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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Avatar en Tailandia

No dam, no war

Claire Tixeire

Justo antes de entrar al bosque de tecas doradas, tuvimos que detenernos. Esperamos en nuestras camionetas y vimos que Paw Saman, el medium espiritual, subía hasta la casa de los espíritus. El monje que nos acompañaba, también esperaba. Dentro de la casa de los espíritus –una pequeña cabaña de madera– Paw movía algunos objetos que no puede ver bien, pero parecían collares de flores secas. Se le veía concentrado. Hablando despacio explicaba a los espíritus del bosque quiénes éramos, por qué estábamos ahí y prometía que no haríamos daño a ninguno de los seres del bosque durante nuestra visita. Una vez que terminó, pudimos entrar al bosque. Todo fue muy especial, ya que se trataba del bosque de teca dorada más grande de Asia.

En ese momento pensé que si el bosque tiene un espíritu, ciertamente estaría muy agradecido a la comunidad Sa-iab, a la cual pertenece el medium espiritual. De hecho, de no ser por la resistencia de la comunidad contra el embalse que planifican el gobierno tailandés y el Banco Mundial, este bosque, además de su único y extraordinario ecosistema, habría desaparecido de la faz de la tierra hace un par de décadas. Hoy solo habría una enorme piscina artificial, contenida por una presa de 90 metros de altura.

El bosque es parte del parque nacional Mae Yom, en la provincia de Phrae, al norte de Tailandia. Desde 1989, este lugar es el centro de la lucha contra la construcción de la represa Kaeng Sua Ten (represa “del tigre que salta”) en el río Yom. Su construcción supondría la expulsión de al menos 3.500 familias de sus tierras ancestrales.

El proyecto del embalse –originalmente concebido para generar electricidad, luego para ayudar a la irrigación de la tierra y hoy para el control de las inundaciones– no convence a nadie que mire con detención sus costos y beneficios. De todos modos, los políticos tailandeses y las industrias están haciendo lo que sea por construirla. ¿Por qué? Nos preguntamos. “Porque antes de construir el embalse, hay que talar los árboles de teca dorada y quien se quede con los árboles se hará millonario” explicó Paw Saeng Kwanyeun, líder de la primera generación que lucha contra la construcción del embalse.

Los grandes embalses y presas “tienen consecuencias ambientales y socioeconómicas desastrosas”, concluye un experto mundial en la materia, el antropólogo y profesor de 85 años, Thayder Scudder (Instituto de Tecnología de California), quien en el pasado apoyaba la construcción de presas. Un estudio de la Universidad de Oxford del año 2014 –que abarcó 245 grandes represas construidas entre 1934 y 2007– comprobó que no son rentables, además de tener impactos sociales y ambientales casi siempre negativos.

Cada año la construcción de embalses expulsa de sus territorios a dos millones de personas. Pero en este caso, la gente lo ha evitado y se ha resistido a la construcción durante veintiséis años. La historia de lucha de estos pobladores es tan fascinante, que nuestros compañeros de EarthRights International (ERI) –fundada por un activista birmano y un abogado estadounidense– decidieron que el grupo de la Fundación Bertha, y los jóvenes defensores de derechos de la tierra que estudian el caso en la Escuela de ERI en Mekong, debíamos conocer a los pobladores.

Los pobladores de Sa-iab, curiosos por saber cómo era la promesa de reasentamiento del gobierno tailandés, visitaron a principios de los años 90 a otras comunidades reasentadas que estaban en una situación similar. solo vieron pobreza, intentos infructuosos de cultivar tierras estériles y a una población aislada y envejecida, cuyas generaciones jóvenes habían tenido que emigrar para trabajar a Bangkok.

Desde que decidieron oponerse al proyecto, los pobladores han enfrentado, por años, trampas, mentiras y hasta espionaje de quienes apoyan la construcción del embalse. Ante eso, los pobladores instalaron puntos de control para evitar el ingreso en sus tierras, han hecho grandes protestas y han organizado campañas a nivel nacional junto a otros defensores ambientales de la “Asamblea de los Pobres”. Asimismo, luego de una visita de la delegación del Banco Mundial, que fue fuertemente rechazada, a los pobladores les cortaron los servicios básicos, viéndose obligados a conseguirlos por sí mismos. Sin descanso, y apoyados en sus creencias espirituales –pues siempre antes de una protesta piden la bendición de los espíritus y sacrifican animales– acudieron a los conservacionistas tailandeses, logrando aplazar el proyecto, luego reducirlo y, al final, cancelarlo. Pero, aunque parezca increíble, ahora el gobierno tiene en su agenda la construcción de dos presas más pequeñas, llamadas “Embalse Yom Alto y Bajo”.

Ya en el bosque, vimos docenas de tecas doradas envueltas en género naranjo, como túnicas budistas. Para eso habíamos sido llevados al bosque, para una bendición de los árboles. Eligieron un árbol muy recto y de 120 metros de altura, el monje budista cantó una larga e hipnótica canción y luego envolvió al árbol con la túnica. “Ahora está bendito, si lo cortan será igual que asesinar a un monje”. Al día siguiente, bendijo el río.

Sin embargo, lo más impactante fue lo que el medium espiritual nos contó al llegar al pueblo, donde las casas tenían pintado “No Dam No War”: durante sus años de lucha contra la represa, habían hecho maldiciones a los políticos pro-represa. Tomaban una efigie con una foto de la cara del político, la quemaban, la apuñalaban, le tiraban dardos en los ojos y les hacían un funeral simulado. Yo pregunté: “¿ qué tan efectivas son estas maldiciones?”. -“Muy efectivas, de 10 políticos que maldijimos, cinco murieron”, respondió.

Algunos de los budistas que estaban con nosotros, quedaron impactados. La maldición es contraria a las enseñanzas de no-violencia y karma. Otros explicaron que sus comunidades hacían lo mismo con los explotadores de minas de oro. ¿Puede uno considerar esta práctica violenta? “Es autodefensa”, dice uno de los pobladores. “Nos tienen entre la espada y la pared. No tenemos energía nuclear, pero tenemos el poder del conocimiento local y usaremos nuestras tácticas para ganar”. ¿Cómo comparar estas tácticas con la violencia de expulsar a miles de personas de sus tierras y destruir un ecosistema entero?

No se necesita una imaginación Avatar de una lucha en otro planeta. Tampoco que las soluciones caigan del cielo. La resistencia organizada de esta pequeña comunidad sigue derrotando al gobierno. solo nos queda una cosa por hacer: aprender.

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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

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