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Seis crisis que dejan al borde del caos al partido instrumental de Podemos en Valencia

Presentación de la candidatura de València en Comú antes de las elecciones locales de 2015.

Voro Maroto

En dos años València en Comú, el paraguas electoral bajo el que Podemos concurrió a las elecciones municipales de 2015, ha pasado de la euforia a la decepción. El partido instrumentral obtuvo tres concejales (10% de los votos) y contribuyó a desalojar a Rita Barberá del ayuntamiento. A dos años vista de los próximos comicios, la Valencia política da por descontado que la marca electoral desaparecerá. Algunos hechos que explican la crisis plasmada con la dimisión del portavoz, Jordi Peris.

Desmovilización progresiva y total. La efervescencia de los movimientos que catapultaron a protagonistas de la sociedad civil a las alcaldías de Madrid (Carmena) y Barcelona (Colau) también se dio parcialmente en Valencia, aunque fue Compromís (Joan Ribó) quién capitalizó las ansias de cambio. Poco a poco, por varias razones, la movilización en València en Comú se fue apagando. El partido carece de cualquier implantación popular -inexistente en barrios, por ejemplo- y en la toma de decisiones -es una organización asamblearia- apenas participan decenas de personas.

Falta de sintonía entre concejales y asesores. Las diferencias entre Jordi Peris, María Oliver y Roberto Jaramillo (el primero, independiente, los dos últimos, de Podemos) fueron patentes desde el principio.  El grupo municipal -gobierna en coalición con Compromís y PSPV-PSOE- trabajaba de manera descoordinada además de asumir el coste de la inexperiencia. Ningún edil tenía experiencia polìtica previa. El enfrentamiento entre Peris y Oliver era el más agrio. A la concejal no le hubiera extrañado la “revocación” de su portavoz.

La fractura del enchufismo y la guerra por los sueldos. Las denuncias por contrataciones irregulares en una fundación municipal -Inndea- tensaron al partido. La dirección de València en Comú cargó contra Peris, al igual que Podemos, que se enfrentó con el exportavoz por el reparto del excedente de los sueldos que concejales y asesores debían entregar.  “Debemos evitar caer en los vicios de los viejos partidos”, decía la secretaria general.

El desestabilizador grupúsculo de Esquerra Unida. La progresiva jibarización de València en Comú permitió, según Peris y Jaramillo, que un grupo de activistas procedentes de Esquerra Unida asaltara el poder en el movimiento, amenazando incluso con expulsar a los concejales al grupo de no adscritos. El ambiente se tornó irrespirable.

Desastre (percibido o real) en Inndea. La fundación controlada por Peris ha estado en el foco por las mencionadas denuncias de enchufismo y las críticas de varios medios a la gestión. En un ambiente interno enrarecido, la espoleta se activó cuando se acusó al gerente -hombre de confianza de Peris- de haber estado en connivencia con la trama del PP que robó ayudas al tercer mundo. El gerente, Rafa Monterde, se negó a dimitir. Peris lo destituyó, pero quedó muy tocado.

La ambigüedad de Podemos. Podemos está en València en Comú pero València en Comú no es Podemos. Peris, por ejemplo, no está inscrito en el partido morado. La tensión entre aquellos que querían la disolución del partido instrumentral en su hermano mayor y los que querían su continuidad se prolongó mucho. En mayo de 2017, se apostó finalmente con una nueva dirección y documento organizativo por dar mucho más protagonismo al partido de los círculos. La salida de Peris puede acelerar el fin de València en Comú.

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