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Santiago García: “El fútbol es una experiencia emocional y como tal hay que tratarlo”

Fútbol, la novela (gráfica)

John Tones

Para el lector de comics no acostumbrado (o directamente fóbico) a la dialéctica exaltada del deporte, El Fútbol. La novela gráfica puede suponer un choque si espera encontrar en sus páginas exaltación de la virilidad y la competición salvaje. Este cómic está trufado de anécdotas inventadas acerca de la historia del deporte, que se entrelazan con otras no por verídicas menos disparatadas; teoría de juegos para dummies; largos monólogos sobre épica abstracta; costumbrismo ambientado en una época en la que el fútbol era más rudo y agreste...

El Fútbol. La novela gráfica es más un ensayo y una toma de posición sobre un fenómeno de masas que una historia ambientada en una competición cualquiera, y hará torcer el gesto a quienes busquen una actualización de la mitología de Oliver y Benji. A cambio, Santiago García y Pablo Ríos proponen una reformulación de un subgénero que apenas cuenta con referentes.

García también ha publicado Beowulf con David Rubín, Tengo hambre con Manel Fontdevila o El fin del mundo con Javier Peinado. Después del verano publicará Las Meninas, junto a Javier Olivares. Nos reunimos con el guionista para que nos hable de su trabajo: ¿cómo se hace un tebeo sobre fútbol?

Después de tocar géneros muy diversos en los últimos tiempos, de la aventura mitológica al humor costumbrista, ¿es esta tu obra más personal? No en un sentido biográfico, sino por la naturaleza de los temas que trata.

En el sentido más directo sí, evidentemente. En otros no sé. Beowulf, por ejemplo, tiene un origen que arranca en mi infancia. Pero hay cosas que se subliman, que son muy personales y se disfrazan de fantasía. Y al revés, hay temas que parecen muy personales y son simplemente lo que pensamos que somos, y no son tan profundas. En este caso, sí he hablado de cosas muy personales, pero no era mi intención, ha sido cosa de Pablo: cuando Pablo me mandó las primeras páginas dibujadas, basadas en un guion inicial que no incluía demasiadas anécdotas personales, vi que había puesto mis rasgos al narrador. Era algo que yo no especificaba, ya que habíamos pensado más bien en la figura de un exentrenador mítico o algo así como narrador.

Pero cuando me mandó estas páginas, reescribí el guion añadiendo un enfoque más personal, hablando de cuestiones familiares vinculadas con el deporte. Yo siempre he sido pudoroso, creo que en general en España, donde apenas se hace cómic autobiográfico, lo somos bastante. Pero me di cuenta de que si no se hacía así, el cómic no tendría sentido. ¿De qué íbamos a hablar, de tácticas? El futbol es una experiencia emocional y como tal hay que tratarlo.

Entonces ha sido una obra completamente creada a cuatro manos.

Este cómic en realidad es de Pablo. De hecho, muchos medios van a pensar que es un cómic más mío por su componente biográfico, pero El Fútbol no existiría sin él. Hay algo importante y es que Pablo es tan aficionado al fútbol como yo, y había muchas cosas en las que nos entendíamos de forma intuitiva: imágenes, sensaciones que no habrían funcionado con un dibujante no aficionado. Por ejemplo, había un momento en el que el guión decía que un defensa central “avanza imperial por el campo”, y son ese tipo de convenciones del vocabulario futbolístico que solo entiendes si eres aficionado y has escuchado muchas retransmisiones.

Hay pocos cómics de fútbol. ¿Habéis tenido algún modelo dentro del género?

No, y creo que eso es lo realmente interesante de este cómic. Repetir modelos que ya se han hecho solo para ver si sabes hacerlo bien es un mero ejercicio de caligrafía. Hay determinadas ventajas en repetir modelos anteriores, y la principal es que son sistemas ya probados: cuando nos pusimos con Beowulf sabíamos que si nos manteníamos fieles al canon la cosa funcionaría. En este caso, sin embargo, no estábamos tan seguros de que la cosa fuera a salir, porque no se había hecho antes. Es curioso, porque nunca leí el único tebeo de fútbol que recuerdo que se publicaba cuando era niño, Eric Castell, a pesar de lo mucho que me gustaba el deporte entonces.

Pero sí has mencionado al autor neoyorquino Ben Katchor como una influencia.

Sí, leyéndolo me di cuenta de que tenía el tono y la voz adecuadas para lo que queríamos contar. Katchor mete en historias como Julius Knipl, fotógrafo inmobiliario, o El judío de Nueva York, por ejemplo, elementos fantásticos, pero su voz autobiográfica hace que todo parezca real. Además, enlaza unas historias con otras sin separarlas en capítulos, y hace que vuelvan sobre sí mismas, y eso nos resultó muy inspirador, también incluso para el estilo de dibujo. Katchor no ha dibujado nunca nada sobre fútbol, pero a veces las influencias funcionan así, llegan desde rincones inesperados.

¿Tu intención entonces era usar el fútbol como excusa para hablar de otras cosas, o realmente tu intención última era la de explicar el deporte, analizar qué resulta tan atractivo del fútbol?

Desde luego, no quería hablar de fútbol como si estuviéramos en el bar comentando el partido de ayer... hay ya unas cuantas generaciones de aficionados al fútbol que hemos crecido con unos condicionantes culturales distintos de los que tenían nuestros padres. Nos está pasando lo mismo que hasta hace nada sucedió con la cultura friqui. Igual que antes la fantasía, el terror y la ciencia-ficción eran un nicho, algo marginal, algo para niños o para adultos que quedaban como niños, y desde los setenta esto ha cambiado porque estas generaciones adquieren el papel dominador en lo cultural hasta llegar al punto actual, en el que lo friqui es mainstream... en el fútbol también ha pasado un poco.

Había una imagen asociada al fútbol de obreros de la construcción tomando carajillos y comentando el partido, pero el paso de los últimos años ha dado paso a unos aficionados más diversos, con otras inquietudes. Una conversación ahora entre aficionados al fútbol es comparable a una sobre un concierto de rock o cualquier otra manifestación cultural. Posiblemente, hablar de fútbol ya no es lo mismo que era antes. Ni siquiera desde el punto de vista periodístico: antes las crónicas eran más rudas, más técnicas, ahora se proyecta una simbología más compleja. También se le da al fútbol una visión más elegante, y de ahí todas las revistas que están surgiendo últimamente, como Líbero, comparables con publicaciones especializadas en cultura.

En El Fútbol mezclas anécdotas reales del deporte, aunque no muy conocidas, con otras de tu invención. ¿Qué intención tenías con esta manipulación de los resortes del cómic biográfico?El Fútbol

Quería crear fábulas o cuentos en torno al fútbol. Pero luego pensé que no quería que fueran solo historias separadas en capítulos, como por ejemplo hace el propio Pablo Ríos en su anterior cómic, Azul y pálido. Por eso hice que las partes que unen los distintos capítulos, en las que siempre se cuentan historias reales, sean las que le dan sentido y verosimilitud a las historias inventadas. De este modo, también se le da un auténtico sentido literario, con muchas historias que adquieren una dirección única y una conclusión común.

En ese sentido me llamó la atención la historia de los futbolistas enamorados. Aunque no haces referencia a ningún caso real, el lector tiene la sensación en todo momento de que esa historia, en cierto sentido, ha sucedido aunque no lo sepamos.

¡Bueno, es que ha tenido que suceder! La homosexualidad en el fútbol se mantiene en secreto porque conviene vender la imagen de virilidad, y aún persiste la idea de que el deporte debe mantenerse al margen de algo que para muchos sigue siendo un vicio o una enfermedad. También se ha dicho que hay menos gays en el fútbol y en el deporte en general porque esa propia subcultura, viril y algo machista, hace que por propia selección natural los homosexuales acaben siendo apartados de los equipos.

Sobre esta historia todo el mundo me dice “Aquí abordas el tema de la homosexualidad...” y yo no abordo nada, simplemente se me ocurren historias. Pero muchos asumen que si estoy empleando personajes gays es porque estoy tratando el tema gay o posicionándome, cuando en realidad solo pretendo contar cosas. Que además, en este caso concreto surgió a partir de una imagen muy concreta, la de una orgía en el campo de fútbol, inspirada en un cuento de Boris Vian que me impresionó mucho en su día, El amor es ciego. Lo mismo pasa con otra de las historias, la de la mujer que se hace pasar por hombre para jugar al fútbol: no hay un posicionamiento político por mi parte, sino un mero recurso narrativo, poner a un personaje en un ambiente de fricción y ver qué pasa.

El tema que no tratas es el del forofismo. Digamos que El Fútbol no entra en el apartado más folclórico del fenómeno, en el amor por los colores, por el equipo, los enfrentamientos irracionales.El Fútbol

Ser de un equipo es para toda la vida, es como pertenecer a una tribu, pero aunque tenga unos rasgos muy exaltados, no es difícil de entender para cualquier persona que a lo mejor milita en el equipo del cine de autor o en el equipo del cine de artes marciales. Todo el mundo necesita pertenecer a algo y el fútbol es muy poderoso en ese sentido, porque hay unas emociones muy fuertes que vives a través de tu familia y amigos... Yo he ido al campo muchos años porque he sido socio del Real Madrid, y te asalta una sensación muy escalofriante cuando todo el campo grita a la vez y el partido es muy emotivo. Es algo que no experimentas en un concierto o en una película, porque nunca sabes cómo va a acabar un partido.

Lo que sí me ha pasado muchas veces, con todo el mundo gritando, es sentirme un poco ajeno a todo. Desde fuera, la gente piensa que en los estadios el individuo se diluye con la masa, pero desde dentro se puede ver que hay gente discutiendo, otros que están enfadados dentro del mismo equipo... la individualidad se conserva, y yo nunca he podido evitar ser un poco pedantillo y tener un pie fuera de todo ello, siempre me ha costado implicarme del todo. Es la sensación de ver el partido desde fuera y desde dentro a la vez. Supongo que por eso acabas escribiendo: tienes experiencias, las sientes extrañas, no acabas de entenderlas, y escribir obedece a la necesidad de explicarlas. Supongo que esa es la motivación final para escribir, explicarte las cosas.

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