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7.000 muertos al año

La ola de calor ahonda la pobreza energética.

Miguel Ángel Cerdán

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Se acerca el invierno. Y con él la muerte. 7.000 muertos al año. Y la mayor parte de ellos ancianos. Esas son las brutales cifras que provoca la llamada “Pobreza Energética” en nuestro país. Pero no son sólo cifras; detrás de ellas hay personas, con nombres y apellidos, personas que están sufriendo un genocidio silencioso y brutal en este país llamado España.

España vuelve al brasero y la mesa camilla, a la bolsa de agua caliente para calentar la cama. Esa es la mierda de país (sí, la mierda) que nos está dejando esta élite de sinvergüenzas y vividores que ha esquilmado esta tierra. Y es que las cifras son brutales. Así, según un estudio de la Asociación de Ciencias Ambientales, uno de cada tres hogares en paro se encuentra en situación de vulnerabilidad frente a la pobreza energética, y en general uno de cada cinco hogares tiene dificultades para pagar las facturas de energía doméstica al verse obligados a destinar más de un 10 % de sus ingresos para tal fin. Además, según el citado estudio, cuatro millones de personas se declaran incapaces de mantener el hogar a una temperatura adecuada durante los meses fríos y el 21 % de los jubilados, en un porcentaje que ha crecido cerca de 10 puntos en los últimos cinco años, apenas puede pagar la calefacción. No es extraño pues que, tomando los valores de referencia de la OMS, 7.000 de los fallecimientos prematuros que se dan en España estén asociados a la pobreza energética. Y la mayor parte de ellos son ancianos.

¿Cómo se ha llegado a esta situación? Pues bien, si vemos las nóminas de los consejos de Administración de las compañías eléctricas tal vez lo entendamos. En ellas encontramos a fervientes partidarios y protagonistas de la privatización de las mismas como pueden ser Acebes, Tocino, Aznar, o José Folgado, pasando por Felipe González o Pedro Solbes, hasta llegar al magnífico Miquel Roca, el defensor de la Infanta. La creme de la creme, vamos. Todo un quién es quién de la política de estas últimas décadas, de esas elites extractivas nefastas que tenemos la desgracia de padecer y que parecen por encima del bien y del mal. Ahora bien, tal vez la culpa sea también nuestra por haber aceptado hasta hace poco de forma acrítica la situación y por haber asumido sus mensajes machacones. Es por ello por lo que tal vez haya llegado la hora de revertir la situación, por dejar claro que no consentiremos este genocidio silencioso y de que la nacionalización de las compañías eléctricas es algo más que una opción. ¿Tan difícil es?

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