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Jordi Évole, o el periodismo en tiempos difíciles

Jordi Évole, periodista

Josep Carles Rius

La falta de independencia, la manipulación de los atentados del 11-M, la burbuja inmobiliaria que nadie vio, la corrupción impune y sistémica del Partido Popular, el escándalo de Bankia, la estafa de las preferentes, el Caso Pujol, una profesión periodística muy frágil… Son caras de la misma crisis. La crisis de confianza entre los medios de comunicación y la ciudadanía. La prensa no solo sufrió en el año 2008 una devastadora depresión económica, sino que afrontó los efectos de una larga crisis de confianza y credibilidad. La opinión pública tuvo la percepción de que los medios de comunicación habían abandonado su función social para atender sus propios intereses. En otras palabras, que parte de la prensa había renunciado a la que era su principal función, la de reflejar la realidad de forma honesta y con voluntad de veracidad e independencia.

En este contexto, llegó Salvados, de Jordi Évole. Con las preguntas que se hacía buena parte de la ciudadanía y que los grandes medios solo planteaban entre líneas. Salvados nació a principios del 2008 sin una periodicidad fija y con una audiencia modesta, tanto que su continuidad estuvo amenazada durante meses. Pero, poco a poco, la audiencia fue creciendo de forma sostenida. Y la complicidad de los ciudadanos es la que mantuvo a Salvados a contracorriente en su propia cadena de televisión.

Tres años más tarde, en 2011, el espíritu de denuncia que se vivía en las plazas del 15-M conectó con Salvados. Muchos ciudadanos presenciaban por fin en la pantalla aquello que vivían a diario y que había sido tabú para los grandes medios. El caso más paradigmático, posiblemente, es el del accidente del metro de Valencia ocurrido el 3 de julio de 2006 y en el que murieron 43 personas. Eran los años del poder absoluto del Partido Popular en la Comunidad Valenciana y el accidente, que ponía en evidencia la mala gestión y la falta de inversiones en el metro, fue cubierto por una espesa capa de silencio, roto solo por la actitud valiente de algunos periodistas de Valencia. Hasta que en abril de 2013, Salvados logró “reabrir” el caso en prime time.

Seis meses después, la Generalitat valenciana cerraba Canal 9 y durante los veinticuatro días que duró la rebelión de sus periodistas, los familiares de las víctimas del accidente del metro fueron invitados por primera vez en el canal público para contar su historia. Los siete años de “silencio oficial”, el programa de Salvados y el perdón que los periodistas de Canal 9 pidieron a las víctimas del metro constituyen una metáfora apropiada para explicar aquellos tiempos de crisis de credibilidad.

La historia situará a Salvados como una pieza clave en la regeneración del periodismo en España. Su creador, Jordi Évole, se enfrenta ahora a las tormentas de las redes por expresar dudas y por defender su voluntad de equidistancia en el conflicto político que viven Catalunya y España. Dos valores asociados al periodismo, pero que cotizan a la baja en tiempos de postverdad y de sectarismo. Cuando las llamadas a la emoción y la creencia personal influyen más en la gente que los hechos objetivos; cuando se construyen mentiras para quienes están dispuestas a creerlas porque encajan con sus prejuicios.

Antes de que el diccionario Oxford definiera el término, la postverdad ya estaba aquí, entre nosotros. Y sin ella no se entendería el momento político que vivimos. Jordi Évole contribuyó a romper los silencios. Y ahora sufre el ruido irracional de las redes. Ayudó a poner en evidencia los males del periodismo y ahora descubrimos que siguen ahí. Por eso es tan importante hacer memoria.

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