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‘Upon Entry’, la sorpresa de los Goya es una película que muestra “el miedo colectivo” a pasar la aduana de EEUU

Una de las escenas de 'Upon entry', cuando los protagonistas son retenidos por la Policía

Javier Zurro

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Uno de los momentos más tensos cuando se viaja a EEUU es pasar el control de aduanas. La espera se hace larga. Uno ve cómo los agentes someten a preguntas a cada turista. A algunos, pocas; a otros, demasiadas. “Coloque una mano en el sensor. Ahora la otra. Mire a cámara. ¿A qué viene a este país?”. Para la gente blanca, de cualquier país europeo, ahí se acaba la tensión. Tras responder se entra sin problemas y uno respira tranquilo y a la par se cuestiona, ¿qué pasa cuando no dejan pasar? ¿Adónde van aquellos a los que se llevan los agentes? ¿Qué ocurre con ellos?

La respuesta la traen Juan Sebastián Vásquez y Alejandro Rojas en Upon Entry, una de las sorpresas del cine español de este año. Ambos son de Venezuela, y saben perfectamente lo que es pasar a la habitación de al lado cuando el agente de aduanas no les permite entrar. Han vivido los prejuicios raciales y geopolíticos del país, y de sus vivencias han creado un thriller tenso pero realista en el que una pareja (él, venezolano; ella, española), se enfrentan al interrogatorio cruel y despiadado. El filme se basa en sus experiencias reales y las de amigos que sufrieron lo mismo y cuenta con un guion de hierro ―que ya ha ganado el Feroz y el Forqué― y dos interpretaciones precisas, las de Bruna Cusí y Alberto Ammann. 

El fenómeno de Upon Entry no se acaba en España. La película dio la campanada con sus tres nominaciones a los premios Independent Spirit Awards: Mejor debut, Mejor primer guion y Mejor montaje. Los premios más importantes del cine independiente de EEUU han reconocido esta película, “una segunda vida”, como definen sus directores a esta trayectoria que comenzó hace casi un año en el Festival de Málaga. Aseguran que lo están viviendo todo “con mucha sorpresa”. “Siempre esperas lo mejor para tu película, pero realmente nunca sabes cómo va a funcionar, y esta noticia nos agarró. Estamos muy contentos porque sentimos que es una película hecha muy desde dentro, con poco presupuesto y un equipo increíble que se ha volcado en el proyecto de principio a fin”, dice Alejandro Rojas.

En este viaje les ha dado tiempo a pensar cuál es la clave para que tanta gente empatice con su historia, y creen que esa pareja muestra “dos posiciones frente al problema fronterizo”. “Puedes haberlo vivido, o puedes tener el miedo y no haberlo vivido. Tenemos un personaje que sabe bien cómo mostrarse sumiso ante la autoridad, y un personaje, el de ella, que está acostumbrado a su privilegio y a exigir sus derechos. Cuando pones estas dos personas en común ante la amenaza del tema migratorio creo que sensibilizas a todas las partes. Hemos presentado la película en muchas partes del mundo y en todos los sitios te cuentan una historia similar, te cuentan que su país hace esto con las personas”, explican los directores que definen pasar la frontera como “un miedo colectivo”.

Eso sí, ese miedo aumenta o disminuye “dependiendo de dónde provengas”. “En nuestro caso somos venezolanos, y esto de que nos pasen al cuarto de inspección secundaria nos ha pasado ya por mil razones, y de ahí esta inquietud por contarlo, porque algo que sucede a puertas cerradas es algo de lo que la gente no se entera”, añaden. Subrayan que todo está basado en experiencias propias o de compañeros. De hecho, una de las escenas más sorprendentes, en la que un agente hace bailar a la protagonista, ya que ha estudiado danza, le pasó a la pareja de Alejandro. Es más, tuvieron que rebajar anécdotas reales para resultar verosímiles. “A una amiga, casada con un americano, le preguntaron cosas muy íntimas como el tamaño del miembro de su pareja para comprobar que realmente eran pareja, algo muy absurdo”, ponen de ejemplo.

Somos venezolanos, y esto de que nos pasen al cuarto de inspección secundaria nos ha pasado por mil razones. Es algo que sucede a puertas cerradas y que la gente no se entera

Juan Sebastián Vasquez y Alejandro Rojas Cineastas

Que haya un porcentaje de los espectadores que se plantee si hay partes exageradas, creen que “habla del privilegio de no haber pasado por ese momento de humillación”. Ellos saben cómo es esa habitación a la que les pasan y que describen como un “no lugar, legalmente muy gris y en el que pueden pasar muchísimas cosas porque eres totalmente vulnerable a lo que el oficial quiere”.

En la sala previa todos son árabes o latinos. Mostrando el prejuicio racial de los agentes de aduanas. En aquellas salas la geopolítica se muestra en forma de interrogatorios. “En cada aeropuerto, dependiendo de donde vengas, hay problemas. Se olvidan de mirar a la gente como seres humanos. Pasan a ser un número, una estadística. Creo que esta película no toca solo el tema de la geopolítica estadounidense, sino que se abre a ser algo bastante mundial”, opinan.

La primera versión del guion estaba escrita antes de que Trump llegase al poder, porque esa “realidad ha existido siempre”. “Quizás Obama fue el menos malo de los presidentes de EEUU, pero también tenía unas políticas migratorias muy duras, y muchas cosas ya existían antes de Trump, que lo que hizo fue traer más ruido al respecto. Las cosas en los aeropuertos empezaron a ir peor y pensamos que era un buen momento para lanzar la película, pero no teníamos productor en ese momento. Esta película es una respuesta política a un momento en el que hubo un bum más grande del tema. Venezuela, durante muchos años, fue el gran aliado petrolífero de EEUU, y cuando dejamos de serlo, los venezolanos lo notamos muchísimo a la hora de pasar la frontera. Se empezó a cuestionarnos todo. Antes había gente que iba a Miami un fin de semana de compras y volvía, y de repente cruzar esa frontera se convirtió en un miedo y en un riesgo”.

Es curioso que sea, precisamente, en EEUU donde la respuesta haya sido tan buena en forma de nominaciones a los Independent Spirit Awards. Juan Sebastián Vásquez y Alejandro Rojas creen que el filme está permitiendo que se abra el diálogo y se “cuestione su sistema policial, su sistema militar y que haya espacio para la crítica”. Temas hacia los que “las grandes fuerzas de poder no empatizan”, y lanzan otro tema del que en EEUU prefieren no hablar: “Mira lo que está pasando en Palestina. Cuando conviene criticar a Rusia, la criticamos, pero cuando se tendría que criticar a Israel, nos quedamos todos callados. El cine debe ser una ventana en la que eso se pueda criticar y creo que es un reconocimiento que los premios del cine independiente nos den la bienvenida siendo críticos con las políticas de su país”.

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