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La quiebra (¿definitiva?) del proyecto de José María Aznar y la alternativa progresista

Los expresidentes Mariano Rajoy, José Luis Rodríguez Zapatero, José María Aznar y Felipe González

Javier Pérez Royo

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Carles Castro arranca su ‘Relato Electoral de España’ (1977-2007) (ICPS Barcelona 2008) con las elecciones generales más anodinas de la reciente historia electoral de España. Todas las demás elecciones generales son recordadas por su singularidad. Las de 1977, porque hicieron la Constitución. Las de 1979, porque fueron las primeras constitucionales y revalidaron el liderazgo de Adolfo Suárez. Las de 1982, porque supusieron la primera alternancia en el poder y la llegada del PSOE con Felipe González a La Moncloa. Las de 1986, por el referéndum de la OTAN. Las de 1993, porque estuvo a punto de producirse el triunfo del PP. Las de 1996, porque se produjo el triunfo del PP y, con ello, la segunda alternancia en el poder. Las de 2000, por la mayoría absoluta de José María Aznar. Las de 2004, por la nueva alternancia en el poder con José Luis Rodríguez Zapatero. Las de 2008, por la resistencia en la segunda derrota del PP liderado por Mariano Rajoy. Las de 2011, por la nueva alternancia en el poder con mayoría absoluta del PP. A partir de 2015, por el desmoronamiento del sistema de partidos que había dirigido el país desde la transición. Investiduras fallidas y repetición de elecciones.

Las elecciones de 1989 no se recuerdan por nada. Han sido las más anodinas de nuestra reciente historia electoral. Y sin embargo, Carles Castro las toma como punto de partida de “su” Relato. Y lo hace, porque sostiene con mucho fundamento, que a partir del análisis de los resultados de dichas elecciones José María Aznar inició la construcción de su proyecto de dirección política para España. Las elecciones de 1989 supusieron la “tercera” mayoría absoluta consecutiva del PSOE. Los 176 escaños iniciales se quedaron reducidos a 175, tras la anulación primero y repetición después de las elecciones en Melilla, pero eso es irrelevante. 175 escaños, frente a los 105 del PP.

José María Aznar interpretó correctamente que había sido una “falsa mayoría absoluta”, alcanzada por la presencia del CDS, el partido fundado por Adolfo Suárez, tras su defenestración de UCD. El porcentaje de voto del CDS en 1989 le “regaló” al PSOE alrededor de 20 escaños. La derecha tenía que corregir esa “anomalía”, si quería tener un proyecto de dirección del país. No tenía que preocuparse de la extrema derecha, ya que el PP se había construido a partir de un partido de extrema derecha, AP, fundado para proyectar la herencia del franquismo en el nuevo Estado democrático. Lo decisivo era ganar el espacio del CDS. Las elecciones municipales de 1991 le proporcionarían una palanca inmejorable: el PP “regaló” a Agustín Rodríguez Sahagún la alcaldía de Madrid, iniciando una alianza entre ambos partidos que conduciría a la absorción del CDS por el PP.

En las elecciones generales de 1993 se confirmaría el análisis de José María Aznar. Sin la presencia real del CDS (concurrió a las elecciones pero no obtuvo ni un solo escaño), el PSOE perdió los 20 escaños de más que había obtenido en 1989 y bajó a los 156. El proyecto de unificación electoral de la derecha había arrancado. En las siguientes elecciones ya daría frutos, conduciendo a José María Aznar a La Moncloa.

El proyecto de José María Aznar era de largo alcance. No para que la derecha llegara a La Moncloa, sino para que “se instalara” en la Moncloa, poniendo en marcha una “segunda transición”, en la que se hiciera una interpretación “conservadora” del Estado Social y se “congelara” la descentralización política del Estado, deteniéndola hasta donde había llegado. No se podía volver al Estado unitario, pero no se debía permitir ni un paso más en el ejercicio del derecho a la autonomía. Conservadurismo económico y social y congelación de la descentralización política. Esa era la receta de la derecha para la España de finales del siglo XX y primeros decenios del siglo XXI, ya que José María Aznar no contemplaba la posibilidad de que el PSOE pudiera volver a La Moncloa en varios decenios, como dejó dicho por escrito.

Las resistencias frente a ese proyecto de la derecha española se harían valer a partir de la mayoría absoluta del PP en las elecciones generales de 2000. Resistencias frente a las reformas laborales que se expresaron en “huelgas generales” exitosas y resistencias frente a la congelación del Estado de las Autonomías con proyectos de “reforma de los Estatutos de Autonomía”, primero en el País Vasco (Plan Ibarretxe) y después en Catalunya. La pretensión de José María Aznar de “instalar” al PP en la Moncloa, empezaba a encontrar dificultades para abrirse camino. A finales de la legislatura de la mayoría absoluta, el desgaste del proyecto empezaba a ser perceptible.

Buena prueba de ello sería que un “error de gestión” del atentado terrorista del 11M conduciría a la victoria del PSOE liderado por José Luis Rodríguez Zapatero en las elecciones de 2004. Sin el desgaste anterior, no hubiera sido posible. La primera embestida del proyecto extraordinariamente conservador de la derecha española en lo económico y social, y regresivo en lo territorial, había sido contenida.

Ahora había que empezar la construcción de un proyecto alternativo, que no podía ser de la izquierda española, porque tal cosa no existe, sino que tenía que ser un ‘proyecto progresista’, en el que la colaboración de los nacionalismos resultaba imprescindible.

Los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero supusieron el primer ensayo de construcción de ese proyecto progresista tanto en lo económico y social como en lo territorial. Con aportaciones muy importantes en el ensanchamiento de los derechos y libertades, con la introducción del matrimonio para individuos del mismo sexo y la ley de plazos o la ley de dependencia como los hitos más destacados, y con unas medidas en materia de salario mínimo, subida de pensiones o el mayor incremento de la “hucha” de las pensiones de toda la historia de la democracia, de las que todavía quedan huellas.

Pero la crisis económica de 2008 y el fracaso de la reforma estatutaria en Catalunya, como consecuencia de la Sentencia del Tribunal Constitucional, acabarían desacreditando dicho proyecto y provocando una crisis de notable magnitud en el socialismo español, que viviría una prolongada agonía a partir de mayo de 2010, que acabaría con unos desastrosos resultados electorales en 2011 tanto en mayo (municipales y autonómicas), como en noviembre (generales). Ya no ha vuelto a ser el de los 30 años anteriores.

A partir de 2011, el PP con Mariano Rajoy como presidente retomaría el proyecto ideado por José María Aznar, poniendo en práctica una política social y económica todavía más conservadora que la de este y llevando a unos límites que jamás se pensó que serían posibles la congelación de la constitución territorial y la subcontratación de la política territorial al Tribunal Constitucional, primero, y al Tribunal Supremo a continuación.

Este segundo ensayo se agotaría en una legislatura. Y, además, la unidad de la derecha española que José María Aznar consiguió articular, y que “heredó” Mariano Rajoy, no consiguió ser mantenida por Rajoy al final de su primera legislatura como presidente del Gobierno. Empezaría a ser cuestionada esa unidad desde el centro por Ciudadanos, pero acabaría siendo cuestionada también desde la extrema derecha por Vox. En tales condiciones, el PP tenía muchas dificultades para mantenerse como partido de Gobierno, aunque ganara las elecciones como ocurrió en diciembre de 2015 y julio de 2016. Desde 2015, la investidura de Mariano Rajoy o no pudo producirse o fue una “falsa” investidura conseguida mediante la abstención del PSOE. La mayoría parlamentaria era una mayoría anti-PP, que no pudo expresarse por el “cordón sanitario” que el PP había conseguido imponer al nacionalismo catalán, pero que existía en el Congreso de los Diputados. La sentencia del caso Gürtel permitiría levantar ese “cordón sanitario” y aprobar una “moción de censura”, que conduciría a Pedro Sánchez a la Moncloa en 2018.

La mayoría parlamentaria de la moción de censura se ha visto ratificada en las dos elecciones generales de 2019, las del 28 de abril y las del 10 de noviembre. Con las de abril no se consiguió la investidura de Pedro Sánchez. Con las de noviembre sí se ha conseguido, bajo la forma de un Gobierno de coalición con Unidas Podemos y el apoyo directo o indirecto de parte del nacionalismo catalán y todo el nacionalismo vasco y gallego, más el de algunas otras fuerzas de izquierda como Más País, Compromís o Teruel Existe.

Esta mayoría parlamentaria tiene que articularse como mayoría de Gobierno capaz de poner en práctica un programa progresista de dirección del país de una manera estable. Si ha sido difícil llegar hasta aquí, más difícil es lo que queda por hacer. Pero es lo que toca. La mayoría social existe. Se trata de articularla políticamente. La contribución de los nacionalismos es imprescindible.

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