Nuestra sanidad
Hace un tiempo, reencontré por la calle a un amigo que después de unos años viviendo en Asia había regresado para instalarse en nuestro país. El motivo era que no podía asumir los gastos sanitarios derivados de la atención a su niño que había nacido con hipoacusia.
Esta anécdota refleja una realidad: somos privilegiados con nuestro sistema sanitario, un modelo construido a partir de la Ley General de Sanidad de Ernest Lluch (1986) basado en los principios de universalidad, equidad, calidad, solidaridad, cohesión social y lucha contra las desigualdades en materia de salud que hizo posible una sanidad de las más accesibles y eficientes del mundo. Un modelo admirado, que se ha mantenido entre los 10 mejores hasta que, la reciente época de crisis y recortes del PP, le ha llevado a bajar diez puestos del 8º al 19º, en el ranking mundial, según el estudio realizado por la prestigiosa revista The Lancet en su edición de 2018. El informe se hace eco del análisis de otros organismos como Naciones Unidas, la Comisión Europea y Amnistía Internacional, que reflejan un deterioro en la accesibilidad y en la viabilidad del sistema de salud español, resultado directo del decreto que el gobierno de Rajoy aprobó en 2012 con las medidas de austeridad que implicaron un descenso del gasto en Educación, Sanidad y la eliminación de la atención a inmigrantes indocumentados que quedaban excluidos de los cuidados básicos así como de la atención prenatal y pediátrica (situación ésta ya corregida por el Ministerio de Sanidad en tiempo de Carmen Montón).
Algo mas reciente, el análisis Blomberg nos vuelve a situar a la cabeza de los países con un sistema sanitario más eficiente. Aunque es cierto que el citado informe no considera la equidad como un parámetro fundamental y además estima la esperanza de vida directamente relacionada con el sistema sanitario cuando se sabe que depende en mayor medida de otros factores.
Con todo, hay algo que debemos aprender: 1) somos un sistema sanitario modélico del que podemos estar orgullosos, y 2) este sistema lo podemos perder con una política de recortes y copagos en momentos de crisis. Porque los recortes y copagos ni “ahorran” ni mejoran la eficiencia de la sanidad, sino que trasfieren parte del gasto a la población y deterioran el acceso de las personas más vulnerables, lo que supone un incremento en enfermedades evitables e incremento de la brecha social.
Para afrontar los retos y devolver a la sanidad española a los niveles que hemos ocupado, debemos construir un escenario en el que incluyamos y acerquemos a todos los pacientes hacia el sistema público, y además estemos conectados. Como refiere Rafael Bengoa, experto en Gestión Sanitaria y ex-asesor de Obama, de esta forma controlaríamos mejor los cuidados en la atención de los enfermos crónicos… y también las epidemias.
Es necesario impulsar una estrategia de gestión a medio plazo capaz de hacer más fuerte la sanidad pública, abordar sus deficiencias, y hacerla más sostenible y de calidad: un modelo más proactivo y preventivo.
El 1% de los usuarios del sistema sanitario son pacientes crónicos, frágiles, con un elevado riesgo de descompensación de sus enfermedades y una alta frecuencia de ingresos hospitalarios. Este 1% de pacientes complejos necesita el 30% del presupuesto sanitario. Abordar la cronicidad de forma sostenible significa mantener a esta población estable de sus enfermedades y anticiparnos; conectar a pacientes con profesionales y a Departamentos de Salud entre sí mediante redes asistenciales que permitan la mejor atención por los mejores profesionales preferentemente en el entorno del paciente.
Pero todo este modelo sólo es posible en un Sistema de Salud Público, fuerte, inclusivo, con recursos y sin intereses económicos que dificulten alianzas colaborativas como puede ocurrir con un sistema de concesiones.
Porque como defiende Rafael Bengoa, no hay otra sanidad posible que una sanidad pública, preventiva, conectada, fuerte y sostenible.
*María Pilar Santos, directora médica del Hospital Vega Baja de Orihuela
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