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Hogares valencianos: de la familia heteronormativa a la pluralidad de modelos de convivencia

Los modelos de familia han cambiado.

Laura Julián

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Vivir en un hogar con un papá y una mamá casados y con hijos/as ha sido considerado socialmente siempre “lo normal”. La heteronormatividad, lejos de representar la diversidad de las relaciones sexo-afectivas, impuso sus reglas con la complicidad del sistema y condicionó unas normas en las que no todas las personas quieren ni pueden encajar. La complicidad de los sectores más conservadores de la sociedad, como la Iglesia, o de la política, como la extrema derecha, continúa perpetuando y protegiendo un modelo binarista que cada año va perdiendo números.

Los hogares valencianos son un ejemplo de ello y concuerda con las tendencias que también suceden en el resto del Estado español y en Europa. En las últimas décadas, se ha vivido un proceso de abandono de las formas tradicionales de convivencia para dar paso a una pluralidad de los modelos familiares.

Así lo desvelan los datos del volumen La sociedad valenciana en transformación (1975-2025), un informe recién publicado con más de seiscientas páginas para comprender los cambios acontecidos en la sociedad valenciana y en sus territorios. Sus páginas aportan datos, tablas y porcentajes de  transformaciones políticas, sociales, económicas, demográficas, etc, y ha sido escrito por investigadores de diferentes materias como el Trabajo Social, la Sociología o la Historia.

El sexto capítulo titulado Familias, convivencias y trayectorias vitales escrito a doce manos por seis docentes de universidades públicas valencianas muestra datos que corroboran las transformaciones hacia la diversidad en el seno familiar valenciano.

El estudio constata “un descenso del porcentaje de parejas con hijos o hijas (denominada familia nuclear) respecto al total de hogares”. Así, en 1991 la familia nuclear suponía el 55’5% de los tipos de hogar valencianos; en 2001, el 44’5% y en 2011 su porcentaje fue del 38%, según los respectivos censos del Instituto Nacional de Estadística recuperados ahora en el informe. Es decir, “la familia nuclear, formada por un hombre y una mujer y sus descendientes biológicos mediante un contrato matrimonial, ha disminuido 17 puntos porcentuales en los años contemplados”. Mientras que los hogares unifamiliares, las parejas sin hijos/as, los hogares monoparentales, la cohabitación, los hogares homoparentales y las familias reconstituidas han incrementado su porcentaje.

El informe atribuye este abanico de formas de convivencia “impensables en otro momento histórico”, a “la pérdida de influencia de la religión y de los valores culturales que normativizaban el matrimonio entre dos personas de distinto sexo y para toda la vida”.

También ha influido “una mayor esperanza de vida y un retraso en la edad de ser madre/padre; un mejor nivel de vida que permite el mantenimiento de un hogar y una individualización y emancipación de las personas respecto a la familia”.

Una tendencia que continuará los próximos años

A pesar de que únicamente cuentan con cifras del último censo del año 2011, los investigadores vaticinan que es una tendencia que ha continuado durante estos últimos años y seguirá así, aunque habrá que esperar hasta el próximo censo, en 2021, para conocer los porcentajes exactos.

Emma Gómez, socióloga, profesora de la Universitat Jaume I y una de las autoras del capítulo sobre Familias, convivencias y trayectorias vitales, define a la familia nuclear como “una creación política e ideológica”, pero detalla que las formas de acceder a la vivienda también definen los tipos de convivencia de la población. Ya que, por ejemplo, a pesar de que también exista una “tendencia individualista y consumista, no crece el número de hogares unifamiliares por las dificultades para automantenernos en una casa”.

El análisis también aporta datos específicos sobre las diferentes formas de convivencia en las comarcas valencianas. Así, las comarcas del litoral como la Marina Alta y Baixa y la Ribera Baixa -con una gran presencia de personas mayores y extranjeras-, comparten tipologías familiares con las del interior de las tres provincias, -caracterizadas por la despoblación, el envejecimiento de la población y la lejanía de las grandes urbes-. Es decir, predomina un mayor número de hogares unipersonales y otras formas de convivencia frente a la tradicional pareja con hijos, aunque también está condicionado por el acceso a servicios, educación, sanidad, trabajo, etc.

“Las causas del descenso se deben a motivos como la prescripción política e ideológica de la familia nuclear como norma y deber, la secularización de la sociedad, la normalización del colectivo LGTBI, las diferentes formas de acceso a la maternidad y le tenemos que dar las gracias también a las reformas de las leyes, como la del divorcio o la del matrimonio de personas del mismo sexo”, enumera la socióloga.

Los cambios en los modelos familiares han sido resultado de dinámicas sociales que encontraron resistencias protagonizadas por grupos tradicionalistas y religiosos que quisieron -y quieren- proteger el concepto de familia heterosexual y patriarcal. No obstante, estas “nuevas familias” siempre existieron. “Ahora cuando hablamos de transformación parece que vengamos de un modelo familiar monolítico, pero la diversidad siempre ha estado ahí. La manera de mirar ha estado muy ideologizada y, ese modelo de familia nuclear, ni es ni ha sido lo más habitual a lo largo de la historia, pero sí ha sido el modelo familiar auspiciado por el régimen económico y político”, explica Gómez.

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