El mundo de los grandes bancos y corporaciones no tiene el más mínimo pudor a la hora de proclamar sus beneficios rampantes en plena crisis. Los balances oficiales del primer semestre declaran un aumento del 34 % de los beneficios respecto al mismo período del año anterior para los seis grandes bancos (Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia, Sabadell, Popular). Grandes corporaciones como Telefónica reconoce que ha duplicado beneficios (3.6793 millones de euros) y la petrolera Repsol que los ha aumentado del 35 % (1.240 millones de euros) durante el primer semestre de este año.
En el mismo momento la Síndica de Greuges de Barcelona, Maria Assumpció Vila, declara sin tapujos, con una frase que debería hacer temblar: “La pobreza es el principal problema de la ciudad”. Según la Encuesta de Población Activa que elabora el ministerio de Empleo, durante el segundo trimestre de este año la proporción de parados forzosos en el conjunto de España se ha situado en el 22,4 % de la población activa (en Catalunya el 20,05 %, en Barcelona el 19,58 %), de que tan solo el 27,8 de los implicados reciben algún tipo de subsidio. Este indicador esencial ha disminuido de seis décimas de punto respecto al trimestre anterior, lo que ha sido interpretado por algunos como una “recuperación intensiva de empleo”...
Se trata de una tasa de paro que duplica con creces la media del 10,8 % en el conjunto de países de la Unión Europea, según Eurostat, la oficina estadística de la UE. En las otras regiones de los llamados Cuatro Motores de Europa, de los que Catalunya pretendía formar parte, el paro es del 3,5 % de la población activa en Baden-Württemberg, 8,1% en la Lombardía italiana y 8,4 % en Roine-Alps francesa.
Estas cifres ilustran de forma estrepitosa la traducción de la crisis en nueva desigualdad social. La última Gran Depresión de la economía occidental de 1929 fue combatida por las administraciones con las medidas contracíclicas del keynesianismo, que abrieron paso a un nuevo desarrollo y una reducción de las desigualdades sociales más agudas. En cambio la actual crisis ha sido “combatida” a partir de 2008 con una colosal inyección de dinero público en la banca privada, una destrucción de millones de puestos de trabajo y un recorte retallada general de los servicios públicos básicos, empezando por el derecho a un puesto de trabajo digno. En los trabajos subsistentes se ha extendido la nueva clase social del “precariado”, mientras aceleran la concentración de beneficios en manos de las elites.
La crisis actual no ha dado pie a ninguna autocrítica de la alta finanza o de los gobernantes, como tampoco a políticas efectivas de enderezamiento de la situación dentro de unos mecanismos económicos y políticos regenerados. Está representando el sufrimiento social más extendido desde la postguerra civil española y la II Guerra Mundial.
Son cifras, las unas y las otras, que apabullan. Sin embargo se hacen públicas como lo más normal del mundo. Todo ello en un país gobernado por un partido con su tesorero encarcelado por haber acumulado 48,2 millones de euros en cuentas bancarias personales en Suiza durante los 26 años de ejercicio del cargo, o bien gobernado en Catalunya por otro partido con sus sedes sociales embargadas para hacer frente a la fianza judicial de un caso de corrupción pendiente de sentencia.