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'Fungus', la respuesta de izquierdas a 'Juego de Tronos' viene de los Pirineos

Ilustración de portada de 'Fungus', un óleo de Quim Hereu

Francesc Miró

Afirmar que Albert Sánchez Piñol es, a día de hoy, uno de los  escritores catalanes más leídos del mundo no despierta suspicacia alguna. El éxito de La piel fría le arrojó sorpresivamente al centro del panorama de ciencia ficción patrio tras convertirse en un fenómeno editorial con 37 traducciones y más de 800.000 libros vendidos.

Antropólogo de formación y escritor de profesión, en los noventa vivió en el Congo mientras realizaba su tesis doctoral, pero tuvo que salir de allí tras una guerra civil que le tocó de cerca. Plasmó aquello en la novela Pandora en el Congo y el brillante ensayo sobre dictaduras africanas Payasos y monstruos. Tras el boom de La piel fría, revalidó su título como autor superventas con Victus, novela que ha sido adaptada al cómic por Carles Santamaría, Cesc Dalmases y Marc Sintes. Puso un pie en el audiovisual con el relato de El Bosque, del que Óscar Aibar hizo un interesantísimo largometraje, y volvió a repetir con la menos lustrosa adaptación de su best-seller que realizó Xavier Gens en 2017.

Fungus, su nueva novela publicada por Alfaguara en castellano y La Campana en catalán, es más un proyecto cultural multidisciplinar que un libro al uso. Pretende convertirse en una nueva referencia del fantástico español, aunque no sea exclusivamente mediante el formato literario pues, según él, “es una pedantería valorar más el libro que otro tipo de narraciones”.

De hecho, ya ha llegado a un acuerdo para una posible adaptación de la mano del artista audiovisual Franc Aleu, quiere poner en marcha un juego de mesa basado en el universo que ha creado y la edición actual viene acompañada de ilustraciones de Quim Hereu, que seguirá trabajando en la dimensión pictórica de esta aventura pirenaica. Está por ver hasta dónde alcanzará esta vez el fenómeno.

Hace mucho tiempo, en un lugar de los Pirineos...

Es 1888 y Ric-Ric, pues así se llama el protagonista de Fungus, es un vagabundo sin oficio ni beneficio que, huyendo de la Guardia Civil barcelonesa, termina perdido en las montañas del Pirineo catalán. Allí encuentra trabajo como recadero en un pequeño hostal que vive del ir y venir de traficantes de alcohol y otros manjares que trasuntan el lugar desde Francia.

Pero pronto, Ric-Ric se percata del desprecio con el que lo tratan tanto su jefe como sus clientes y decide rebelarse cometiendo pequeños hurtos de botellas de vino del local. Un día, borracho hasta las trancas, golpeará furioso lo que parece ser una seta gigante de las que abundan en el terreno, pero de ella surgirá un monstruo, un Fungus. Una criatura ancestral con un sorprendente poder que, en manos de Ric-Ric, podría convertirse en la chispa de una revolución proletaria. O todo lo contrario.

“Esto es una idea que viene de muy lejos”, cuenta Albert Sánchez Piñol a este periódico. La primera versión de esta historia se remonta a 2005, cuando el autor acababa de publicar Pandora en el Congo. Sin embargo, por entonces había en el libreto cosas que no terminaban de convencer a su propio autor. Años después, la idea resucitó y salió del cajón: “Me di cuenta de que el tema central seguía muy vivo en mí”, explica. Quería “hablar sobre el poder político y reflexionar mediante la fantasía sobre por qué obedece o desobedece la gente. Era algo que me interesaba como antropólogo y como ciudadano”, explica.

Una ocurrencia que, de hecho, cobraba un matiz actual cuando encendía el televisor y miraba la situación política catalana y la española. Él prefiere no hacer paralelismos, pero no niega que su entorno le haya influido de distintas formas. “Apelamos a personajes ficticios para hablar de cosas muy reales. Fungus, por ejemplo, te dice que quien manda puede ser cualquier tontolaba”, deja caer. 

Al autor, la metáfora sobre el poder en su última novela le ha llevado a construir un relato fantástico de tintes clásicos que apela tanto a la herencia de Frankenstein como a la de Drácula. Solo que sin seguir al dedillo los principios filosóficos subyacentes a las obras de Mary Shelley y Bram Stoker.

“La literatura siempre ha sido fantástica, desde el primer texto escrito no oral que es la epopeya de Gilgamesh”, explica. “Desde entonces tenemos una tradición inmensa de monstruos que nos ayudan a explicar ideas de nuestro tiempo y, para mí, lo que hay detrás de los Fungus es la democracia entendida en toda su complejidad”.

En busca de un monstruo democrático

Es bien cierto que la figura del monstruo es de todo menos marginal en la literatura. Y no menos cierto es que aparece, constantemente, como un reflejo de los tiempos que se vive. A Sánchez Piñol le apasiona el tema, pero en Fungus ha querido buscar un tipo de monstruo distinto.

Las criaturas que pueblan esta novela son unas setas que se desraízan y empiezan a andar. Pero también comparten absolutamente todo lo que tienen -hasta los sentimientos-, son radicalmente igualitarios, no conocen jerarquías ni entienden las luchas de poder. Por no saber, no saben ni mentir, pues todas comparten lo que piensan y sienten entre ellas.

“Quería crear un monstruo totalmente democráticos”, explica. “Por una vez he encontrado una criatura que no proclama la isocracia y la igualdad, sino que la practica”.

Sánchez Piñol cuenta que para crear a las setas andantes de su novela se ha remontado a sus estudios de antropología. Ha realizado una genealogía del concepto de poder político y cómo se ha transmitido en la ficción. “Hay dos grandes escuelas de lo que es el poder”, explica: “Una es la nietzscheana, que tiene la concepción de que el poder es el individuo. Alguien con tanta fuerza de voluntad que consigue acaudillar a su pueblo para llevarlo a un hito histórico. La otra es la maussiana, que dice que el poder es la masa”. 

Él se ha fijado en esta segunda teoría: “He creado a los Fungus en base al concepto de Marcel Mauss del poder pues creo que es falso que un gobernante pueda sustentarse en contra de la voluntad de sus súbditos”. Y va más lejos ilustrando la idea con un ejemplo, “No hay quien se crea que Franco murió en la cama porque era un gran líder: murió en la cama porque este país estaba repleto de franquistas, ¡no me jodas! Pues aquí igual, estas criaturas gobiernan los pirineos por mucho que el pobre Ric-Ric crea que puede controlarlos”.

Una lectura más allá del libro

Al respecto de esta lectura del poder democrático y su encarnación en el monstruo que da nombre a su novela, Piñol nos habla de otro relato hegemónico y fantástico actual que quiso contradecir durante la escritura de Fungus.

Juego de Tronos es nietzscheana en el sentido de que quien ejerce el poder son cuatro tíos y tías que lo deciden todo. Mientras que el grueso de la población no es nada más que carne de cañón o masas fanatizadas por algún líder religioso loco”, opina. “En cambio, en Fungus el poder lo ejerce la colectividad. Es una perspectiva distinta porque quien decide es el que está abajo, no el que está arriba ni el que tiene apellidos ilustres”.

Sin embargo, reconoce que Juego de Tronos es uno de los grandes relatos del momento tanto por su naturaleza como por su formato. “Estamos en el siglo XXI: debemos aceptar que la narrativa que predomina hoy es la audiovisual. La preeminencia de la narrativa a través del libro decae pero es totalmente natural”, explica, “es una pedantería y un elitismo mal entendido valorar más el formato libro que otro tipo de narraciones”. Para él, “lo único inmortal es la narrativa”.

Según el autor de La piel fría, “tenemos que ser conscientes ya de que lo que vale es la historia, no cómo se exprese. Nuestro siglo es el de las interrelaciones. Juego de Tronos son libros, series, juegos de mesa... ¡Eso es el futuro!”.

Y añade, “la narrativa permanece, el formato cambia. ¿Quiénes somos nosotros, hijos del siglo XXI, para despreciar la narrativa audiovisual como nuevo formato predominante. ¿Por qué no le han dado nunca un Nobel a George Lucas por La Guerra de las Galaxias? ¡Él es el creador del auténtico relato popular contemporáneo!”.

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