'El dragón y el lobo': el animal solitario muere, pero la manada sobrevive
La séptima temporada de Juego de tronos llega a su final. Durante hora y cuarto, el último episodio se encarga de revelar secretos que, aunque ya se podían intuir, ahora se confirman con total seguridad. Su conclusión muestra algo de lo que ya nos habían avisado: la amenaza es mayor que nunca y solo puede ser vencida si están unidos.
Tras un capítulo criticado por aspectos como los saltos temporales, El dragón y el lobo ofrece un drama que no necesita grandes batallas para generar tensión. Traiciones, muertes, encuentros poco deseados… Los minutos de esta entrega allanan el terreno de la que, en teoría, debería ser la traca final. Si todavía no lo habéis visto, quedáis advertidos. A partir de aquí, el relato incluye spoilers.
Tras cruzar el Muro para capturar un espectro, queda la otra parte de la misión suicida: convencer a Cersei de que el riesgo es real. De esta manera, la lucha por los Siete Reinos quedaría relegada a un segundo plano. La amenaza principal son los Caminantes Blancos y, como más adelante muestran, ya han dejado de ser una mera advertencia para convertirse en un peligro real.
Los seguidores de Daenerys llegan hasta Desembarco del Rey, donde se reúnen con la madre de Joffrey para intentar pactar una tregua. No va a ser fácil. La reunión está llena de desafortunados reencuentros que no tardan en mostrar cicatrices del pasado. Cersei y Tyrion, el Perro y la Montaña, Theon y Euron, Jaime y Brienne… todo personaje tiene también su archienemigo. Mantener las espadas enfundadas se convierte en todo un desafío que, a pesar de su dificultad, es superado por todos los allí presentes. Al menos, de momento.
¿Cómo es posible interrumpir la batalla de los Siete Reinos? Cuestión de prioridades. Como Jon Nieve dice a Cersei, “no se trata de vivir en armonía, sino de vivir”. Para demostrarlo, el Perro abre la caja que contiene lo que tanto esfuerzo ha costado cazar: un soldado de los Caminantes Blancos. Tras hacerlo, el esqueleto empieza a correr despavorido hacia Cersei, quien contempla con terror lo que hasta entonces creía que solo eran cuentos para asustar a niños pequeños.
Justo antes de que alcance a la hija mayor de Lord Tywin, Sandor tira de la cadena a la que el espectro se encuentra atado para, acto seguido, partirlo por la mitad de un espadazo. “Podemos destruirlo con fuego y con vidriagón. Si no ganamos la batalla, ese será el destino de todas las personas de este mundo”, dice Jon Nieve mientras señala al no-muerto que se arrastra por la arena. “Solo hay una guerra que importe: la Gran Guerra”, sentencia.
Aunque por un momento parece que la corona acepta la tregua, Cersei impone una nueva condición: el rey del Norte no debe alzarse en armas contra los Lannister ni escoger un bando. Como viene siendo habitual, la honestidad de los Stark vuelve a estar por encima de todas las cosas. “No puedo servir a dos reinas. Ya he jurado servir lealtad a Daenerys”, afirma Nieve. “Entonces no queda nada que discutir”, contesta Cersei al mismo tiempo que abandona la reunión.
La respuesta de Jon sorprende a todo el grupo, que le recrimina su exceso de sinceridad. “Cuando mucha gente hace falsas promesas, las palabras pierden su significado”, argumenta en su defensa el antiguo Guardia de la Noche.
A pesar de temer por su vida, Tyrion decide que es momento de hablar a solas con la misma persona que juró matarle: su propia hermana. La conversación, como era de esperar, no está exenta de palabras envenenadas. “He pensado en matarte más veces de las que recuerdo”, confiesa el menor de los tres parientes. Finalmente, Cersei parece entrar en razón: “La oscuridad llega para todos, la afrontaremos juntos”, anuncia la reina tras volver con el grupo de Daenerys.
Pero Cersei es Cersei y, como más tarde revelará a Jaime, solo se trata de una mentira para tenerlos alejados en el norte peleando contra los Caminantes Blancos. Mientras todos luchan por la unidad, su plan es esperar protegiendo a los suyos con la Compañía Dorada hasta que una de las dos fuerzas gane y la otra quede debilitada. Pero no opina lo mismo el Matarreyes, quien mantiene el juramento a pesar de las órdenes de su reina. “Nadie se aleja de mí”, le indica su hermana mientras la Montaña amenaza con sacar su arma. Son unos segundos de incertidumbre, en los que, por algunos momentos, parece que Jaime no va a salir con vida. Aun así, abandona la sala y deja atrás Desembarco del Rey.
“El lobo solitario muere”
A lo largo de la temporada hemos visto cómo Meñique conspiraba para sembrar el caos en la familia Stark. Pero como podríamos intuir, esta vez no iba a ser tan fácil engañar a la chica de los hombres sin rostro y a una renovada Sansa que, tras ser apaleada y humillada, cada vez se comporta más como su madre.
Cuando parecía que la hija mayor de Ned iba a encargarse de matar a su hermana, los acontecimientos dan un giro hacia el verdadero Judas: “Se os acusa de asesinato, se os acusa de traición. ¿Qué respondéis ante tales cargos, Lord Baelish?”, anuncia Sansa recordándole cómo mató a su tía Lysa y comenzó el conflicto entre los Stark y los Lannister.
De nada valen ya las plegarias ni manipulaciones de Meñique. Arya le rebana el cuello en medio de todos utilizando la misma daga con la que en la primera temporada intentaron asesinar a Bran. Quizá una muerte algo simple para uno de los personajes más retorcidos de la serie, el mismo que traicionó a Ned y no paró de avivar la llama del conflicto entre las diferentes casas.
Otra de las grandes revelaciones, que muchos ya conocían por los libros o a través de las pistas en anteriores capítulos, es la verdadera identidad de Jon Nieve. En realidad es Aegon Targaryen, fruto del matrimonio secreto entre de Rhaegar y Lyanna. La versión oficial era que el hijo del Rey Loco, que es hermano de Daenerys, abandonó a Elia Martell y raptó a Lyanna sin su consentimiento, pero la realidad es bien diferente. Así, Jon no es un bastardo, sino el verdadero heredero al Trono de Hierro. De momento, Bran y Sam son los únicos que conocen el descubrimiento.
Mientras, ajenos a que por sus venas corre la misma sangre de dragón, Jon y Daenerys comienzan una incestuosa relación que los guionistas mostraron con diálogos muy simples y poco elaborados. Ejemplo de ello es el final del capítulo anterior, cuando ambos coqueteaban encima de la cama, o cuando la Madre de los Dragones afirmó delante de Tyrion que no le gustaba el Rey del Norte porque “era muy bajito para ella”.
Por otro lado, Theon Greyjoy parece que por fin pasa a la acción y deja de comportarse como un perro apaleado por Ramsey. Tras luchar con uno de los suyos, consigue ganarse el respeto del grupo para salir a rescatar a su hermana. El enfrentamiento con Euron es inminente.
El invierno sobre los Siete Reinos está cada vez más presente. Tanto que incluso en Desembarco del Rey ya empiezan a caer los primeros copos de nieve. Pero en el norte, donde las gélidas temperaturas son todavía más agudas, el problema no está precisamente relacionado con la meteorología. Los Caminantes Blancos ya han llegado al Muro y, con la ayuda de Viserion, no tardan demasiado en derribarlo.
La pared de miles de kilómetros de hielo no es capaz de resistir los feroces ataques del dragón que hasta no hace mucho pertenecía a Daenerys. Con este cliffhanger, la serie deja con la miel en los labios a unos aficionados que, como mínimo, tendrán que esperar un año para conocer el desenlace de la batalla. ¿Vencerán a los Caminantes Blancos? ¿Finalmente Cersei se unirá a la batalla? ¿Quiénes darán la vida por ello? Como siempre, habrá que esperar para conocer las respuestas a todas esas preguntas.