Llevar escrito “diferente” en la cara, la integración de los milenials de origen chino en la sociedad valenciana
El País Valencià se ha convertido en la actualidad en el hogar de alrededor de 23.000 ciudadanos de origen chino, alcanzando en la ciudad de València los 6.635 habitantes y convirtiéndose en la tercera mayor población extranjera por cantidad, justo detrás de rumanos e italianos. Las primeras llegadas de inmigrantes del país asiático tuvieron lugar durante la década de los 70, y, desde entonces, sus descendientes han ido conformando la primera generación de origen asiático nacida y criada como valencianos.
Para algunos la comunidad china es una de las más herméticas y desconocidas de la ciudad, pero en la sede de la Asociación Cultural de China en València, situada en el barrio de Pelayo, están muy pendientes de la actualidad que les rodea y se leen atentamente las publicaciones sobre temas que les conciernen, como los polémicos proyectos participativos de la calle Pelayo. El objetivo del centro es dar a conocer la cultura asiática, y para eso es importante saber cómo son percibidos. “Estamos muy en contacto con la prensa”, afirman.
El perfil actual del inmigrante chino dista mucho del de aquellos que llegaron a València durante los años 70 en busca de un futuro mejor. “Los primeros en llegar venían buscando trabajo y huyendo de la superpoblación. Los nuevos inmigrantes chinos, en cambio, han llegado porque les gusta el ambiente de la ciudad, ya conocen València por el turismo y llegan atraídos por el clima, la calidad de vida y las posibilidades de inversión. Muchos vienen, por ejemplo, para comprar viviendas. Otros para jubilarse.”, explican desde el Centro Cultural.
Así pues, y pese a las dificultades, aquellas primeras generaciones de inmigrantes hicieron de València su hogar. Sus hijos nacieron y se criaron aquí, y, en casos como el de Shijia Li, estudiante de Medicina de 23 años, no tuvieron contacto con otros ciudadanos de origen chino hasta que no vinieron a València a cursar sus estudios superiores.
Tuve una profesora que se ofreció a llevarme a su casa todas las semanas y me enseñaba valenciano, castellano, me ponía películas…
“Yo me he criado en un pueblo muy pequeño de València y siempre me he rodeado de un entorno valencianoparlante. Llegué con siete años y no hablaba ni valenciano ni castellano, pero siempre me he sentido bastante integrada porque tuve una profesora que se ofreció a llevarme a su casa todas las semanas y me enseñaba valenciano, castellano, me ponía películas… ella me ayudó muchísimo a integrarme”, explica.
Verónica y Víctor, de 22 y 27 años, nacieron ya en València y no tuvieron contacto con otros jóvenes de origen chino hasta la universidad y el bachillerato. Son dos de esos jóvenes de los que desde el centro cultural dicen que “por fuera son chinos, pero piensan como españoles”. Ambos, sin embargo, dicen sentirse chinos.
“Depende del entorno, de los amigos con los que te juntas, de los padres, la profesión… todo influye. La forma de enseñar al niño también. En mi caso, desde pequeñito, he estado todos los días hablando chino y en un entorno chino, pero sales de casa y es otro mundo. Es como tener un interruptor en la cabeza que vas cambiando”, explica Víctor.
Llevar escrito “diferente” en la cara
Para estos jóvenes lo más importante a la hora de integrarse es la forma en que se es recibido. Durante la infancia, la escolarización los lleva a interactuar con otros niños y a estar en contacto con la sociedad española y esas relaciones se mantienen durante los años posteriores. Sin embargo, y pese a que, en general, sus experiencias han sido positivas, no han conseguido librarse de un sentimiento de no pertenencia, de ser diferentes o, incluso, de discriminación.
Para Meng-Yu, estudiante de Diseño de Moda de 22 años, el saberse diferente es algo que siempre ha estado ahí. “Lo he notado prácticamente desde que entré en la escuela. Físicamente ya se nota, así que siempre he sabido que era distinta a los demás niños. También existen muchas diferencias culturales: nosotros no mostramos los sentimientos de manera tan abierta, el amor de los padres a los hijos no se expresa tanto y hay cierto choque cultural”, afirma la estudiante.
Esta sensación de no pertenencia es algo generalizado en la experiencia vital de estos jóvenes, los cuales, a pesar de estar integrados, dicen haber sentido siempre que de alguna forma les han resaltado que eran diferentes al resto. La estudiante de medicina, Shijia Li, recuerda cómo, durante unas prácticas en el hospital, “entró una señora a la consulta y al verme dijo que si podía salir de la consulta. Éramos varios estudiantes, pero lo dijo señalándome sólo a mí. Estas experiencias no han sido la mayoría, pero te hacían notar que eras distinta”, explica.
Además de darse a conocer, uno de los objetivos principales de la Asociación Cultural de China es hacer llegar el mensaje de que la cultura china y la valenciana son compatibles. Esta generación de jóvenes valencianos, que han logrado mantener viva su identidad cultural de origen e integrarse en aquella que les ha acogido, son la mejor prueba de ello.
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