Clavadita a Melania
“No es nuestra responsabilidad que los inmigrantes decidan huir” dice el ministro Zoido. Y a cada uno lo suyo: tiene toda la razón. Fíjense ustedes bien que el ministro no dice “decidan emigrar” ni “invadirnos”. El ministro, hombre cabal donde los haya, utiliza el verbo castellano “huir”, que según el diccionario es la acción de alejarse deprisa, principalmente por miedo, de personas, animales o cosas, para evitar un daño.
No miente el bueno de Zoido cuando dice que es el inmigrante, y solo el inmigrante, el que tiene la responsabilidad de decidir si huye como un cobarde o afronta con valentía el daño causado por la persona, animal o cosa que por lo visto tanto le aterra. El inmigrante es libre para elegir si espera responsablemente a ser violado, torturado o asesinado en su país por razón de su credo, ideología, orientación sexual o etnia o por el contrario decide poner su vida en peligro subiéndose a una patera a complicarnos la vida a quienes, pese a tener a Rajoy en la Moncloa, nos quedamos quietecitos en nuestro país apechugando con las consecuencias. Las buenas gentes como Zoido y como yo, somos mucho más considerados. Si por un casual nos da por echarnos al mar, lo hacemos siempre con la sincera intención de volver a la misma orilla de la que partimos. Es más, habitualmente señalizamos el punto de origen de nuestra incursión en el agua con sombrillas de vivos colores para que la corriente, o el entusiasmo propio del baño veraniego, no nos desoriente.
Yo mismo, el día en que Francisco Camps ganó por hipermayoría absoluta sus últimas elecciones, consideré seriamente la idea de huir por mar. Es lo que me queda más cerca de casa y también porque el servicio de cercanías en mi pueblo es una calamidad. Pero antes de abordar semejante empresa, como soy un hombre de orden, me dejé asesorar por el atento propietario de un concesionario de yates. Al final deseché la idea. Tras hacer algunos números entendí mi incapacidad financiera para llegar a algún puerto de mi agrado o interés sin tener que molestar a ninguna guardia costera extranjera con el incordio de mi rescate.
Quienes han criticado al ministro,seguramente intuían que en realidad el hombre lo que quería decir es que si los inmigrantes, en el ejercicio de su responsabilidad, deciden huir, nosotros no tenemos ninguna responsabilidad en caso de que su huída acabe con sus vidas. A ver ministro, con todo el cariño que usted sabe que le tengo, igual ahí sí que tenemos alguna. Ya sé que eso de querer arreglar el mundo es una quimera de estos melenudos que se embarcan en la primera ONG que pillan con tal de no afrontar la realidad de sus tristes vidas. Pero igual.. dejar que esa gente muera así, sin disimular ni nada, a la deriva, en el mismo mar que besa nuestras hermosas playas del Perelló, Marbella o Estepona no nos va a quedar bien la próxima vez que nos visite el Papa este, ya sabe… el argentino rojo con el que la divina providencia ha venido a probar nuestra fe.
Yo creo ministro, que este es un tema en el que gente como usted no debería perder mucho el tiempo. Nunca se entenderá el patriotismo que esconden sus acertadas y sinceras reflexiones. La gente de bien en estos temas nunca salimos bien parados. Dejen que la Mónica Oltra pierda el tiempo arreglando el mundo en Gaza, Siria o Tombuctú, que por más que se empeñe, como le han dicho aquí los suyos, nunca será Angelina Jolie. Mientras que su candidata Isabel Bonig, gente de orden como usted, en cuatro días y sin salir de casa… mírela… clavadita a Melania.
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