Cuatro razones en favor del nuevo etiquetado de los lácteos

Foto: Tittans

Jordi Sabaté

El actual Gobierno aprobó hace pocas semanas la norma que obligará, a partir de enero del año que viene, a indicar en el etiquetado de la leche, en letra bien visible y al lado de la información nutricional, el país tanto de ordeñado de la leche como el de elaboración del producto lácteo en cuestión. En el caso de la leche se indicará además del país de origen, si este es de fuera de la Unión Europea con la etiqueta “Fuera de la UE”. Si está producida en España, se indicará con la palabra “España”.

En lo que refiere a los productos lácteos, la norma obliga a indicar el lugar de ordeño de la vaca -o la cabra u oveja- y también el lugar de producción del lácteo, indicando en caso de que sean diferentes el nombre de cara país de forma diferenciada. Si el producto ha sido obtenido y elaborado fuera de la Unión Europea, llevará la etiqueta “Fuera de la UE”, si el ordeño y la elaboración se han dado en España, llevará la nomenclatura “España”. En caso mixto, solo se nombrarán los países de origen.

Esta norma responde a una directiva comunitaria que ya se ha aplicado en diversos países como Francia, Italia, Portugal o Grecia y que ahora llega a España, impulsada ya desde el anterior Gobieno, donde generó una fuerte controversia entre los ministerios de Agricultura y Economía, ya que la Comisión Nacional de la Competencia la tildó la pasada primavera de “medida proteccionista que podía causar una compartimentación de mercados y una merma de la competencia”.

Pero cuenta con el apoyo de los consumidores y las principales asociaciones. El ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, realizó diversas encuestas en los últimos años que revelaron que el 88% de los consumidores españoles ve la norma con buenos ojos. Por su parte la OCU aplaude la norma y destaca que en 2013 realizaron una encuesta en la que se desveló que más del 60% de los consumidores españoles consideran necesario conocer el origen de los productos que consumen.

Lo cierto es que en los países donde se ha aprobado, la norma ha implicado una disminución del consumo de producto importado. Según asegura la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), en Francia la aplicación de la norma en 2017 implicó una caída de un 47% del consumo de lácteos con origen foráneo.

Pero más allá de que la norma se pueda leer como una medida proteccionista a un sector ganadero claramente afectado por la caída de precios y el consumo, así como por la guerra comercial establecida por Rusia con su veto a la cuota mínima a las importaciones de leche de la Unión, hay cuatro razones de peso que la hacen buena e interesante para los consumidores.

1. Aumenta la transparencia de cara al consumidor

La medida, como ya declarado la OCU y han mostrado las encuestas de Agricultura, se hace necesaria para que el consumidor tenga una mayor claridad sobre la procedencia concreta del producto para aumentar su poder de decisión. Tras casos como el del jamón o el de las mieles, el de la leche es otro de confusión.

Mientras la mayoría de consumidores creen que la leche y los lácteos consumidos son Españoles, la realidad muestra que somos solo el séptimo productor de leche europeo y probablemente en nuestras grandes superficies haya mucho derivado lácteo de origen que nos sorprenda. Tal vez no en el caso de los quesos, cuyas características van muy ligadas al origen, pero sí en el de los yogures, quesos fundidos o mantequillas. Y por supuesto tal vez respecto a la leche.

2. Ayuda a tomar conciencia de la insostenibilidad de algunos procesos alimentarios

La consiguiente evidencia, a través del nuevo etiquetado, de que estamos consumiendo una mantequilla hecha con leche de un país lejano -en ocasiones sorprendentemente- o incluso una leche ordeñada a miles de kilómetros, cuando a unas pocas decenas de nuestro hogar pastan las vacas y los ganaderos tienen muchas veces que tirar la leche para aguantar los precios, nos dará una idea de cómo funcionan las grandes multinacionales de la distribución y la producción alimentaria, llegando a veces al paroxismo de la insostenibilidad.

3. Reduce sensiblemente la huella de CO2

Según datos de COAG, los productores alemanes y belgas, los más grandes de la UE, han visto reducidas sus exportaciones en cuanto la norma ha entrado en los países del sur de Europa. Es decir que los consumidores han comenzado a optar por seleccionar producto de cercanía, sea por patriotismo o por conciencia ecológica. Obviamente si consumimos producto de proximidad evitamos la presencia de camiones cruzando toda Europa con sus emisiones de gases contaminantes para traernos la leche, tal como explicamos en el artículo Cinco razones para aumentar nuestro consumo de alimentos 'kilómetro cero'.

4. Puede favorecer mejoras en la ganadería local

Según el ministerio de Agricultura, el 86% de los distribuidores considera que identificar el origen español aumentaría sus ventas de leche. Este dato, más allá del proteccionismo, habla de favorecer la producción local. De este modo, en lugar de abandonar campos y prados al crecimiento de matojos y vegetación incontrolada que aumente en verano el riesgo de incendios, los ganaderos podrían, si la norma cuaja, ir recuperando los ya abandonados. Así se mejoraría el control de los incendios. La norma podría incluso propiciar que ganaderos que estabulan a sus vacas todo el año apuesten por modelos más ecológicos y respetuosos de producción.

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