia la televisión de masas. Has sacado hace un momento tu móvil, antiguo, no creo que tenga ni red. ¿Qué pienses de la tecnologización que vivimos?
La televisión fue peligrosa y ha causado unos años que no se pueden eliminar. Pero, realmente, esto de la telefonía… Esto sí que ya no se podrá cambiar: los jóvenes totalmente prisioneros de la red… Internet produce un control social tan enorme, tan peligroso. Pensábamos que nos liberaría y resulta que contribuye a alimentar a las grandes sociedades; las sociedades de Google.
Hay ciberactivitas que las utilizan para llegar más allá.
Por suerte sí. Pero no han traspasado todavía el panorama minoritario. Es una forma de resistencia y puede que con el tiempo den un sentido diferente a las redes... Pero cuando voy en bus y todo el mundo esta conectado a su propia red, con su cerebro al servicio de su propia red... La televisión sólo mostraba, pero esto es interactivo. Es monstruoso.
…
No favorecen a la inteligencia, a la creatividad… [Se excita] Es estúpido, las redes sociales fabrican más imbéciles que útiles para la gente.
Hablando de masas, también metiste en su día la nariz en el fútbol…
Sí, y no me importa nada el fútbol, el juego. Pero una vez en Milán pasé por una sede de tifosi [hinchas italianos, en este caso de las brigadas rossoneri] y hablaban de los piques entre unos y otros, los desplazamientos, los fichajes... Había mucha épica en ello, y eso me atrajo.
Y así nació Il furioso. ¿Hay en el fútbol posibilidades de cambio?Il furioso.
Bien, el fútbol en cierta medida me recordó a mi época. A la ilusión de los jóvenes. Sólo fui una vez al campo, a ver cómo saltaban todos en la grada… Y me fascinó. En el fondo el calcio es sólo un pretexto: me interesa la pasión, siempre.
¿Cualquier pasión?
Igual es ridículo, pero creo que los hinchas del fútbol no están tan lejos de los que queríamos cambiar el mundo en los setenta. Estos jóvenes que defienden una identidad y manifiestan su experiencia de forma colectiva. Pero bueno, el fútbol también ha cambiado mucho...
Este domingo hablas en la Fira Literal de Barcelona. Te ha sorprendido la cantidad de gente que hay por aquí, y la cantidad de editoriales de libro contestatario.
¡Claro! ¡Hay gente en las conferencias! No debemos perder la esperanza. [Ríe] Hace dos meses en Milán estuve en una feria del libro, con pequeños editores de izquierda y debates, algo parecido a la Literal... ¡Y la gente valiente e inteligente sigue existiendo! A ver si atraviesan esta capa política que no es más que un fastidio para todos. Pero bien, no desesperemos: la vanguardia siempre ha sido de una minoría, una minoría contra una hegemonía opresora. En fin, no vengo a dar soluciones, explico aquello que he vivido… No soy de aquellos escritores que intentan llevar a la población a la victoria. [Alza los brazos]